Hace algunos días, Iván Duque aseguró que Colombia no puede permanecer en cuarentena de manera indefinida. La economía y productividad deben reactivarse con el fin de evitar peores catástrofes.
Adam Smith dijo hace más de doscientos años: “la riqueza de un país o nación recae en la capacidad de producir y comerciar bienes y servicios”... capitalismo en su máxima expresión. Cabe anotar que no se desea con este escrito satanizar el capitalismo, dado que como modelo económico ha logrado ser autosostenible, además de que para bien o para mal es el canon que como sociedad aceptamos. Sin embargo, cuando por culpa de este el bien económico logra sobrepasar el valor por la vida humana, violando o poniendo en peligro el derecho universal de la vida, no se puede hacer más nada que oponerse.
Hasta el momento, los 2.979 casos confirmados de coronavirus y las 127 muertes en Colombia, aunque lamentables, no resultan alarmantes en comparación con las de otros países. Con eso claro, no se titubea al decir que la medida de aislamiento preventivo obligatorio está rindiendo frutos. Entonces, surge la pregunta: ¿cuáles son las ganas del gobierno de meterse en camisa de once varas proponiendo el mal llamado aislamiento inteligente? Pues las ganas del gobierno son las mismas de los banqueros, empresarios y cualquiera que genere lucro a través del obrero.
Sea como sea, Colombia no está preparada logísticamente para una calamidad aún mayor, menos teniendo en cuenta los niveles de corrupción que maneja este país. Para la muestra, los beneficiarios falsos de Ingreso Solidario o los supuestos errores en la redacción de los números de ayudas humanitarias entregadas en el departamento del Atlántico. Eso sin olvidar otros líos que hemos enfrentado por estos días como las quejas de enfermeros y médicos por la falta de instrumentos que permitan la debida protección contra el virus.
No se trata de hacer lo imposible, tampoco lo posible. Se trata de hacer lo justo y necesario. De lo contrario, se prevé un futuro incierto para los colombianos.