Estoy indignado.
Cómo así que no le creen al presidente, ¿Seremos indolentes?, cómo así que cuando él dice y afirma con su entereza habitual que se acaba de enterar de la millonada de dólares que entró a su campaña por parte de Odebrecht, no le creemos. ¿Cómo así?
Es que nadie puede entender que es completamente factible y normal que una campaña electoral pueda recibir dineros muy irregulares en billetes sucios y manchados y los directivos de la campaña y los mandamases de la compañía mafiosa cuando reciben el bolsado de plata dicen al unísono, pero pilas, top secret, que el candidato no sepa, él no puede saber nada de esto, que esto queda entre nosotros.
Creámosle, que no sabía.
Lo mismo Samper. Tampoco sabía
¿Por qué tendría que saberlo?
Y lo mismo Samper. Tampoco sabía. Él no sabía que entró una burrada de plata a su campaña por parte de la mafia del cartel de Cali. ¿Por qué tendría que saberlo?
Igual Zuluaga. Él estaba con sus discursos y como buen ejecutivo supo delegar en hábiles y algo mañosos terceros todo ese asunto de los dineros en la campaña. Lo que importa son las ideas
Recordaba el libro En qué momento se jodió Colombia de Plinio A. Mendoza, que recoge varios muy interesantes puntos de vista sobre el asunto (el asunto de cuándo se jodió Colombia), cuando vi la portada de la revista Semana, que se pregunta hace dos semanas cuándo perdió Colombia la ética, para a la semana siguiente sacar en portada la foto a colores de ocho presidentes de América Latina bajo el llamativo título de “Todos untados”.
Y la pregunta es: ¿Todos, o hacen falta más?
Y hablando de...
Y hablando de opiniones dadas siempre bajo la estricta subjetividad de cada uno, cada quien con su ceguera mental, se me vino a la cabeza un relato viejo que puede reflejar bien la terquedad de Uribe que jamás aceptará que actuó mal, muy mal, cuando acusa en forma ciega a un periodista de violador de niños. El relato, que también puede ser un chiste flojo de cantina a eso de las tres de la mañana, así dice:
“Pago más de cien mil en luz, casi no veo televisión y apago siempre la luz del baño, hasta cuando entro al baño. En suma; no gasto en luz.
Y ya sé a qué se deben esas facturas tan altas. No me creerán ustedes, pero cada vez que abro la puerta de la nevera (mi nevera tiene puerta), la luz está encendida, a toda hora está encendida, y eso no hay bolsillo que lo aguante. Acabo de abrir la puerta de la nevera otra vez, para verificar, y no me creerán ustedes. ¡¡¡La luz de la neverita estaba encendida!!!”.
Por siempre este caballero dirá en todo tipo de reuniones que no se imaginan que una simple bombilla le tiene la cuenta de la luz en números rojos, así como cierto hombre público repetirá hasta el cansancio lo que ya dijo del humorista Samper y que da pereza repetir.
