Con motivo de la legalización de la marihuana en Uruguay se decidió realizar una cumbre de mandatarios en ese país. El protocolo ordena que dichas reuniones se lleven a cabo en salones oficiales, pero como Pepe se negó le cayeron a su pequeña finca a las afueras de Montevideo.
Primero llegó Cristina rodeada de guardaespaldas y protegidos, vestía riguroso negro especialmente en las pestañas postizas. Entró como una ráfaga y, sin poder disimular el fastidio por el sitio, se sentó en el borde del sofá, para no ensuciarse. Tan pronto la senadora Lucía, Topolansky, esposa de Pepe, apareció a saludar con un sobrio “buenos días”, Cristina se le abalanzó:
—Luciiita, gusto de verte, piba. Mirá tengo un sofá en mi chacrita que Néstor usaba para sus retozos, pero vos sabés, pobre hombre…—y se enjuagó una lágrima antes de que se le corriera el maquillaje—. ¿Te lo mando?
La senadora no le prestó atención y se dirigió a preparar el mate en la cocina.
Enseguida llegó Correa y saludó ampuloso.
—Hermano, que bueno verte. Si pasó la legalización de la yerba te aprobarán cualquier cosa, ¿no? —Y se rió cómplice—. Proponé la reelección indefinida.
Cristina, abrió los ojos entusiasmada pero Correa con un guiño le aclaró en voz baja. “Este igual no dura mucho…”
Por la puerta estrecha de la chacra se dibujó una figura enorme que luchaba por entrar a la par con su propia sombra. Finalmente se hizo a un lado y dijo con un toque de humildad:
—Pase usted comandante, siga usted señor.
Entonces la sombra entró y retumbó con su saludo de ultratumba en el pequeño recinto. Enseguida pasó Nicolás que traía un cheque de regalo.
—El petróleo produjo estos excedentes ¿qué tal si los cambiamos por yerba para el pueblo?
Afuera esperaba Evo con paciencia aymara. Traía un bulto de hojas de coca para mambear.
—Los pueblos de América te saludan, ¡Pepe libertador! —dijo con su acento inigualable—. En vez de pechugas imperialistas, masquemos mata sagrada y fumemos yerba maldita.
Todos lo aplaudieron.
En ese momento, dando tumbos pasó por la estrecha puerta el mandatario nicaragüense que bebía a pico de botella whiskey escocés.
—Compañeros, hay que celebrar en grande. —¡Lucía, un poco de hielo!, ordenó a la señora de la casa— y se derrumbó sobre una mecedora.
Lucia siguió haciendo su mate, indiferente.
Ocupado su sillón por Nicolás, el sofá por Cristina y Evo y la mecedora por Ortega, Pepe no tuvo más remedio que tirarse al piso.
Entonces entró Dilma estrenando sonrisa después de la última plástica y gritó entusiasmada
—¡Porro pra gente! (que traduce yerba para mi).
Sacó de su cartera un paquetico y se puso a armar un bareto. Después, como cualquier estudiante de izquierda, se tiró al lado de Pepe y compartió el chicote.
Cuando llegó Juan Manuel todos estaban trabados. Anunció que traía una gran propuesta. El TLC con EE. UU. y Europa serviría para exportar marihuana sin aranceles y Colombia sería la intermediaria en ese negocio. El grupo soltó una carcajada sonora. Santos se ruborizó pensando que su idea era un chiste y resignado le dio un chupetazo al chicote que le pasaron. Enseguida entró en la onda de las risas, efecto amigable de los porros que circulaban por el saloncito.
Las carcajadas despertaron al presidente José Mujica de su siesta. “Una pesadilla”, pensó y comprobó que el sofá no había sido cambiado por Cristina, que la bebida era de yerba mate y no de la coca, que no había ni una botella de whisky en el salón y que su matica de marihuana no había sido exportada por el TLC.
—Lucía, vení, te quiero contar un sueño.
Su mujer no le contestó. Se levantó a buscarla y lo único que encontró fue una notica: La próxima vez que tus amigotes vengan, me avisás con tiempo para perderme.
www.margaritalondono.com
http://blogs.elespectador.com/sisifus/