Los resultados de la primera vuelta presidencial dejan inquietudes, preguntas y cuestionamientos que solo el tiempo podrá resolver con amplitud y certeza, pero desde ya están motivando reflexiones y análisis de la coyuntura política.
Lo primero que se viene a la cabeza es la incidencia de los acuerdos de paz en la participación electoral de la jornada del domingo 27 de mayo. De 36 millones del censo electoral votaron cerca de 19 millones 500 mil personas, lo que está indicando que en esta oportunidad rebajó la abstención, con todo los elementos positivos que trae esta nueva situación para el desarrollo de una política de participación ciudadana en la solución de los graves problemas del país.
Los acuerdos de La Habana, hasta donde se han podido desarrollar, han constituido indudablemente, una apertura para desencadenar la potencia democrática de amplias mayorías que antes estaban sojuzgadas por el miedo, la mentira, la dispersión y la desesperanza.
En 54 años no había habido unas elecciones sin la presencia de las Farc como grupo armado, de tal manera que se puede decir sin temor a equivocarnos que pasaron varias generaciones ejercitando su derecho al voto en medio de una situación de guerra en muchas regiones de Colombia, a tal punto que se puede celebrar, en gran medida, la participación electoral en medio de una democracia todavía muy restringida y violenta. pero en la cual se empieza a respirar cierta corriente de aire fresco que tenemos que estimular, para seguir adelante con el proceso de apertura democrática que apenas está dando sus primeros pasos.
Las consecuencias de cincuenta y cuatro años de guerra que sirvieron para hacer y deshacer no se van a superar de la noche a la mañana. Por eso hay que tener paciencia y no desesperar porque el proceso de paz apenas comienza, y lo hace precisamente con una cuota inicial de 10 millones de votos que, viéndolo bien, es toda una carta de presentación para entrar en las grandes ligas de la política nacional.
De los resultados electorales de la primera vuelta se pueden sacar las siguientes conclusiones: 10 millones de votos por la paz, los cambios democráticos y contra la corrupción, y 9 millones de votos por el proyecto autoritario y guerrerista de la ultraderecha, situación que manifiesta una correlación de fuerzas favorable a la paz pero sin las amplias mayorías necesarias para el aislamiento político de la fuerzas del pasado.
No obstante lo anterior, aún las tendencias que anuncian el porvenir no despliegan todo su potencial transformador como debería ser, debido a un largo periodo de estancamiento, exclusión, violencia y corrupción de la clase dominante, situación que apenas estamos comenzando a superar con muchas dificultades, pero con la seguridad de que vamos en la dirección correcta por un camino que tiene futuro para las nuevas generaciones de este país.
Otro de los elementos que dejó en claro la radiografía electoral del 27 de mayo fue la confrontación de dos modelos contrapuestos de desarrollo para el país: el modelo de acumulación capitalista neoliberal que está haciendo agua por todas partes, y el modelo de desarrollo de la paz, la democracia y la justicia social que propone el programa de la Colombia Humana. No es pues una confrontación entre el “castrochavismo” e “impunidad”, como quieren hacerlo ver desde posiciones mentirosas los pregoneros de la guerra para salvar sus privilegios, toda una reacción política conservadora de los grandes terratenientes que se oponen “a sangre y fuego” al programa de reformas económicas, políticas y sociales estructurales que necesita el país para poder seguir adelante.
Esta es la esencia de la confrontación que ahora tratan de disimular con el candidato de “las buenas maneras”, con el cual quieren borrar la imagen de las chuzadas, los falsos positivos, agro-ingreso seguro, las masacres del Aro y de “los 12 apóstoles”, la compra de Yidis Medina y de Teodolindo para la reelección presidencial, y toda una cadena interminable de infamias sin nombre, que aspiran a tapar como los gatos echándole tierra a sus deposiciones.
Por eso no es gratuita la posición ambivalente y vacilante de los promotores del voto en blanco para la segunda vuelta. No alcanza uno a comprender cómo los defensores acérrimos de los Acuerdos de la Habana, de la democracia, de la paz, y de la lucha contra la corrupción, salgan ahora a promover el voto en blanco con el discurso cantinflesco de los culebreros de oficio, cuando no es que entregan impunemente los principios democráticos como cualquier prostituta de cabaret.
En consecuencia, las crisis políticas sirven muy bien para desnudar el verdadero carácter de los payasos de la politiquería tradicional, aquellos que han usufructuado el poder del estado para el beneficio de sus privilegios acuden ahora presurosos como sanguijuelas por las alcantarillas para implorar desvergonzados un mendrugo de pan.
Pero dejémoslos que avancen como sonámbulos hacia su propia destrucción. Su conducta sin futuro corrobora nuestra razón: el pueblo ha empezado a despertar y este paso de gigante será ratificado el 17 de junio para construir la paz, la democracia y la justicia social.
“Prefiero equivocarme votando por la paz, que acertar votando por la guerra”.