“En una sociedad que se encuentra dividida en clases antagónicas, la prensa refleja los intereses de una clase determinada”.
La vida humana adquiere sentido cuando se tiene libertad. Solo siendo libre el ser humano encuentra la felicidad, la alegría del trabajo y de la creación.
La libertad del individuo depende del nivel de democracia que haya dentro de un régimen social, de la medida en que la sociedad le otorgue condiciones y posibilidades democráticas para hacer uso de las conquistas de esa sociedad. El brillo de la libertad de la antigua democracia, que cegara a tantos ideólogos burgueses de la época, no puede ocultar el marco estrecho de la misma que excluyó por completo a las enormes masas de esclavos.
Solamente en una sociedad en las que se crean verdaderas condiciones democráticas para el desarrollo del talento y de las capacidades de cada uno, en una sociedad que brinda a plena disposición de sus miembros sus adelantos y sus bienes triunfa la libertad verdadera. Ello es posible en una democracia cuando los trabajadores se encuentran liberados de cualquier clase de explotación, cuando no existe la opresión nacional y racista, cuando se acaba con la desigualdad en derechos. Aquí no se trata de una simple teoría, ya que eso se demuestra en la práctica y es una realidad en el modo de vida de los países con el más alto grado de desarrollo humano.
Solo si existe una democracia verdadera se puede desarrollar la libertad de la sociedad y del individuo. La democracia es uno de los medios eficaces para conquistar la libertad y hacerla más profunda y amplia. Por otra parte, la libertad no es, de ninguna manera, un reflejo pasivo de la democracia, sino un estímulo en acción.
En la democracia verdadera, la posibilidad que tienen los ciudadanos de participar en la dirección de su Estado se garantiza por medio de amplios derechos y libertades. La legislación de esas sociedades garantiza a sus ciudadanos la libertad de palabra, de prensa, la libertad de reunión, de mitin y de desfiles y manifestaciones en la vía pública, la libertad de creación, el derecho de asociarse en organizaciones sociales, etc.
Todo lo mencionado se garantiza al entregarle a los trabajadores y sus organizaciones edificios públicos como, por ejemplo, los clubes, los palacios de la cultura, teatros, escenarios deportivos, casas para la juventud, así como la posibilidad de utilizar para mítines y manifestaciones las calles y las plazas de las ciudades y poblados. Los trabajadores y sus organizaciones sociales cuentan con los medios masivos de información y propaganda. En pocas palabras, se garantiza y asegura materialmente a los ciudadanos sus libertades políticas.
Visto lo anterior, tomemos el problema de la libertad de prensa y veamos cómo se resuelve en la democracia capitalista y en la democracia pura.
Grandes pensadores de la humanidad han considerado que la libertad de prensa es la premisa principal dentro de las libertades democráticas en cualquier Estado. Acerca de esto, Marx escribió lo siguiente: “…son ilusorias todas las demás libertades si no existe la libertad de prensa”.
La libertad de prensa es el lema de la “democracia pura” en la etapa en la que predomina la burguesía. Dicho lema lo tomó la burguesía como bandera en los comienzos mismos de su lucha en contra del feudalismo. En aquella época la burguesía se encontraba a la cabeza del “tercer estamento”, o sea, de las masas populares y representaba en sí una fuerza progresista en comparación con la nobleza feudal que detentaba el poder.
La burguesía verdaderamente deseaba la democratización del régimen social y su lema de “libertad de prensa” manifestaba la necesidad que sentía de formular públicamente sus ideas, de defender abiertamente sus puntos de vista, convicciones y derechos. Pero en cuanto la burguesía tomó el poder y comenzó a defender sus intereses de clase, el lema de “libertad de prensa” se convirtió en un medio para ocultar la dependencia económica y de derecho de la prensa respecto de la clase en el poder. Hasta la fecha los ideólogos capitalistas tratan de mantener la ilusión de la “libertad de prensa” de su completa “independencia”. La libertad de prensa y las demás libertades del gran capital se presentan como “absolutas y del dominio de todos”
La promoción del lema de “la libertad absoluta de prensa” oculta una de las leyes más importantes de la vida social: en una sociedad que se encuentra dividida en clases antagónicas, la prensa refleja los intereses de una clase determinada.
Como la prensa es una institución de la democracia, está ligada siempre con tal o cual clase. Es del dominio público, además, que en el mundo capitalista la prensa se ha convertido en una de las ramas de la industria. Es en esa forma como la libertad de expresión se convierte en parte integrante de la industria capitalista, o sea, ha descendido al nivel de los negocios. Aquí podemos decir con el gran pensador que: “la libertad más importante de la prensa consiste en no ser negocio”.
La empresa capitalista conduce a una gran concentración de la prensa en manos de un pequeño grupo de propietarios, con lo que la convierte en un arma de la política dirigida en contra de la democracia. Ya lo dijo Julio Mario Santo Domingo dueño de varios medios de comunicación, refiriéndose al papel de la prensa en el mantenimiento del poder “los medios de comunicación son como un revolver, cuando uno lo necesita lo saca y dispara”.
Casi toda la prensa y la industria editorial de Colombia se encuentra en poder de tres o cuatro magnates o grupos económicos particulares. Esos gigantes de la prensa forman y controlan la opinión pública de los ciudadanos colombianos.
La industria editorial en Colombia es una empresa capitalista, cuya mercancía es la información publicada. Como cualquier empresa dedicada a la producción, se subordina a las leyes de la competencia del mercado al que le son propios los procesos de concentración y monopolización.
La concentración de la prensa es el detrimento directo del principio democrático fundamental: la libertad de prensa.
Toda la prensa en Colombia ha llevado a cabo una abierta propaganda contra cualquier expresión, programa o política progresista, difaman a los movimientos sociales y hasta lanza consignas en procura de su desaparición. ¿Acaso existe algún Estado en el mundo que permita a la prensa lanzar consignas a favor de derrocar violentamente el poder establecido? Claro que no. Es del todo normal que cualquier sistema político en el poder, tomará las medidas necesarias, primero, para limitar la esfera de influencia de la prensa contraria y, luego, para su total supresión.
Entonces tenemos que la prensa es una de las armas más poderosas del gran capital, sobre todo en el momento más crítico, cuando las fuerzas políticas progresistas logran llegar a una pequeña parte del poder o están a punto de cambiar la historia accediendo a dirigir los destinos de la nación, a un nuevo poder, el de los trabajadores, obreros y campesinos. En estos momentos, el arma de la prensa es más peligrosa que las bombas y las ametralladoras.
El artículo 20 de la Constitución Nacional reza que: Se garantiza a toda persona la libertad de expresar y difundir su pensamiento y opiniones, la de informar y recibir información veraz e imparcial y la de fundar medios masivos de comunicación. Así es como fue confirmada y “garantizada” la libertad de prensa para todos los miembros de la sociedad. Los miembros de la Asamblea Nacional Constituyente, que dio vida a la Constitución política de Colombia de 1991 y proclamó la libertad de prensa, no la llevó a la práctica. La prensa en Colombia se ha convertido en patrimonio exclusivo de los poderes económicos y actúa exclusivamente considerando sus intereses.
La prensa colombiana no ofrece ni garantiza las libertades para que los ciudadanos puedan expresar sus opiniones, independientemente a qué grupos sociales, nacionales, profesionales, territoriales, productivos, políticos, etc., pertenezcan. El carácter antidemocrático de la prensa colombiana no ofrece la posibilidad de expresar con eficacia la opinión pública de las diferentes capas de la población.
Ni el Estado colombiano ni las organizaciones políticas conocen muy bien las demandas e intereses de los trabajadores. Tampoco saben cuál es la opinión pública, las ideas y las experiencias nuevas que ha venido dejando la consolidación de la Constitución de 1991, cuyo espíritu ha venido cambiando de acuerdo con los intereses de los políticos en el poder, y no en beneficio general como lo exigen los principios democráticos. O sea, no toman en cuenta las opiniones y sentires de los asociados para la formulación de las políticas de gobierno.
La política de quienes ejercen el poder político y económico en Colombia es que la prensa sea siempre un medio que permita la realización de la soberanía de las élites por encima de la soberanía popular.
En resumen. El derecho a la libertad de prensa, elevado a la categoría de fundamental, debe reflejar que la democracia y la libertad no son categorías abstractas, que la verdadera democracia y la libertad son posibles y, en tal medida, se debe establecer dónde y en qué forma el régimen socioeconómico y la estructura política de la sociedad se subordinan a la tarea del desenvolvimiento libre de las fuerzas y capacidades creativas de la ciudadanía en donde el desenvolvimiento libre del individuo sea el objetivo final de la organización social.