Sentada frente a un televisor, afiliado a Claro Hogar, que carece de imagen y sonido desde hace alrededor de un mes, acudo a esa maravillosa herramienta antigua que es el pequeño radio transistor para intentar escuchar y festejar los goles que Colombia le haría a Chile.
Buscando las emisoras que trasmiten los encuentros de clasificación al próximo Mundial me encontré con una charla de dos mujeres, jóvenes por sus voces, que discutían las ventajas de ser positivas pero sin caer en el positivismo tóxico.
Para ser sincera nunca había escuchado eso del positivismo tóxico y no pude ocultar una carcajada de reconocimiento al asunto cuando a mi mente se vinieron imágenes de mensajes recibidos en mi WhatsApp, especialmente de aquellos que intentan convencernos de las maravillas de la vejez y cómo esta es la mejor época de la vida porque podemos hacer lo que nos da la gana.
Intento imaginarme haciendo “trecking” en el Himalaya con cuatro vértebras medio pegadas y me da dolor!
Otra joya de estas afirma que a esta edad madura ya puedes dedicarte a disfrutar todo lo que más te gusta como viajar, leer, pintar, aprender a cocinar a otro nivel, disfrutar de la naturaleza y mil cosas más y te das cuenta que de lunes a viernes hay citas programadas con el cardiólogo, el neurólogo, el traumatólogo, la fisioterapia, la cola para recibir los medicamentos y los exámenes de laboratorio. Afortunadamente en algunas clínicas hay bellísimas hojarotas y helechos sembrados en su perímetro que nos permiten acercarnos al tal disfrute de la naturaleza.
Tengo amigas mayores muy positivas que se jactan de no ver noticieros para no estresarse, no votan en las elecciones, no leen y, sin embargo, son furibundas defensoras o detractoras de los políticos de una u otra tendencia y expertas en tumbar gobiernos, acabar con los indígenas, y “mijita, que no te escuche la empleada”!
Otra imagen que me asalta al recordar lo ofrecido en algunos noticieros cuando cubren encuentros en la JEP es ver esas personas mayores, intentando ser positivas reprimiendo su dolor y sus lágrimas afirmando que perdonan al que asesino a su hijo hace veinte años, cuando el personaje ni siquiera ha pedido perdón. Como diría el amigo gringo, “Seriously?”
Creo siempre haber sido la que ve el vaso medio lleno y no medio vacío y creo también que la labor de conjunto puede mucho más que la individual pero afirmar que la vejez es bella e intentar disfrazar una realidad oscura para mucho adulto mayor, sometido a dolor, a crítica, a burla, a situaciones que lo avergüenzan es positivismo tóxico.
Quizás si observamos con honestidad nuestras limitaciones y agradecemos que no sean peores, y nos preocupemos y apoyemos a los que padecen más ofreciendo buena vibra, buen humor, altas dosis de paciencia logremos ese real positivismo y no continuemos intentando tapar el sol con las manos. Hay que cambiar la fórmula.