En el mundo la imagen de Trump no solo es la de un personaje desagradable sino peligroso. Por eso es difícil entender la aceptación -o peor, el respaldo- que tiene en los Estados Unidos.
Su similitud con Hitler, o por lo menos la forma en que se hacen repetidamente comparaciones con él, muestran unas características y unas propuestas políticas que parecerían inaceptables para el país que lideró la lucha ideológica y la armada contra el modelo que hoy Trump propone a sus conciudadanos.
Más teniendo en cuenta la obsesión o por lo menos la forma en la que reivindican los ‘valores’ que deben caracterizar al individuo acorde con su tradición puritana.
Lo que sucede es que los líderes o los gobernantes no son quienes determinan el comportamiento de aquellos a quienes gobiernan o van a gobernar sino son las corrientes históricas que conforman en cierto momento una mentalidad colectiva las que encuentran voceros que se convierten líderes para que se expresen por ella.
Todos los dictadores lo son porque en su momento subieron al poder con el respaldo popular; la mayoría de las veces por vías democráticas (o sea elegidos) otras por fuera del sistema institucional, sea por golpes de estado o por ‘golpes de opinión’. Y solo cuando esa ‘mentalidad colectiva’ cambia de orientación y el gobernante intenta mantenerse en contra de ella es que se convierte en ‘dictador’, internamente porque las políticas que sigue no cuentan con las mayorías para apoyarlas., pero con más frecuencia porque desde afuera así lo califican. Es el caso de Hitler, o de Putin, o de Pinochet, o de Maduro, o de nuestro Rojas Pinilla.
En todos los casos las características de personalidad son secundarias (incluso desconocidas, aunque no en el caso de Trump) para quienes se identifican con lo que la persona ofrece como respuesta a la situación o coyuntura política del momento, y solo aparecen para cuestionarlo como ‘dictador’.
Los americanos están nostálgicos de su grandeza en el momento en que ésta se empieza a esfumar y ‘volver a la América grande’ (MAGA) es lo que desearían. Una América Grande y sin responsabilidades diferentes de satisfacer a sus hoy ciudadanos. Trump no existiría si no fuera porque responde a esa tendencia ciudadana.
Petro subió legítimamente porque es lo que ha pedido Colombia; y mal se puede afirmar que tiene propósitos dictatoriales mientras no rompa la institucionalidad y pierda las mayorías
Petro subió legítimamente porque es lo que ha pedido Colombia; y mal se puede afirmar que tiene propósitos dictatoriales mientras no rompa la institucionalidad ni pierda el respaldo de las mayorías.
Sin embargo, la oposición considera que esto está sucediendo y por lo tanto buscan darle ese tratamiento, pareciendo no contentarse con impedirle gobernar sino intentando sacarlo: ‘fuera Petro’ se ha ido convirtiendo en la consigna.
Por ambas partes (Petro y la oposición) y en ambos casos se está ante el panorama de una previsible profecía autocumplida: según Petro lo que se está desarrollando es un ‘golpe blando’ para sacarlo; según los opositores hacia lo que se está avanzando es hacia una dictadura.
En el fondo esas ‘profecías autocumplidas’ están forzando llegar a alguna de ellas; lo malo es que no se sabe cuál es peor, ni hasta dónde piensan llegar cada uno si las toman como verdades.
Si se cumple la predicción de la oposición -y el análisis de sus motivaciones- caeríamos en una tiranía incompetente y anárquica; si se concreta el temor de Petro no se ve que avanzaría la oposición con un gobierno de Francia Márquez o cómo se saldrían del régimen institucional (¿una Asamblea Constituyente? ¿un golpe militar?).
Infortunadamente estamos sumidos en una guerra civil que aunque es solo bajo la forma de la capacidad de trasmitir desinformación solo puede producir las consecuencias negativas de alguna de estas alternativas.
