Como un evento social entretenido para un caluroso sábado podemos calificar la visita del presidente Iván Duque a Ibagué, que buscó romper la monotonía de la parroquia. Porque es una de las más intrascendentes y poco productivas de las que se han honrado hacer a estas tierras nuestros jefes de Estado en los últimos años. Claro, las otras tampoco es que nos hayan dejado mucho, la verdad.
Ni un solo peso nuevo, ni un solo anuncio de obras nuevas, nada sobre inversión o proyectos para nuestro territorio; todo se trató de dar altisonancia a lo ya anunciado o lo que ya viene en ejecución o ya aprobado. Le abono al Presidente que utilizó el viejo recurso de la oratoria de dramatizar las cifras para causar un mayor impacto y que se llevó una camiseta nueva del Deportes Tolima.
Que la primera piedra del Coliseo Mayor de los fallidos escenarios deportivos para Ibagué, que es proyecto viejo; la entrada en operación del viaducto de Gualanday, pero que ya venía en ejecución y le sirve es a la conectividad del país hacia el puerto de Buenaventura; la vía Cambao-Manizales la cual se impulsa desde hace años; que aprobar rápido el Conpes y el Confis para el Sistema Estratégico de Transporte Público tema añejo y ese proyecto lleva más de 10 años dando vueltas; y con todo respeto el más más risible anuncio: “yo quiero que en este Gobierno dejemos este proyecto, con toda claridad para su ejecución”, refiriéndose al Triángulo del Tolima. Pues cabe recordar que lo mismo dijeron Santos y Uribe en sus dos períodos de gobierno y el Triángulo sigue botado en el sur como un gran elefante blanco.
Lo más significativo e importante de su visita sin duda alguna es haberse reunido con la comunidad académica de la Universidad de Ibagué, para exaltar el logro de la acreditación institucional de alta calidad que es muy significativo para ella y la región.
Pero ni una sola mención a los textileros o confeccionistas a los cuales está quebrando su gobierno a punta de medidas proteccionistas para los importadores, no les musitó una palabra a los mil talleres y cerca de 15 mil confeccionistas ibaguereños. Tampoco, nada de nada para tratar de mitigar el flagelo del desempleo en la capital tolimense, cero en lo específico de nuevas vías o inversiones puntuales para la zona rural del departamento, más allá de la generalidad de que habrá recursos para vías terciarias en todo el país.
Eso sí, logró descargar parte de su responsabilidad y compromisos de campaña con el Tolima, es decir, salió ganando, gracias al Gobernador Orozco quien fue el que más anuncios de inversión hizo para Ibagué al comprometerse con recursos para terminar escenarios deportivos como el complejo acuático, el Coliseo Menor de la calle 42, y de ñapa se llevó Duque el regalo de Orozco de sembrar un millón de árboles en el Tolima en sus cuatro años de mandato, para apoyar el compromiso de Duque de sembrar 180 millones de árboles en territorio colombiano adquirido en la Foro Económico Mundial pasado. A propósito el único que hizo visible a los confeccionistas y talleristas fue Orozco, Duque miró para otro lado. Reitero mis preguntas ¿A qué vino Duque? ¿Qué trajo Duque? Respuesta: Nada.
Claro no faltarán los que traten de presentar esta visita como un gran gesto de generosidad del mandatario, señalar la cantidad de anuncios positivos, el inmenso amor por el Tolima el haber venido a ratificar el apoyo con las obras que vienen desde hace años. Pero bueno, como la esperanza es lo último que se pierde, ojalá que su próxima visita sí sea productiva y no solo de fotos y protocolos, que traiga alguito a esta tierra que políticamente le ha servido tanto a él y su jefe.
De otro lado, un enorme abrazo a los colegas en el Día del Periodista, profesión por la cual tenemos que continuar luchando por su dignificación y mejor estatus social. Una sugerencia, leer el último informe de la Fundación para la Libertad de Prensa reseñado ayer por EL NUEVO DÍA. Un buen panorama de la actividad en el país, que sin duda sigue siendo de enorme riesgo: 117 comunicadores amenazados, dos asesinados y cuatro exiliados.