Y la hora de la verdad llegó y pasó. Lo mejor de las elecciones de Presidente de la República se evalúa al día siguiente, se salvó la democracia, el concepto civilista se impuso, la institucionalidad salió fortalecida; en suma, la Constitución del 91 tiene otra oportunidad de ser. El programa social que se encuentra en la Constitución puede continuar o, empezar a realizarse –como se quiera, ambos puntos de vista son viables-; la ciudadanía no renunció a la invitación que se encuentra en un Estado Social de Derecho; en el fondo fue un referendo por los Derechos Fundamentales, por la inclusión, por la democracia participativa, por la diversidad, por la otredad, por el respeto al disenso y a la opinión diversa, por la oportunidad de paz —como derecho y deber—, en fin, por la convivencia, que es diferente a la mera coexistencia.
Lo que salió de borda es una postura excluyente, de ideología centrípeta, cuya cosmovisión se orienta a dividir a la sociedad entre buenos y malos; pecadores e iluminados; fórmula de observación que está constituida por la seguridad —que impone el miedo—, antes de cualquier derecho y, el imperio de una teocracia, sin respecto del hombre mismo; en fin, el vasallaje hecho mecanismo de gobierno. Un programa al margen y, contrario a los postulados del Estado Social de Derecho.
Por eso la contienda arrancó como bien que aburrida y, los postulados no se dejaban ver, ni escuchar; por esa misma razón, se mimetizaban los argumentos en sospechas y decires; lo aburrido se tornó en sonoras disputas personales y en apabullantes discursos de descalificación: hay que sostener lo imposible, lo escandaloso que, entre más inimaginable, más produce dividendos electorales.
Colombia desde sus albores fue pluralista, en raza, condición y pensamiento; la ausencia de reconocimiento de este planteamiento hizo que se formara una organización normativa, para la normal normalidad y, así, para transitara el orden institucional de estado de sitio en estado de sitio, como si la conmoción interior fuera la regla de comportamiento a la que seguía la respuesta gubernamental panóptica. El planteamiento fue sencillo: si cualquier manifestación social era atentatoria contra la estabilidad institucional, la respuesta lógica era, no solo repudiar y satanizar la realidad, sino convertirla en subversión, en delito; las grandes manifestaciones laborales que hoy son propiedad de todos, como los sindicatos y, el derecho a la huelga, son prueba más que ilustrativa de lo que antes era excluido y, hoy constituye un derecho. Y, qué decir de los Derechos Humanos, hallábanse enclavados en el territorio del contendiente, del contrario, del excluido: hoy son el centro del quehacer estatal y, señalan al Estado como democrático o dictatorial; dictaduras modernas en donde se ejerce la fuerza y no el derecho aunque se legalicen —que no legitiman— porque utilizan la selección de sus órganos por medio de la elección.
Y, la historia se repite, tiende a desandar lo caminado para no aprehender, asir[1] lo alcanzado; el umbral del riesgo se vislumbró; hoy, la Constitución tiene otra oportunidad. El vasallaje no se impuso.
Post tenebras spero lucem: un momento, una circunstancia, una posibilidad, desde Job, después Cervantes, que en delicioso pasaje nos ilustra: ‘—Señor —respondió Sancho—, (…). Vuesa merced me deje dormir y no me apriete en lo del azotarme, que me hará hacer juramento de no tocarme jamás al pelo del sayo, no que al de mis carnes.
—¡Oh alma endurecida! ¡Oh escudero sin piedad! ¡Oh pan mal empleado y mercedes mal consideradas las que te he hecho y pienso de hacerte! Por mí te has visto gobernador y por mí te vees con esperanzas propincuas de ser conde o tener otro título equivalente, y no tardará el cumplimiento de ellas más de cuanto tarde en pasar este año, que yo «post tenebras spero lucem»[2].Y, hasta nuestros días: ‘tras las tinieblas espero la luz’; ciudadanos, jamás vasallos.
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[1]asir. (Quizá de asa). 1. tr. Tomar o coger con la mano, y, en general, tomar, coger, prender. 2. (….)3. prnl. Agarrarse de algo. Asirse de una cuerda. U. t. en sent. fig. Asirse a una idea. (…) Real Academia Española. http://lema.rae.es/drae/?val=asir
[2]‘tras las tinieblas espero la luz’; son palabras del Libro de Job, XVII, 12, y es la leyenda del emblema del escudete usado en la imprenta que en 1605 regentaba Juan de la Cuesta. (…). Cfr. http://cvc.cervantes.es/literatura/clasicos/quijote/edicion/parte2/cap6