Votar es en buena medida entregarle a otro ser humano algo del control de nuestras vidas. Desafortunadamente con tantos escándalos, chismes, contradicciones y confusiones en nuestro país, no es fácil hacer una pausa y reflexionar a conciencia sobre este tema.
Por eso quiero dedicar este espacio a eso.
Hoy nos cuesta trabajo imaginar una sociedad en donde las mujeres no puedan sufragar. Las conversaciones y debates giran en torno al lugar que nos entregan en las listas para el Congreso, la importancia de nuestra visión en la esfera de lo público, y las habilidades que poseemos para liderar.
Pero así no era. Fueron muchas las batallas que tuvimos que librar para conseguir el anhelado derecho al voto. En América Latina fue solo hasta 1927 —menos de cien años— que la mujer pudo votar.
Sucedió en Uruguay, en donde a pesar de que los medios de comunicación de entonces ponían nuestra ciudadanía en tela de juicio, logramos este derecho ejerciéndolo por primera vez en un plebiscito el 3 de julio de 1927. Le siguieron con algunas restricciones Ecuador en 1929 y Puerto Rico. Años más tarde se sumaron Brasil en 1934, Argentina en 1951, México en 1953, Colombia en 1954, Honduras, Nicaragua y Perú en 1955 y Paraguay en 1961.
Se necesitaron la consecución de miles de firmas, reformas constitucionales diversos movimientos sociales y asociaciones civiles, que dirigidos por valientes mujeres enfrentadas al establecimiento, a sus amigos y familias, las que lograron el derecho al voto y con él la responsabilidad de su ejercicio.
Entonces no es solo decidir cuál de los candidatos es la mejor opción para liderar nuestros destinos. Es entregarle al candidato escogido un pedazo de nuestra historia y de nuestra vida. Es decidir confiar que el ser humano que escojamos tiene la capacidad y la habilidad de procurarnos un mejor futuro para nosotros y para los nuestros.
Eso cuando lo hacemos con responsabilidad y recordando la historia detrás de este derecho.
La historia es distinta cuando lo regalamos por un puesto, un favor y un dinero. La historia es distinta cuando decidimos que ni siquiera vale la pena hacer el esfuerzo de ejercerlo. Ahí se convierte en una oportunidad perdida.
No importa quién sea su favorito, o a quién respete menos. La participación y el ejercicio del voto es lo que cuenta. #Mivotovale #Yovalgo . ¿Y usted?