Es claro el motivo por el que el presidente Duque se niega a hacer presencia en el territorio donde está la minga indígena y presidir él mismo los diálogos: cree que al no ir demuestra carácter y fortaleza, al no dejarse presionar por los bloqueos en carreteras que están haciendo las comunidades indígenas, y que él ha manifestado que son “vías de hecho”. Virtudes que precisamente muchos le han cuestionado que le hacen falta para tomar las decisiones que requiere el país.
Pero, presidente, por encima de su orgullo personal y el de su gabinete está el bien de la nación. Los bloqueos en las carreteras generan serios problemas en la economía. A veces son sectores completos los que se ven perjudicados. Se afecta el campesino que no puede vender sus productos, se afecta el consumidor que no puede comprarlos, se afecta el conductor de camión que queda paralizado. También se afecta la movilidad y el turismo. Es decir, todos perdemos.
Sabemos cuál es su justificación y la de su equipo: el bloqueo a la carretera constituye una vía de hecho que el gobierno no puede admitir. Pero tenga en cuenta que quienes están protestando e hicieron el bloqueo no son terroristas, ni delincuentes, ni miembros de bacrim, para decir que solo tienen como fin la desestabilización del país. Son miembros de comunidades indígenas, apoyados por afros y campesinos, que intentaron de todas las maneras ser escuchados sobre algo puntual, y es el incumplimiento por parte del gobierno nacional de los acuerdos que garantizaban financiación para sus comunidades, pero que al no ser oídos recurrieron al bloqueo como medida única para lograr la atención que pedían.
Parece que los diálogos han llegado a un punto muerto. Los indígenas dicen que no levantan el bloqueo hasta que el presidente Duque no vaya en persona a escucharlos. Y el presidente dice que no va a la zona hasta que no levanten el bloqueo. Y mientras tanto siguen pasando los días y los perjuicios económicos y sociales van en aumento.
Es aquí donde usted, señor presidente, debe demostrar el coraje y la inteligencia que los colombianos vimos en usted para elegirlo en el cargo (o por lo menos que vieron aquellos que votaron por usted). Lo que está sucediendo con los indígenas en el Cauca es algo serio, revestido de gravedad. No se trata de un conflicto de egos que consiste en verificar cuál parte resiste más, como si fuera una pelea de novios. Lo que está en medio es el bienestar del país.
Como dije anteriormente, los indígenas no son delincuentes. Son la entraña misma del pueblo colombiano, con los que, por lo demás, tenemos una deuda histórica y cultural. Y que ante la negligencia del gobierno nacional de escuchar sus reclamos legítimos, se vieron en la necesidad de iniciar esta minga de la que ya han demostrado su justificación moral y política. Y es por eso que la mayoría de colombianos los apoyamos, lo que se puede ver en redes y en medios de comunicación.
Así que no son ellos los que deben ceder en este momento de las negociaciones. Vaya al Cauca, presidente. Escuche a los indígenas, que es lo único que han pedido desde el principio: ser oídos. Sí, seguramente pasará lo que usted teme, y es que algunos dirán que es una demostración de debilidad política. Pero muchos otros (la mayoría, se lo aseguro) lo aplaudiremos y lo tendremos como un acto de responsabilidad mínima con el país. Además, recuerde que por encima de todo debe estar el bien de la nación.
