La primera vez que apareció aquel personaje fue de la mano de un viejo caudillo de la derecha política colombiana que buscaba un buen sucesor. El viejo ya lo había intentado, pero solo había fracasado. Sin embargo, esta vez pensó un poco más a largo plazo y buscó a este muchacho con un aire joven y risueño, que además tocaba la guitarra, decía que le gustaba Sílvio Rodríguez y daba cabezazos a un balón de fútbol.
En el 2014 se hizo el primer experimento y el muchacho de los recados se volvió senador. Posteriormente, y ante el desgaste de gran parte de la “clase política” colombiana y el pavor a la “izquierda”, este muchacho y sus fruslerías cómicas seductoras junto con el viejo caudillo y la tradicional “clase política” colombiana ganaron la presidencia de la república.
En sus inicios, en el 2014, era común ver a este personaje poner letreros de cartulina en su pupitre del Congreso para pedir que se bajaran los impuestos. Lo mismo ocurrió en la campaña presidencial, pero esta vez eran vallas publicitarias por todo el país, y él mismo de viva voz, en cada mitin de campaña, anunciaba a los cuatro vientos bajar los impuestos y subir los salarios. Ahora resulta que esto no es verdad. La cuestión, quizás, es que sus votantes no le entendieron el lenguaje sutil, él hablaba en realidad de bajar los impuestos a los más ricos y así mejorar sus ingresos.
Pagar impuestos, sin duda, es una necesidad y debe hacerse, solo así se puede garantizar el Estado. Sin embargo, aunque Colombia no es el país que más paga impuestos, hay un lío fundamental que tiene que ver con cómo esos impuestos generan productividad y bienestar para la población. Por ejemplo, cuando tuve la oportunidad de vivir en España, el IVA era del 21%, pero a uno no le importaba pagarlo para sostener el Estado, ya que este proveía educación y salud a la población. Algo similar ocurre en los países nórdicos, en Suiza y Canadá, donde el dinero se ve reflejado en la seguridad y el bienestar.
Por otro lado, cabe anotar que el IVA es el impuesto que más genera desigualdad, pues este lo paga de igual forma el muy rico, el rico, el muy pobre y el pobre, cosa que es perversa si tenemos en cuenta que Colombia es uno de los países con más desigualdad. Por ejemplo, María, una mujer que trabaja mucho y se esfuerza para que sus hijos tengan lo necesario (un plato de comida y el estudio para que salgan adelante”), y el señor Vélez, un hombre que gana demasiado dinero y que normalmente no hace la compra sino que manda a su empleada del hogar, pagan los mismos impuestos a la hora de comprar una botella de aceite y así con varios productos más.
Sin importar eso, ahora sale el “ilustre” presidente diciendo que hay que apretarse el cinturón y ser austero, un mantra bastante conocido. No obstante, dicho sacrificio se lo pide solo al colombiano normal, no a los grandes millonarios y sus fortunas. Consecuentemente, sale el personaje y hace declaraciones populistas de disminuir su equipo de seguridad, pero no cuenta, por ejemplo, el paseo que pagaron los colombianos para que un grupo de amigos, sus esposas y hasta su suegra fueran a besarle la mano al papa.
En definitiva, la cuestión no es que suban impuestos, la cuestión es: dónde está mi derecho a salud, dónde está mi derecho a educación, dónde está mi derecho a la vivienda, dónde está mi derecho a un trabajo digno etc. Es ante todo ahí donde debemos poner el dedo, el servidor público tiene que servir y el Estado tiene el deber de proteger a sus ciudadanos. Usted, señor Duque, en tres meses ha demostrado ser un desvergonzado mentiroso, que no es capaz de defender a las colombianas y colombianos, ¡váyase!