No se requiere ningún esfuerzo para entender que Colombia atraviesa por el momento más difícil de su historia reciente. Así parte de esa minoría que menos ha sentido el impacto de la pandemia o de aquellos que no quiere cuestionar al gobierno trate de endulzar este momento poniéndole optimismo, la verdad es que millones de colombianos sin voz están viviendo diariamente una verdadera tragedia. El desplome del 15,7 % del PIB en el segundo trimestre del año es un costo que están asumiendo un gran número de ciudadanos de este país. Mientras que para algunos la crisis se refleja en pérdida de ingresos para otros es hambre, así de sencillo. Con poco eco en el gobierno, esto lo viene diciendo la FAO desde hace rato.
Pero ante semejante tormenta perfecta, como Ricardo Ávila denomina esta crisis en su excelente análisis en El Tiempo, tenemos a un presidente de la República absolutamente distraído. Por el bien del país y por el suyo propio presidente Duque, por favor, concéntrese en lo que toca dado el momento en el que estamos. La situación del expresidente Uribe no es de su fuero, y la situación del Centro Democrático tampoco. En cambio, como presidente de Colombia sí tiene dos temas críticos en sus manos: primero, los asesinatos inexplicables de líderes y de jóvenes, entre otros, en episodios oscuros que le exigen actuar de inmediato, y segundo, nada menos que afrontar con decisión el real desplome de la economía, y todo ello en medio de la pandemia que está en momentos críticos.
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Cómo se ha venido haciendo la apertura de distintos sectores no es lo que toca. Las transferencias de ingresos a ciertos sectores, tampoco; la inflación cero demuestra una crisis de demanda
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Si bien la culpa de este inmenso costo económico con grandes consecuencias sociales se le atribuye al confinamiento como medida de protección de la pandemia, la verdad es que el tema puede ser más complejo. La apertura de sectores productivos empezó en abril y ha seguido de alguna manera hasta ahora. Sin embargo, los primeros en reiniciar su actividad productiva como la construcción y algunos sectores industriales no muestran señales de dinamismo, sino que por el contrario, se contraen fuertemente. Es decir, la forma como se ha venido haciendo la apertura de distintos sectores no es la que toca. Y por el lado de las transferencias de ingresos a ciertos sectores, tampoco; inflación cero demuestra que estamos frente a una crisis de demanda. Sencillamente, si quiere que esta economía empiece a reactivarse realmente en medio del peor momento de la pandemia en las principales ciudades del país, no puede seguir haciendo más de lo mismo.
Lo primero que tiene que aceptar es se requiere un análisis objetivo sobre la razón de que la apertura de casi todos los sectores productivos no haya podido frenar la caída en picada de la economía. Lo cierto es que las ayudas a la gente, que podrían incentivar la demanda que está en el piso, no lo han logrado, y además la inflación cero no le ha prendido hace rato las alarmas. Pero además, dónde está el verdadero balance de la estrategia de recuperación de la producción y de los aportes a la población más vulnerable. Cuántas nóminas se recuperaron y por qué, según muchos estudiosos del tema, se espera que el desempleo no baje del 20 %.
Estas y muchas otras preguntas ya deberían estar siendo analizadas por expertos, y no solo por la Universidad Sergio Arboleda, ninguna estrella en economía, ni por sus áulicos. Abundan los buenos economistas en este país como para subestimar su aporte. Lo que menos necesita Colombia en este momento es un presidente distraído en temas que no le corresponden o que no son prioritarios; eso es un drama tan grave como las demoledoras cifras económicas que acaba de presentar el Dane. Por favor, Presidente Duque, concéntrese en Colombia.
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