Premoniciones sobre la muerte de Felipe Correa

Premoniciones sobre la muerte de Felipe Correa

Fabio Arévalo era huésped del hotel Parque 63 cuando vio por última vez con vida al empresario bogotano

Por: Fabio Arévalo
mayo 12, 2016
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Premoniciones sobre la muerte de Felipe Correa

Un joven empresario desaparece en Bogotá el martes 26 de abril en la noche después de salir de su oficina e ir a buscar a su esposa. Ella lo esperaba como a las 20 horas pero no llega, se desconecta del teléfono y de inmediato prende las alarmas. Ella, apoyada de amigos y familiares, inunda redes sociales y otros medios de comunicación hasta el punto de lograr una enorme difusión. Serían pocos quienes no vieron la noticia, incluso a altas horas de la noche de aquel día. El miércoles 27 la difusión por todos los medios era gigante. Al parecer el desaparecido hacía parte de una pudiente y reconocida familia, hijo nada menos que de un magnate constructor conocido como “El rey de los hoteles”.

Como a las 11 am del miércoles 27, un periodista lo reconoce en la carrera 7 con calle 27 en Bogotá y le llama la atención. Al parecer el supuesto extraviado le dice que no hay ningún problema, que todo está bien y que son solo malentendidos. Intenta, por todos los medios, persuadirlo para llevarlo a casa, tomándole hasta una foto de espaldas pero se le escabulle hábilmente y andando a toda velocidad como se registra en un video. Dan aviso urgente a las autoridades y a la familia, además de publicar la foto en Internet. No se encuentran más rastros y su ubicación se pierde de nuevo.

Una fatal premonición

Por esos días estoy hospedado en Bogotá en un muy buen hotel, un lugar cómodo, de excelente atención, servicio impecable y en un buen sector de la ciudad. Ese 27 de abril tengo una cita para almorzar en el mismo lugar. Salgo de mi trabajo al borde del mediodía y me voy caminando. A las 12 y 10 minutos atravieso el puente peatonal frente al hotel. Me paro en la mitad y miro la majestuosidad del edificio. Lo mido con la vista de arriba a abajo, calculo la distancia de la terraza al piso. Sin quererlo y en medio de cierta bruma imagino que alguien cae y obviamente con resultado previsible fatal. Esto me llena de un profundo malestar y cierta depresión incomprensible. No tenía por qué imaginar un evento de esos y menos de forma consciente. Bajo lentamente el puente preocupado, porque no sabía a quién pudiera ocurrirle, incluso a mí mismo ante mi fobia a las alturas.

Vea también: Los cabos sueltos en la misteriosa muerte de Felipe Correa ¿Suicidio?

A las 12 del medio día me siento frente al computador que está al lado de mi habitación (mientras espero a mi invitado). A los pocos minutos por el pasillo veo de reojo que alguien parsimonioso se acerca con cierto misterio. Era alto, delgado, de pantalón negro y camisa blanca (no tenía saco ni chaqueta). El personaje le musita algo a una camarera; se me acerca mucho más y me hago el desentendido. No dice nada y se sienta al lado a menos de un metro y casi me respira en la nuca. No lo miro a la cara para no desafiarlo, pero siento su extraña energía y su mirada fija tal vez suplicante. Ante ello, me afano en cerrar lo que estaba haciendo, me levanto y el joven hombre se queda ocupando mi lugar a las 12 y 42.

¿Clarividencia frente a una tragedia?

Bajé al almuerzo de trabajo y volví a mi habitación muy cerca de las 14 horas. Empezó a llover a cántaros y decidí esperar un rato antes de salir. Pero a la media hora escuché varias ambulancias. Las sirenas eran muy insistentes y muy cercanas. Luego eran tan persistentes y agobiantes que me asomo a la ventana y veo las ambulancias y un carro de bomberos frente al hotel que estaba ya cercado. Imaginé un incendio o algo similar y baje de prisa. Me encuentro una recepción colapsada. Busco al dueño del hotel a quien lo encuentro muy confundido y me dice: “Un huésped subió a la terraza, acercó dos sillas al vidrio de protección y se lanzó al vacío”.

Allí en las afueras del hotel en una tarde triste, brumosa y lluviosa, en el único espacio donde no había autos estacionados, yacía el cuerpo de un joven alto, delgado, de pantalón negro y camisa blanca. Su caída fue parcialmente detenida por un cable de alta tensión que logró romper. Quedé anonadado, traumatizado y muy afectado. Dos horas antes lo había imaginado o previsto de alguna manera, aunque jamás creí que pudiera suceder. Pero además de ello fue la misma misteriosa persona que se me acerca, siento una mala energía y no soy capaz de verla a la cara. (Los videos del hotel lo corroborarían luego). Estas situaciones ya las había vivido en otras circunstancias menos trágicas, aunque siempre he sido muy escéptico en asuntos esotéricos y similares. .

Recordé posteriormente que cuando era niño leía muchas revistas de psiquiatría. Me llamaron la atención los casos de clarividencia y premonición que los documentaban profesionales y científicos especialistas en la esfera mental y el comportamiento humano. Aun guardo en mi memoria varios de ellos. Este gravísimo y lamentable hecho que acaba de ocurrir es muy similar a ellos. Desafortunada e inevitablemente tuve un extraño presentimiento.

Ya en la noche al conocer las noticias, corroboro que se trata además de la misma persona desaparecida el día anterior, un empresario de 32 años, el mismo que se me acercó buscando saber tal vez por última vez en el Internet qué se decía de él, porque no hay datos de algún mensaje suyo escrito, justamente en esta misma máquina donde ahora escribo esta nota.

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