Emperadores, presidentes, papas, líderes de toda naturaleza, y hombres y mujeres de todos los tiempos se han tenido que enfrentar a la lucha interna contra la obstinación. Seguramente en la vida ordinaria, muchos de nosotros nos hemos visto abocados a una lucha similar, sobre todo aquellos que viven en el seno de alguna institución, llámese matrimonio, comunidad, equipo, etc. Y es que precisamente la obstinación puede reportarnos grandes conquistas. Sin embargo, llega un momento en que dicha actitud puede conducirnos a la ruina, puede volverse tóxica.
El presidente de nuestro país hoy se enfrenta probablemente a esta lucha interna. ¿Aún vale la pena obstinarse por una política fuerte, que ciertamente tuvo sus éxitos en la primera década de nuestro siglo XXI, pero que evolucionó y se perfeccionó con el pasar de los años? ¿Es legítimo recurrir a una estrategia de guerra en un país que ya aprendió a zanjar sus conflictos por la vía del diálogo? ¿Es sensato aplicar una estrategia militar que funcionó años atrás, pero que tal vez ahora está desactualizada?
Presidente Duque: los estadistas que se han hecho grandes en la historia son aquellos que han sabido reconocer sus defectos y limitaciones, y que se han aventurado a nuevas estrategias de consenso y de bienestar común. Probablemente usted se siente seguro con las banderas de la Seguridad democrática, y cómo no, si con ellas llegó a la primera magistratura de la nación. Sin embargo, es ahora el momento, el día, para demostrar con entereza su capacidad de hacer compromisos en bien de nuestro país. Utilice lo mejor que ha encontrado en su familia política, pero también ose aprovechar las victorias reportadas por su predecesor inmediato en el gobierno. Es un acto de entereza reconocer que la política que prioriza la defensa nacional y las etiquetas de los demás como “los malos”, no lleva a otra cosa sino al conflicto. Los autores del atentado en la escuela de policía son objetivamente los culpables de dicho acto. Pero también es cierto que si un gobierno no se dispone a la negociación y al diálogo, no puede esperar de su contrincante una actitud de docilidad máxima.
Presidente Duque: ¡No deje que la obstinación venza esta batalla! Dialogar no es claudicar. Reconocer los propios errores no es perder. Darse cuenta que Colombia está entrando en su siglo XXI por la puerta de la reconciliación y de la convivencia es un acto de entereza, y le exige, a Usted, la renuncia a la obstinación de la guerra. Una obstinación que de hecho no es tan suya. Vuelva a vaciar el hospital militar con la fuerza y la contundencia del diálogo. Los familiares de los policías y militares de Colombia le agradecerán su valentía al renunciar a la obstinación.
Presidente Duque: Si usted renuncia a la obstinación del lenguaje bélico y de la política del más fuerte, seguro tendrá opositores, costos políticos, pero con toda seguridad, con ese signo vencerá y tendrá su diploma real de estadista. Así se hace la historia. In hoc signo vinces (Eusebio de Casaréa, Vita Constantini, XXVIII).