Preferí la gratitud por sobre el dolor para esta columna. Casi caigo en la noticia de la semana, dolorosa por demás. Primó el respeto por el dolor ajeno, lo que me aleja de utilizarlo como base para el escrito. Doy plena cabida a la gratitud.
Recuerdo a las auxiliares de enfermería durante el año rural. Martha, bonachona, cara sonriente, firme ante la adversidad, con recursos creativos en la atención. Su disposición a ayudar no solo a los pacientes sino a nosotros los médicos bisoños es motivo de gratitud. Escribir me hace ir un poco más atrás, al ver la deuda de gratitud con las enfermeras experimentadas de la unidad de cuidado intensivo del Hospital Militar, cuando nos dejaban como médicos encargados a los internos. Cómo no íbamos a estar asustados si nos quedaba semejante responsabilidad cuando ni siquiera nos habíamos graduado. Ellas nos ayudaron a formar en el sentido humano de la palabra. Gracias.
Cómo no íbamos a estar asustados con semejante responsabilidad
cuando ni siquiera nos habíamos graduado.
Ellas nos ayudaron a formar en el sentido humano de la palabra
Increíble. Durante la formación como fisiatra los jefes nos instaban a no ir al área de terapias, absurdo por decir lo menos. Era la época en que fisiatras y terapistas peleaban como perros y gatos, a ver quién mandaba. Con Amparo, mi compañera, muy entrañable amiga (q.e.p.d.), nos salió la rebeldía. Tanto aprendimos de las terapistas que en nombre de los dos va nuestra más inmensa gratitud. Escuchar sus diálogos con pacientes, que iban quedando aliviados al poder hacer catarsis sobre su discapacidad, nos enseñó mucho sobre el verdadero fin de la rehabilitación.
¡Ah! Las secretarias. Ese poder detrás del teléfono. Son la primera voz que escucha el paciente. Son por tanto la primera impresión, favorable o desfavorable. Son nuestro reflejo. Están hechas a medida del carácter del médico. Creo que allí hay una resonancia al escogerlas. Gracias a todas ellas. Gracias no solo por ser el enlace con el paciente, sino por tolerar nuestros cambiantes estados de humor. En el Hospital Infantil era una voluntaria quien fungía de secretaria en mi consultorio. Con su andar desequilibrado, con su voz entrecortada, hacía la espera amable, daba ánimo, escuchaba cuando el paciente salía y hasta notó mi cambio luego de un fin de semana en que mi vida dio un vuelco total. Así de humana, -atenta a las emociones de los demás- era. Gracias.
Ayer vi un documental sobre un sacerdote, Pablo, en España. El realizador habla de lo arriesgado que es hacer una película solo sobre el bien y la bondad de un ser humano. Lo pone en lo arriesgado de que la gente escoja ver eso por sobre la violencia. El también le dio cabida a la gratitud por encima de otros temas.
Publicada originalmente el 10 de diciembre de 2016