—¿Doctor, es usted feliz ejerciendo la medicina?, —pregunta el paciente. Difícil que la conversación médico paciente conduzca a escuchar esta pregunta durante una consulta médica, más aún en nuestro sistema de salud.
Las normas sociales, la urbanidad, el temor, la prudencia o sencillamente la falta de decisión nos hace dejar preguntas en el aire, como decimos “se quedan entre el tintero”. Sucede en variadas situaciones en la vida. Sucede en casa con la pareja, los hijos, en el trabajo, aun en reuniones sociales. Preguntas que nos parecen atrevidas y creemos que irrumpen en el ámbito privado del otro, que no van a ser bien recibidas. Pero con ello los seres humanos perdemos la oportunidad de conocernos mejor, de develar sentimientos profundos, de establecer mayor empatía.
La relación médico-paciente no es la excepción. Casi diría que es la regla, que es donde más sucede, el no atreverse el paciente a preguntar lo que quisiera y que lo hiciera sentir más cerca de ese ser de bata blanca, y por tanto de su enfermedad. Se presenta de uno y otro lado. Sí, al médico también le da temor plantear ciertas preguntas. Por eso, durante un taller sobre la relación mente-cuerpo en las enfermedades, se me ocurrió que los estudiantes de posgrado en fisioterapia plantearan algunas de esas preguntas " vedadas". He seguido investigando y he aquí algunas de las que han surgido. Las preguntas no son mías, su interpretación, sí.
Doctor, ¿por qué cree usted que me puede curar, por qué se cree dueño de mi salud?
Esta pregunta muestra el atavismo de conceder pleno poder sobre vida, salud y muerte al médico. Aleja a la persona de ser el protagonista activo. Se entrega a otro la capacidad de decisión. Se oculta la sabiduría interior. Los médicos acompañamos al paciente en su proceso de curar, no lo curamos en el sentido estricto de la palabra, hacemos procedimientos quirúrgicos que cambian la mecánica del cuerpo, pero la reparación celular la hace el organismo por su propia cuenta. Los medicamentos, alimentos, ejercicio proporcionan los elementos y preparan el terreno para la curación interior.
Doctor, ¿realmente está feliz con lo que hace?
La felicidad sana. Por ello con frecuencia escuchamos a la gente decir que al salir de la consulta ha mejorado, sin haber recibido todavía ningún tratamiento. El amor del médico, aquel que refleja la felicidad que siente por su labor, ha sido el medicamento. Saber si el medico es feliz, percibirlo aún sin preguntarlo, da confianza. Aceptamos mejor lo que alguien nos indica, si ese alguien es feliz.
Doctor, ¿éticamente como se siente al recetar un medicamento genérico?
Lo primero que debemos entender, es que "genérico" se refiere al principio activo del medicamento, no al proceso adecuado o inadecuado de manufactura. En este caso los médicos recetamos la sustancia que está comprobada actúa positivamente en la enfermedad. Harina de otro costal es si el laboratorio farmacéutico deja su ética de lado y produce con mala calidad. —curioso que en la llamada medicina bioenergética, no tengamos la misma precaución de averiguar por la calidad de aquello que nos expenden—. Las entidades de salud deberían estar vigilantes en este aspecto.
Doctor, ¿a qué dedica su tiempo libre?
La gran pregunta de la integralidad. Los antiguos sabios decían que un buen médico debe tener algo de artista, de filósofo, de músico, incluso de "loco". Ser un buen lector, no solo sobre medicina. Tener tiempo para sí y su familia. En otras palabras, ser un ser equilibrado, multifacético. La espiritualidad no debe estar ausente de su vida. Esto le ayuda a compensar el dolor que maneja en el día a día y que puede ser agotador. Plantear esta pregunta nos hace conocer su pasión por la vida, aquella misma por la que se esmera en el cuidado de sus pacientes.
Doctor, ¿qué es lo que más le gusta de su trabajo?
Esta la voy a contestar en personal. A mi lo que más me gusta de mi trabajo es conocer en profundidad los amores y temores de los seres humanos. Cómo esos estados de ánimo influyen en su enfermedad. Cómo resuenan con mis propias pasiones y conflictos. Me gusta ver la sonrisa de gratitud. Me gusta ver como sale adelante la persona con discapacidad. Me gusta enfrentar mi certeza, al igual que las dudas. Me gusta el abrazo al final del proceso y me gusta la paz que reflejan los que aceptan la muerte.
Doctor, ¿cómo se considera usted como persona?
Esta pregunta es actitud de vida. Es una constante si se desea mejorar día a día. La debemos plantear cada quién, médicos y pacientes, para sí mismos, sin que nos la hagan. Refleja el grado de introspección que podemos tener. Refleja el compromiso por mejorar. Y si se contesta con lo bueno y lo malo, tendremos un ser humano, transparente, abierto, humilde, todas grandes cualidades para ser médico.
Las siguientes preguntas fueron planteadas por los fisioterapeutas que mencioné al principio del escrito, siendo luego ellos conscientes de que se sentían incapaces, o que les sería muy difícil hacerlas. La mayoría de ellos trabajan en unidades de cuidado intensivo. Este tema, el de la muerte, sigue siendo tabú. Pocos humanos hacen prácticas para prepararse para la muerte. Si le tememos o si el tema nos hace sentir incómodos ¿cómo podríamos abordarlo? Difícilmente. Hacerlo ayudaría a vencer los propios temores.
¿Cuál es tu percepción sobre la enfermedad y la muerte?
Ahora que sabes que te vas a morir, ¿que te gustaría hacer o con quién quisieras estar?
Ahora que enfrentas la muerte, ¿qué te preocupa?
Se necesita quitar la máscara que nos ponemos para ejercer, si queremos entrar en la posibilidad de generar situaciones que lleven a conversaciones con las preguntas planteadas aquí.. Se necesita eliminar aquel concepto de tomar distancia del paciente para ser "objetivos". Se necesita bajar del pedestal al que nos dejamos encumbrar.