En la actualidad, la ideología nos invita a ver gigantes donde hay molinos de viento, para someternos, por medio de nuestras fantasías, a una realidad que siempre nos deja en desventaja. En un experimento psicosocial, con el cual hemos vivido encapsulados filtrando nuestra visión del mundo mediante plataformas digitales, redes sociales o aplicaciones móviles que nos invitan a habitar nuestros propios anhelos.
Vínculos virtuales que simulan un mundo en el cual la herramienta más valiosa para el ser humano es conocer los hechos de primera mano, donde el engaño ideológico está en hacernos creer que son elección nuestra. Narcotizándonos frente a la realidad de los sucesos mediante la construcción de relatos, ya que al no conocer las cosas del mundo tal y como son, las despreciamos en favor de nuestras posiciones subjetivas, desprestigiando todo aquello que tiene identidad, mientras damos omnipotencia a nuestras decisiones mentales y otros se apropian del mundo objetivo.
Este relativismo considera al saber como incompleto y que el conocimiento solo es válido según el contexto, dado que en cada una de sus etapas históricas el conocimiento se ha limitado según el grado del desarrollo de las fuerzas productivas y de la ciencia. Y que, como principio, comenzó a imponerse en la cultura por muchas vías desde la Revolución francesa (1789): por medio de la filosofía con Immanuel Kant (Metafísica de la Ética 1794); del arte, con la perspectiva renacentista y el arte abstracto; del parlamentarismo, con el sistema de división de poderes; de la literatura y de la antropología, con el estudio del comportamiento y de la evolución humana (siglo XVIII).
Y en los últimos años pasó a ser más explícito y dominante con el cine, la ciencia ficción y mediante la teoría queer. Teoría surgida en 1990, y que sostiene que el género y la sexualidad humana no están inscritos en la naturaleza biológica, sino que son el resultado de la construcción social que varía en cada sociedad, abogando por la ruptura de roles y por la abolición del género.
El subjetivismo consiste en la ausencia de una verdad absoluta y objetiva, que es compartida por todos. Como filosofía ha gozado de buena salud en diferentes épocas, sobre todo en periodos de decadencia cultural, cuando la cosmovisión se envejece. Y que como relativismo cultural no es un fenómeno reciente, sino que era típico de la época de Sócrates, Platón y Aristóteles, dando lugar a los sofistas y a los estoicos. Estoicos (escuela filosófica fundada por Zenón de Citio en el 301 a. C), que fueron los primeros autores que animaban a 'ver la realidad desde un punto de vista positivo', desestimando la experiencia personal y recurriendo a 'manuales de autoayuda' para aprender a ser felices (tal como ocurre hoy).
Siendo los sofistas (del griego σοφός [sophós] «sabio»), por su parte, los coach de la época. Filósofos itinerantes, que formaban a los jóvenes para tener éxito al tiempo que cobraban grandes emolumentos, en un mundo de globalización en el que la vieja polis había muerto y Alejandro Magno (356-323 a. C.) había establecido un imperio más amplio, sintiéndose el ciudadano desorientado y huérfano de una cultura local. Sofistas a quienes tanto Sócrates como Platón criticaban (427-347 a. C.) por su formalismo y sus trampas dialécticas que dificultaban el poder llevar a cabo lo que es el cabal conocimiento del mundo: "Pretendiendo enseñar la virtud y a ser hombre, cuando nadie desde un saber puramente sectorial, como el del discurso retórico, puede arrogarse tal derecho".
Surgió así el conflicto objetivo entre las normas éticas y las morales, que afirma que las normas sociales diversas generan conductas diversas y que hace que la condena del relativismo cultural, que apela solo a razones éticas, sea considerado muy discutible. Puesto que las normas que defienden el contextualismo ético (o de la conducta de un ser humano en su contexto) hoy se enfrentan a retos universales que deben responder desde las relaciones entre iguales. Reto que insta a construir la vida desde un diálogo basado en el entendimiento mutuo, de quienes se reconocen como interlocutores válidos y no de manera aislada o fraccionada.
Hoy, desde donde miremos, siempre haya alguien animándonos a creer que "no hay nada imposible" o invitándonos a "ser nosotros mismos", o intentando a hacernos creer que debemos aceptarnos "tal y como somos". Vislumbramos así la inquietante confianza en el 'triunfo de la voluntad que todo lo puede', sin enumerar el conjunto (este sí potencialmente infinito) de cosas que son imposibles de alcanzar. Sin tener presente que 'el llegar a ser' solo acontece cuando es nuestra mejor versión la que se impone, haciendo todo lo que sea necesario por ser algo mejor que 'ese ego ensimismado' siempre presente en el interior de cada uno de nosotros.
-Referencias
Iñaki Domínguez, filósofo y doctor en Antropología. Libros Cómo ser feliz a martillazos. Un manual de antiayuda (Melusina 2018), Homo relativus. Una historia del relativismo moderno (Akal 2021) y artículo de Ethic.es (# 07, julio 2021).n
Bertrand Russell (1872-1970), libro La conquista de la felicidad.