Esto depende de cómo se organizan los factores de producción -es decir los que contribuyen a generar esa riqueza -; bajo que sistema se organizan; y que relaciones se establecen a su alrededor. Es lo que se llama el ‘modo de producción’.
La sociedad evoluciona alrededor de los cambios en el ‘modo de producción’: en la medida que cambian los factores se crean nuevos sistemas y se conforman nuevas relaciones.
En cierto tiempo los factores fueron principalmente la tierra y la mano de obra. Después apareció el sistema monetario, que permitió desarrollar el comercio creándose como factor de generación de riqueza la capacidad de intercambio de mercancías. La aparición de los primeros desarrollos tecnológicos como por ejemplo la máquina a vapor o los telares mecánicos dieron pie a la revolución industrial multiplicando la capacidad física del hombre; con ello nacieron lo que hoy llamaríamos ‘emprendimientos’ colectivos con el montaje de fábricas y la figura paralela de la asociación del capital bajo la forma de sociedades colectivas o sociedad anónima. Con la producción del acero, el gran transporte con ferrocarriles, y las cadenas de producción en serie llegó la etapa del capitalismo industrial en el cual Estados Unidos se embarcó en la cresta de la ola, convirtiéndose en la gran potencia que es desde entonces.
En los últimos tiempos emergió el capitalismo financiero más orientado a la concentración de Capital que a la producción -y menos aún a las repercusiones sociales-. Las fusiones, las privatizaciones, la globalización, los TLCs y las medidas llamadas neoliberales. Se estructuró un sistema en el cual los protagonistas ya no son empresas sino ‘grupos’, esquemas corporativos y trasnacionales que buscaban rentabilidad bajo la forma de crecer, en detrimento del ámbito que lo rodea, sea empresas de menor tamaño, sea los clientes, sea el medio ambiente. Detrás de ellos el poder financiero se convirtió en el dueño de la economía con la consecuencia de volverse su columna vertebral.
Lo que ahora estamos viviendo es la transición hacia un nuevo ‘modo de producción’. Nuevos factores de producción como la Inteligencia Artificial, la robótica, el 5G, etc. caracterizan una nueva sociedad donde el conocimiento, la innovación, el mundo de los algoritmos son los determinantes de nuevos sistemas de producción, generando nuevas relaciones. Vivimos en el mundo de Internet y el celular y la preocupación ya no es la mayor producción bajo la modalidad del crecimiento económico sino el cambio climático, las imprevisibles pandemias, las migraciones…
Entender todo lo anterior no nos señala un camino a seguir pues no se sabe cómo será ese nuevo orden y no hay manuales para transitar de un ‘modo ‘ a otro… solo ‘se hace camino al andar’.
Ni la respuesta ni el camino que nos llevará a ella está en la ‘economía pura’, la pura economía, la de los ‘economistas’ que son es economisistas
Lo que sí se puede avanzar es en pensar que ni la respuesta ni el camino que nos llevará a ella está en la ‘economía pura’, la pura economía, la de los ‘economistas’ que son es economisistas cuya ciencia consiste en dar explicaciones sobre el porqué lo que su ciencia decía no se cumplió,
En ese sentido tres elementos poco tenidos en cuenta por los profesionales de esa ciencia son para la economía política tres grandes contribuciones que son interesantes.
Uno, el planteamiento de Piketty que demostró que no es verdad que el desarrollo económico per se tiende a cerrar la brecha de las desigualdades; eso, que era el fundamento del desarrollismo como objetivo de la ciencia económica, resultó no solo errado sino con tendencia a lo contrario, puesto que históricamente (cuando se toman diversas épocas y diversos países) la tendencia es que, cuando se dan etapas de satisfactorio desarrollo económico, se ha dado simultáneamente un crecimiento del sector Capital más grande que el del conjunto de la economía, luego se profundizan la concentración y las desigualdades.
Un segundo es la tesis de Esther Dufflo y Abhijit Banerjee- -por la cual paradójicamente les dieron el Nobel de Economía-. Ésta se reduce a la constatación que la ciencia económica se ha orientado al cómo aumentar la riqueza por vía del desarrollo económico sin tener en cuenta que simultáneamente se crean sectores de pobres. Que las fórmulas y recetas de esa ciencia económica no son aplicables a esos sectores y que no se ha estudiado y se debería estudiar ‘la economía de la pobreza’
Igual que el Capital Humano – entendido como la capacitación del ciudadano a través de la formación y la educación para que sea más ‘productivo’- era ya reconocido como un factor más importante que el Capital Financiero, el Capital Físico o la tecnología aún en el ‘modo’ industrial, el tercer elemento es el Capital Social -entendido como la fluidez y la confianza en el contexto de las relaciones y las transacciones-. Si disminuyen los sobrecostos de las trabas y los controles (y los controles a los controles) toma más peso no solo para la convivencia social sino como factor económico.
Infortunadamente en este último -que puede ser mayor indicador de subdesarrollo- es en el que peor estamos.