Queridos lectores, deseamos expresar nuestro total y sincero apoyo al presidente de nuestra nación en todas sus acciones dirigidas a responder a la amenaza hecha contra nuestra democracia y contra nuestros ciudadanos. Presidente Duque, usted tiene todas las facultades necesarias para el ejercicio de sus funciones y está autorizado directamente por el pueblo para ejercer poderes y gobernar el país incluso proteger nuestro modelo social democrático y desmantelar los obstáculos heredados del previo régimen. Ese es parte de su compromiso con toda la sociedad civil y los electores en general, especialmente con las generaciones presentes y futuras de nuestro pueblo. Sería moralmente inconcebible adoptar una actitud irresponsable con las generaciones futuras. No hay alternativa. Usted no puede abandonar su responsabilidad de gobernar con total y absoluta responsabilidad el país, de la mejor manera posible, de la manera más estable posible, mantener su unidad y cohesión nacionales, al margen de las ideologías, y sin perder la base de apoyo público; todo esto con el propósito de buscar el bien común, con miras al desarrollo de la sociedad y una convivencia pacífica en el espacio de libertad, seguridad y justicia, según las condiciones establecidas por la Constitución. ¿Cuál es el quid de la cuestión?
El presidente, ante los graves hechos que se han producido (saqueos, violencia, vandalismo y alteración del orden público) deberá demostrar que es la fuerza líder de su partido y que es capaz de gobernar este país, luchar por los derechos constitucionales adquiridos y que puede aplicar y hacer cumplir la ley, de intervenir y de actuar con "mano dura" a los sujetos que violan la ley o que constituyen un gran riesgo; más nos valdría batirnos en retirada. Lo digo en pocas palabras, pero con sinceridad, necesitamos una presidencia fuerte y convicciones claras que demuestre su autoridad moral y legitimidad frente a la población y su capacidad para encarnar una voz enérgica, también en la arena internacional para afrontar problemas como el crimen organizado, el terrorismo y las protestas violentas, así como en materia de asilo e inmigración, de repatriación y un control fronterizo más estricto y el crimen transfronterizo.
El presidente Duque tiene el deber de asumir la responsabilidad política y económica del país, establecer los grandes retos y sugerir maneras de resolverlos, así como garantizar el derecho de los ciudadanos a saber lo que ocurre y vindicar la memoria y el honor de nuestras fuerzas del orden. De hecho, el remedio es sobradamente conocido; lo que falta es la acción. En este momento no es necesaria una oleada de nuevas ideas, reformas o nuevos diálogos que tienen lugar en forma de "reuniones" públicas, como tampoco lo es un cambio de dirección. Permítanme decirles, con toda claridad, que eso no nos va a llevar a resolver los problemas de Colombia y de la sociedad, por no hablar de la constituyente. El Gobierno debe estudiar la forma de prevenir e impedir la aparición de problemas inherentes a esa violencia, terrorismo y criminalidad e impedir que prosiga y que se produzcan nuevos conflictos. Es sabido que las técnicas rigurosas y regulares de análisis de riesgos y gerenciamiento de riesgos, nos sirven para desactivar problemas antes que surjan. De lo contrario, no cabe duda de que será imposible alcanzar los objetivos. Es más, la libertad, la seguridad y la democracia son las razones de existir de la Colombia, por lo que deberíamos pelear con todas las fuerzas para mantenerlas.
Los recientes acontecimientos demuestran de un modo desagradable que es preciso el respeto y el cumplimiento de las normas fundamentales de nuestra sociedad y cooperar de forma más eficaz en la lucha contra el terrorismo, la lucha contra la impunidad y la reforma del sector de seguridad. La oleada de reacciones y contra reacciones violentas tras el paro nacional organizado por la izquierda puso de manifiesto una vez más que existe tensión en la estructura de nuestra sociedad. Lo que no es aceptable es la inducción pública para cometer actos terroristas y la intolerancia, utilizar el lenguaje del odio o la enemistad y llamadas a la violencia y terror, incluidas la inculcación del fanatismo y otros actos violentos como excusa para atacar a ciudadanos y fuerzas del orden, conjuntos residenciales, supermercados o instituciones, y contra esto debemos luchar todos nosotros, en toda Colombia, con convicción y firmeza. Esto produce una escalada de violencia odio y sufrimiento y el potencial de terrorismo, choques sangrientos en las calles y el espíritu de venganza que generan, y puede poner en grave peligro un valor humano supremo: la vida de los ciudadanos.
En cualquier país del mundo la publicación de una exhortación a cometer actos de violencia o terrorismo, y también la publicación de elogios o expresiones de simpatía o aliento de actos de violencia o terrorismo o de apoyo o empatía con tales actos (por ejemplo, la publicación sediciosa y la justificación pública del terrorismo) es un delito grave punible por la ley. Estas personas deben responder bajo los cargos de "instigación pública a la criminalidad", difusión de información falsa" y "conspiración", incluso por provocación e instigación directa y pública o privada a la violencia y la complicidad en los mismos, la incitación directa y pública a que se cometa un acto o actos de terrorismo y otros actos inhumanos. En este sentido, el presidente y su gobierno deben advertir y exhortar a periodistas y políticos a abstenerse de toda declaración e instigación pública que pueda comprometer la seguridad y la protección de la población, teniendo presente la obligación ética de la prensa de evitar una comunicación alarmista y sensacionalista. Lo que está en juego son vidas humanas, nuestra democracia y la cohesión social. Si ustedes solo "glorifican" un acto terrorista, entonces, ¿cuál es la conexión directa entre ese acto y otro que se comete?
Señor presidente, es preciso ser conscientes en todo momento de que necesitamos abrir una comunicación más efectiva con los ciudadanos sobre el significado de socialismo siglo XXI y sus actividades. Los ciudadanos comparten valores esenciales y corresponde a los políticos, a usted y su partido, exponer los graves peligros a los que nos exponen Maduro y su dictadura que amenazan a nuestra seguridad, así como para la protección de los ciudadanos. Esperamos con impaciencia el rompimiento de relaciones diplomáticas y sobre un paquete de medidas a corto plazo para apoyar a la población venezolana. No puedo evitar la tentación de repetirlo: siguen faltando acentos, prioridades, en el impulso de este gobierno. Gobernar es elegir y marcar prioridades. Ha llegado el momento de elegir prioridades y seleccionar los problemas más urgentes que afectan a la convivencia de los ciudadanos, el primero de los cuales es el terrorismo, la perturbación de la ley y el orden. El mayor riesgo en este tema es la inacción, la parálisis y el no saber qué hacer. “No hay tiempo que perder; no podemos dar oportunidad alguna a los enemigos de los derechos fundamentales de los ciudadanos, los enemigos de la democracia, aquellos que manifiestan su odio ciego mediante crímenes y asesinatos con la intención de destruir el orden que nosotros defendemos”. Una democracia fuerte tiene derecho a hacer uso de su fuerza y a tomar medidas enérgicas contra sus enemigos. Ahora bien, no podemos escatimar esfuerzos por seguir buscando el equilibrio entre el derecho de los ciudadanos a ser protegidos de la inseguridad, las fuerzas del orden que se dedican a defender las libertades democráticas fundamentales y la necesidad de garantizar sus derechos fundamentales. Así pues, presidente Duque, lo invitamos a conservar el impulso y a mantener el liderazgo político y el compromiso con su electorado. Amén.