La violencia, la salvajada y la brutalidad policial está sin control. Aquellos que juraron ante Dios protegernos están haciendo precisamente lo contrario. Nuestros “héroes” de verde oliva nos están golpeando, extorsionando, abusando, intimidando, electrocutando y matando, todo esto amparado bajo el velo de la ley y autoridad que dicen representar. Cabe aclarar que no todos hacen esto, pero los sistemáticos casos de violencia dejan muy mal representada aquella institución que hoy más que seguridad, nos genera miedo.
Es tanto el temor que la frase “prefiero encontrarme con un ladrón, que con un policía” toma cada vez más fuerza y representa a la clase popular la misma que es sometida por comparendos y bolillazos. Las cifras hablan por sí solas, durante 2017 y 2018 se registraron 27000 casos de violencia policial, un total de 36 por día. Además, fuera de los indicadores las redes sociales nos recuerdan constantemente los sometimientos (o tal vez procedimientos) de agentes de la institución y en ellos se ven insultos, palizas, tortura y en algunos, muerte.
Muertes como las 34 que ha ocasionado el Esmad o cómo las 10 que ha generado la policía durante este año 2020 esto según información de Temblores ONG. Y más que números, es recordar que cada dígito representa una vida, una existencia que fue extinguida por puñetazos, varillazos, choques eléctricos e incluso disparos accionados por nuestras “autoridades”, sueños y futuros exterminados gracias a lo que los medios denominan “un mal procedimiento policial”.
Por ello muchos no confiamos en la Policía Nacional y hasta la repudiamos, pues la gran mayoría hemos tenido por lo menos una mala experiencia cuando nos cruzamos con un uniformado. Es por eso que entre tantos comentarios que este tema genera hay uno que representa la poca credibilidad y el pánico que les tenemos, un ciudadano en la calle dijo: “prefiero un atraco, que una requisa policial. Si me pasa algo por lo menos al ladrón lo pueden capturar y condenar, al policía no”. Es que la impunidad cuando se presentan estos hechos es constante, muchos casos quedan archivados o amparados en la justicia penal militar y de un momento a otro quedan en el olvido y solo reviven cuando muere alguien en medio de las paredes de un CAI.
Colombia es un país que se indigna por un día, pero estos problemas sistemáticos de la Policía no se pueden volver paisaje. No se puede volver común ver a un policía pidiendo “vacuna” a un vendedor ambulante, no se puede tolerar detenciones indiscriminadas de jóvenes en la calle, no más golpes injustificados, basta ya de requisas malintencionadas, sencillamente no más abuso policial. Esa institución necesita una reestructuración a gritos. Es hora de que se forme a la policía para proteger y no para destruir al ciudadano de a pie. Solo cuando eso pase volveremos a confiar en ellos.
