Porque también las hay (y las conocemos): no todas las madres son buenas

Porque también las hay (y las conocemos): no todas las madres son buenas

Hablamos también de madres castradoras que creen que sus hijos son su propiedad, que tratan de aislarlos de padres y que no hacen sino generar sentimientos de culpa

Por: Julián Andrés Torres Herrán
mayo 17, 2023
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Porque también las hay (y las conocemos): no todas las madres son buenas
No es mi propósito atacar a las madres, sino a la idea de que todas las madres son buenas. La tradición del lenguaje es engañosa, hay que desconfiar de ella.  Expresiones como No hay amor tan grande como el amor de madre, ¿Cómo medirlo? Su madre da la vida por sus hijos, ¿sus padres no? Madre nada más hay una, ¿no es esto claro?  Amor grande, amor de madre, etc.

Nadie niega que hay madres buenas que se sacrifican por el bienestar de sus hijos, que los acompañan, educan y preparan para enfrentarse al mundo (muchas veces solas) y son todo amor; pero también hay madres tóxicas, ausentes, manipuladoras, castradoras, explotadoras, torturadoras psicológicas y emocionales y a veces hasta asesinas cuyo único propósito parece ser hacerle la vida de cuadritos a sus hijos y precisamente son esos clichés los que evitan que se identifiquen y se castiguen o que sus víctimas (en este caso sus hijos) tomen distancia de ellas para evitar que les hagan daño.

Ejemplos hay muchos. Empecemos  mencionando a Aurora Caballero, madre de Hildebrant, chica superdotada que leía y escribía a los tres años, que se convirtió en abogada, activista y escritora feminista y que tarde se vino a dar cuenta de que aquel ser repugnante, su madre, la explotaba  de las maneras más infames; Rosa Montero en su maravilloso libro Historias de Mujeres decía sobre ella: “Aurora lleva hasta su más aterrador extremo el arquetipo de la mortífera madre castradora, esa madre posesiva y vampírica que chupa la vida de sus hijos, pura maldad disfrazada de amor sacrificado, una madre universo de la que es casi imposible escaparse. Hildegart lo intentó y le costó la vida”.

Según el diario El Mundo, las estadísticas de asesinatos de madres a sus hijos parecen ocultarse o no se mencionan casi en los medios; sin embargo, en España, en los últimos 5 años, más de 28 menores han sido asfixiados, arrojados por una ventana, golpeados e incluso acuchillados por sus madres que en ocasiones actuaban por venganza hacia su pareja. De esto casi no se habla porque parece que es mal visto hablar mal de ellas.

En Colombia la cifra de madres filicidas supera con creces a las de los padres. Un estudio realizado por Medicina Legal de casos de filicidio cometidos en Bogotá entre 1998 y el 2003 concluyó lo anterior.

Madres que ahogan a sus bebes, los arrojan a un caño, los abandonan en la calle o los apuñalan son algunos de los casos. Esto se da en el 54% de los casos por hijos no deseados. También se dan algunos casos en que las madres prostituyen a sus hijos o los alquilan para pedir limosna.

Pero no nos vayamos a los extremos. También hay madres que sin matar o golpear a sus hijos generan mucho mal. Hasta 1990 la psicóloga Susan Forward empezó a definir los comportamientos de esas madres caracterizadas por una crianza tóxica que disfrazan el maltrato con un supuesto manto de sacrificio y amor.

Madres castradoras que creen que sus hijos son de su propiedad y que se entrometen en todas sus decisiones hasta la edad adulta, que tratan de aislarlos de sus padres o de otras figuras de autoridad y que no hacen sino generarles inseguridad y sentimientos de culpa y no los dejan tomar sus propias decisiones.

Madres manipuladoras emocionales que se victimizan, mienten con frecuencia, minan la autoestima de sus hijos, los comparan, los llenan de culpa o vergüenza y los agreden con palabras y actitudes con tal sutileza que no pareciera maltrato, aunque lo sea.

Madres narcisistas a las que les importa más el qué dirán y nunca sus hijos estarán a su altura y que siempre minimizarán o ridiculizarán sus preocupaciones y les exigirán lo imposible. Madres malvadas que hacen daños atroces y que terminaran criando adultos infelices.

Lo anterior no quiere decir que los padres en general sean un dechado de bondad, pues es claro que los hombres encabezan las listas de abandono, abuso y maltrato, sin esto decir que todos sean malos. Creo también que hay muchos padres buenos que asumen su paternidad con responsabilidad, superando, a veces, incluso a la madre.

Dejemos algo claro: las madres no son buenas, solo por ser madres. Las mujeres que han parido son seres humanos con lados oscuros y luminosos. Son personas con cualidades y defectos, con expectativas y contradicciones, con sueños y esperanzas, con mezquindades y generosidades. De una madre puede esperarse lo mismo que de un padre y deben juzgarse por sus actos y no solo por el hecho de ser madres.

La bondad no se adquiere por contagio al parir, sino que es el producto de haber recibido una educación amorosa en la que se ha fomentado el respeto, la estabilidad emocional y la independencia. Así como puede haber padres a los que les es difícil prodigar amor incondicional, también hay madres cuyo egoísmo no les permite pensar en nadie diferente a ellas mismas.

Por eso hoy en el mes de la madre, aparte de proponer que acabemos con esas generalizaciones que invisibilizan los maltratos, rindo homenaje a las buenas madres que, aunque cometan errores (quién no) tienen como propósito la felicidad de sus hijos; madres que educan con y en el respeto y que entienden que la forma de hacer a sus hijos felices es fomentando su autonomía y ayudándolos a ser emocionalmente estables; madres que dan su amor sin condicionarlo al cumplimiento de sus caprichos.

Madres como mi abuela o mis tías o tantas otras que se sacrifican a diario no solo para proveer a sus hijos, sino para brindarles un espacio en el mundo, y que con su amor y buen ejemplo hacen que la sociedad sea mejor. Para ellas, un feliz día

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