Era de suponerse que esa relación politiquera con personas que cambian de partido político cuando se les da la gana, buscan siempre beneficios personales; no se puede confiar en ellos porque también están rodeados de cuanta porquería recogen, primero para que les embolen los zapatos, seguramente se arropen en las mismas sabanas, y después se conviertan en sus títeres que terminan montados mandando, dando órdenes absurdas a diestra y siniestra, nombrando electores en cargos públicos para pagar votos, sin conocer el tema de la buena política, y se convierten en otros tragones del erario público, para continuar manejando el poder que oprime a los colombianos, que eligen a la basura, como sus dirigentes.
El despertar del cinco de junio de 2023 quedará en la historia porque dejó en la opinión pública, sobre todo de quienes eligieron al presidente Petro, un sabor amargo en la esperanza de cambio.
El exembajador elefante de Venezuela, quedo en la calle como quedaron todos los que una vez fueron expulsados de las cuevas de San Victorino en Bogotá, y que aún no se han podido levantar. Este señor creyó que era el más grande de todos los asesores presidenciales, y se convirtió en dueño y señor de sus acciones, irrespetando hasta al callado canciller, que nunca le dio permiso para viajar adonde se le diera la gana.
Todo termino con la perdida de la visa americana, grabaciones de groserías y vulgaridades; denuncias de secretos económicos millonarios utilizados en campaña de compra de votos. La prensa libre destapa estas porquerías y corrupción, porque es su obligación profesional ya que representa al pueblo que no puede hacerlo por temor. El ex embajador quedo desempleado, aunque a él seguramente no le importa porque es posible que esté protegido a lo mejor por algunas bolsas negras debajo de la cama llenas de billetico. Ojala el elector futuro recuerde estos episodios y no vuelva a cometer el error de elegirlo como congresista, porque una persona como esa no puede ser padre de la patria; ni más faltaba.
Las investigaciones, si se llevan a cabo como debe ser, servirán para montar una novela policiaca que empieza por contar y aclarar por qué y cómo aparecieron quince mil millones (posiblemente después de la visita del hermano del presidente a las cárceles) en una campaña comprando votos sin control por toda Colombia, presentando espectáculos con licor y cantantes de toda música entreteniendo al despistado votante. También contara porque llego una asesora que más bien parece una cuidadora presidencial, a tener tanto poder y cargar tantos millones en efectivo en su vivienda, y porque culpo e hizo investigar a las peligrosas niñera y otras servidoras poli grafiadas como del clan del Golfo, porque habían destapado algo que ellas no conocían. Y después, la explosión de la piedra del ex embajador de Venezuela, que destapa secretos aun no contados y todo adornado de palabras vulgares y amenazas que indican que su relación con esa cuidadora presidencial podría haber sido muy ligada a su vida personal y que el ex funcionario era más poderoso que el mimo presidente.
Qué horror, que horror, qué pena, dice la canción de mambrú, que nos enseña que se fue a la guerra y no sabe cuándo, o si volverá. Es decir que el presiente Petro se enfrenta a una nueva guerra con sus propios supuestamente amigos, que le hicieron la campaña para montarlo en el elefante cargado de mentiras y billete desconocido, que está entrenado para tumbarlo si no se baja y cambia de estrategias.