Porque tenemos un mar y un río en la ciudad y en el alma
Opinión

Porque tenemos un mar y un río en la ciudad y en el alma

Noticias de la otra orilla

Por:
julio 21, 2018
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¡Otra vez el cuento del festival de poesía!  Uno se extraña que hayan pasado ya once años de este intento que, vez tras vez, es más una tozuda manera de oponerse a lo que parece dictado por todas las reglas que nos cercan y nos determinan: las del mercado, las del público, las de la cultura, las de las dinámicas de la comunicación social, las de la educación, las de la convivencia social, y las del estar en el mundo.

 - Porque tenemos un mar y un río en la ciudad y en el alma

 

Recuerdo como hoy cuando en 1997 una conversación casual dio origen al primer recital descentralizado del Festival Internacional de Poesía de Medellín. Fue Barranquilla la primera ciudad a la que vinieron un día tres poetas internacionales de diversos lugares del mundo: del Congo belga, Kama Kamanda; de Australia, Peter Boy; y de Grecia, Ersi Sotiropoulo. Dos hombres y una mujer. El uno un  hombre negro de fuerte presencia y poesía bien armada; el otro, un hombre pequeño y débil, de frágil figura y brillantes palabras; y la otra una mujer como asustada que luchaba contra un cáncer que nhabíahecho mella en sus palabras.

Con el tiempo este ejercicio que comenzó en Barranquilla se hizo también en otras ciudades del Caribe colombiano, como en Cartagena, en Santa Marta, Valledupar y en muchas otras ciudades del país hasta hace apenas unos cuantos años.

Y ocurrían cosas raras y bellas y tristes con esos poetas. Como aquel gran poeta argentino ya anciano, don Francisco Madariaga, que perdió su pasaje de regreso a Medellín y sollozaba porque no vería ya más a su hijo adolescente. O aquel del joven español Juan Vicente Piqueras que resultó ser una biblia del vallenato y que podía cantar y citar letras y autores y cantantes como si estuviera leyendo en una página abierta. Y después del recital tuvimos la suerte de hacernos una pequeña parranda en el parque de los Fundadores con Toño Salas, hijo, para que el español se diera gusto  con los cantos de provincia.

 

 - Porque tenemos un mar y un río en la ciudad y en el alma

Recital de Miguel Iriarte y una de las poetas extranjeras en el festival de 2016 

 

O aquel del poeta libanés Habbas Baydum con quien nos fuimos a comer ostras y camarones al muelle de Puerto Colombia (cuando todavía existía), y una ráfaga de fuerte viento marino le arrancó el único ejemplar de su libro  con el que leería esa noche en Barranquilla y luego en Medellín. Y corría desesperado de un lado a otro del muelle profiriendo palabras en árabe que nadie allí entendía. Hasta que un pescador que estaba acodado en la baranda del muelle se percató de la cosa y por una pequeña propina lanzó su atarraya al mar con la que rescató el libro del poeta. En alguna parte de mi biblioteca debe estar ese libro marcado por la sal de Puerto y con una dedicatoria amable del maestro.

O el día en el que el poeta japonés Takashi Arima reía con asombro y excitación a la entrada del teatro Amira de la Rosa porque descubrió que su apellido era el palíndromo del nombre de la escritora barranquillera con el que habían bautizado el teatro.  Y muchos fueron los nombres, más de 30, los de los poetas que en Barranquilla estuvieron y que dejaron en la brisa de la ciudad unas palabras que quién sabe a dónde fueron.

En esta  versión de 2008, con la presencia de poetas de Argentina, Alemania, Chile, Venezuela, Perú, Israel y Francia, sumados a un puñado de poetas colombianos de Bogotá, Medellin, Cali y Armenia, más los poetas del Caribe colombiano de San Andrés y Providencia, Cesar, Bolívar, Atlántico, Sucre y Córdoba, y con ellos los poetas de la ciudad, PoeMaRío sigue en esa brecha incierta que va creyendo en la poesía como un lugar de salvación.

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