¡Presidente Duque, deténgase! Escuche al país, no le tenga miedo al diálogo. No persista en este curso de acción autoritario e inmoral. Se lo digo con lealtad de ciudadana, con la certeza de que somos mayoría y no estamos protestando con un ánimo de destrucción. A nadie le gusta protestar, ni es fácil hacerlo. Imagínese la necesidad que arrastra a este pueblo, tan acostumbrado a agachar la cabeza y dejarse manosear sin levantar la voz, para que, con todo y el miedo, el descrédito, y la estigmatización, hoy esté dispuesto a salir a la calle a plantarle cara.
No cometa este error a un costo que usted no tiene como pagar. Sacando los militares a la calle, usted, personalmente, como Comandante en Jefe de las Fuerzas, está asumiendo la responsabilidad directa por la pérdida de vidas, por los heridos, por el resentimiento que esto está suscitando.
Se ha dicho que no hay motivos para protestar, que todo esto es invento de los revoltosos. Le acepto el reto, ¡hablemos con argumentos! Tiene a todo su gabinete asegurando que a la economía le está yendo divinamente, que el mundo esta maravillado con nuestros resultados. Vamos a ver. Empecemos por la economía. La cuestión es: ¿por qué, si la economía está creciendo, sigue aumentando el desempleo y la inflación? La respuesta está ahí, en sus cifras: la inflación se ha mantenido en el rango de las metas, pero creció. El desempleo se disparó, la confianza de los consumidores se mantiene en terreno negativo, las exportaciones no repuntan y el déficit de la balanza comercial sigue aumentando.
Entonces, si no hay empleo, y la gente no gasta, ni las exportaciones aumentan, ¿a qué se debe este crecimiento? ¿quién está ganando? Los que más crecieron fueron la banca y el sector asegurador (5,5 %), y la explotación minera y de canteras (5,3 %). Ningún sector está empleando porque no hay confianza en el futuro, y porque una buena tajada de esos buenos resultados, son ficticios.
Y son ficticios, porque lo que también creció en Colombia es el narcotráfico, y según una fuente de su corriente política, le aporta 19 billones al PIB. Andrés Felipe Arias nos confirma, en un estudio que acaba de publicar sobre el peso de la economía subterránea, que es esta la que compensa, flota y estabiliza el sistema.
Pero, si por Hacienda llueve, por la Cancillería no escampa. Lo poco que se había avanzado en carrera diplomática se fue al traste con su gobierno, que convirtió los cargos en el exterior en chequera para pagar favores. La incompetencia de algunos de esos improvisados diplomáticos es tan sonora, que le tocó al exministro Holmes Trujillo salir a decir que para formar parte del servicio diplomático “no era requisito saber de relaciones exteriores”.
Como si fuera poco, nos acabamos de enterar gracias a un trabajo de investigación de Natalia Martínez y Esperanza Arias para Publimetro, que el excanciller Holmes Trujillo “no hizo nada, ni tenía estrategia”, y que estaba dedicado a hacer política con los puestos de la Cancillería. Ese canciller es al que usted decidió premiar mandándolo a poner orden en la cartera de Defensa, que, según el denunciante, el embajador Francisco Santos, era un completo desastre porque el exministro Botero “no trabajaba, no venía y no sabe de eso (…)”.
Tal parece que el embajador Santos también lo está reemplazando a usted en las decisiones más trascendentales de la conducción del Estado. Según su propia confesión, está conspirando con otros en el montaje de “acciones encubiertas allá adentro (de Venezuela)”. Tan serio es el asunto, que ni siquiera precisó el alcance de esas acciones a su jefa y confidente, la recién posesionada canciller, quién tampoco se sintió llamada a pedirle explicaciones. ¿Qué tipo de acciones encubiertas promueve el Embajador Santos?, y más importante aún, ¿Quién las ejecuta?, ¿los Rastrojos?
Volvemos así al argumento original: el embajador Santos, el ministro Botero y el canciller Holmes Trujillo son los mismos que lo dejaron solo, haciendo el ridículo, en la Asamblea General de las Naciones Unidas. Ninguno asumió responsabilidad entonces, ni lo harán ahora por su significativo aporte a este desgobierno, si la situación se sale de control. Como ve, señor presidente, no hay necesidad de inventar nada. Ustedes confiesan solos.
Se equivoca cuando supone que queremos el desorden y nos alegra que le vaya mal. Falso. Ni nos alegra este desmadre, ni es usted el que pierde. Pierde la gente que se queda sin empleo, los que no tienen como alimentar a sus hijos, los que se sienten alienados en un país en el que los derechos de muchos se han sacrificado para mantener los privilegios de pocos.
Por eso le pido que se detenga. Usted ha llegado al momento más crítico de su gobierno, y es aquí en donde se definirá su legado. Hoy tiene la oportunidad de sentarse a dialogar, escuchar los contenidos de los reclamos, establecer acuerdos sensatos y convocar la coalición más amplia posible para hacerlos cumplir. Usted tiene, como presidente de la transición hacia la paz, las herramientas constitucionales para concretar esos acuerdos sociales. O para meternos en otra guerra. El fósforo y el bidón de gasolina están en sus manos.