Te inoculan miedo, te inyectan terror, te suministran prejuicios.
En una democracia como la colombiana, a partir del temor y la culpa se erigen mandatarios y se perpetúan poderes.
Dosificado, nos suministran los miligramos necesarios para volvernos adictos a su voracidad de poder y a sus ansías de dinero; cosa que los lleva incluso a querer apropiarse del saber popular, como la panela, que se ha construido en los trapiches, con los campesinos, en la ruralidad.
Dijeron no a los médicos cubanos y no a la vacuna rusa, sin argumentos científicos y con temores criollos.
Peor que el COVID-19 ha sido la pandemia de intolerancia en donde te condenan al patíbulo por pensar diferente.
La vacuna colombiana pretende volvernos iguales cuando somos una nación diversa, pluricultural, multiétnica.