Colombia, en cabeza del gobierno del presidente Duque, está conduciendo un la lucha diplomática intensa por sacar de la presidencia de Venezuela a Nicolás Maduro Moro. Anda el presidente Duque por el mundo levantando el polvorín y pidiendo ayuda humanitaria para acabar con la tiranía del régimen y el sufrimiento del pueblo venezolano. Está ayudando para que por el territorio colombiano pasen cientos de toneladas de alimentos hasta Venezuela, además de servir una ciudad fronteriza para la realización de un concierto multitudinario, donde se solicita, entre otras cosas, la ayuda internacional y que otros países volteen su mirada sobre el país vecino.
Son más de 30 artistas de talla internacional en el evento donde se tiene pensado recaudar dineros para apalear la mala situación que pasan los venezolanos en su país y fuera de este. Hambrunas, desempleo, violencia, falta de los servicios básicos de salud, en fin, son cerca de tres millones de personas que han tenido que abandonar su país, fruto de la crisis económica y política que allá se vive.
Detrás de esas más de tres millones de personas que regresan de Venezuela a Colombia, hay muchos compatriotas colombianos que huyendo de la guerra un día llegaron a la nación bolivariana y hoy desplazados, nuevamente, salen de allá por las mismas causas que los sacaron del país de nacimiento, pobreza, hambre, violencia y falta de oportunidades.
Esos mismos motivos antes mencionados son los que describe el presidente Duque para aceptar la ayuda humanitaria en Venezuela. Dice él, en entrevista con la Voz de América, el 16 de febrero de 2019, después de reunirse con el presidente Trump: "En Venezuela hay gente muriendo de hambre, en Venezuela hay gente que no ha tenido acceso a medicamentos, el régimen pauperizó al país". Duque, que habla con mucha autoridad, parece olvidar que hay cifras en Colombia difíciles de borrar, que aunque no pasaron el gobierno que él lidera, sí pasan en el Estado del cual es la cabeza visible. Por ejemplo, se olvida el mandatario que en Colombia también hay gente que se muere de hambre. De hecho, ante la mirada del Estado colombiano, más de cinco mil niños wayúu han muerto en los últimos diez años de hambre, sed y enfermedades relacionadas a la desnutrición que la ciencia cura hace muchos años.
El departamento de La Guajira tiene más de un millón de habitantes (la tercera parte de los venezolanos que han abandonado su territorio) que viven en la pobreza total. Esto lo dice el Dane en sus estadísticas. Ahora bien, mientras que la pobreza entre los años 2013 y 2017 cayó 36 puntos porcentuales, en La Guajira subió 6 puntos; mientras que la pobreza monetaria en promedio en Colombia está en el 26,9%, en La Guajira está en el 47%. Estos valores si tomamos con referencia al África Subsahariana, que es el ejemplo de la pobreza mundial, allá el promedio de la pobreza es del 43%, es decir en La Guajira hay 4 puntos porcentuales por encima del que es el modelo de pobreza en el mundo.
Además, el índice de Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI) es del 65,23%, superando por tres veces el promedio nacional, que está en el 27,70%. Uribia y Manaure, de los municipios con mayor población en el departamento, cuentan con unos NBI escandalosos: 95,05% y 79,75% respectivamente. Con solo leer estos datos se hace necesario no solo un concierto, sino que el mundo voltee la mirada a este lugar en crisis de Colombia.
La Guajira es el ejemplo más diciente, pero si se le suman a estos datos los números de departamentos como Chocó, Sucre, Córdoba, Putumayo, Cauca, en fin, todo los departamentos pobres de Colombia, los datos son más alarmantes y seguramente superan a las 3 millones de personas que han salido de Venezuela en búsqueda de ayuda humanitaria.
Una cosa debe ser clara, no se debe dejar solo al pueblo venezolano en este momento tan difícil, Maduro y sus secuaces deben salir del poder, y será el pueblo venezolano que lo sacará, pero tampoco podemos dejar solo a los departamentos de la Colombia olvidada. En el gobierno que el presidente prometió gobernar, el 86% de la población es rural y el 51% de la población urbana vive de la informalidad, seguramente ganando menos de un salario mínimo legal vigente mensual.
El llamado ahora es a un concierto de iguales magnitudes al de Cúcuta en La Guajira, que traigan aquí esas toneladas de ayuda humanitaria, pero que sirvan para visualizar los grandes problemas que tiene el departamento y hacer que de una vez por todas llegue la presencia del Estado que hace años abandonó este territorio.