Cuando Gustavo Petro fue alcalde de Bogotá, de 2012 a 2016, hizo pocas excepciones a su costumbre de no otorgar condecoraciones. Una de ellas se produjo cuando decidió reconocer el éxito del programa Abre tus ojos, diseñado para proteger a los niños, niñas y adolescentes ante los riesgos de vulneración de sus derechos e integridad. Uno de sus principales promotores era William Salamanca, un oficial de la Policía de quien tenía ya las mejores referencias.
Salamanca fue distinguido por el entonces alcalde con la Orden de San Carlos, la más alta condecoración impuesta por el gobierno distrital. Aunque parco y poco amigo de los protocolos, Petro se mostró ese día efusivo y estrechó con fuerza la mano del oficial y lo invitó a no declinar esfuerzos.
Aunque no podrían llamarse amigos, los dos se conocían de tiempo atrás. Cuando Petro llegó por primera vez al Congreso, en calidad de representante a la Cámara por el Polo Democrático, Salamanca -en esa época teniente coronel- se presentó en su oficina y en las de los demás congresistas como enlace de la Policía con el Capitolio Nacional.
Comenzaron a hablar con mayor frecuencia cuando, en medio de los debates relacionados con sus denuncias sobre la infiltración del paramilitarismo en varios niveles del Estado, Petro comenzó a recibir amenazas y a ver a su familia en riesgo. El coronel Salamanca asumió como responsabilidad suya el esquema de protección y se encargó de disponer las medidas requeridas cuando el parlamentario decidió enviar a algunos de sus seres queridos al exterior.
En la medida en la que los riesgos crecían, el enlace policial coordinaba personalmente la disposición de refuerzos: más escoltas, más armas, mejores y más seguros carros para los desplazamientos y motocicletas para las avanzadas. Periódicamente revisaba el comportamiento de los escoltas y disponía de los relevos cuando era necesario, siempre con la anuencia del protegido.
La confianza nunca se vio quebrantada. Por eso Petro, ya como senador, saludó el hecho de que Salamanca, ya ascendido a brigadier general, asumiera como cabeza de la Dirección de Protección de la Policía (DIPRO).
Las relaciones de Salamanca, sin embargo, no eran muy distintas a los que tenía con otros congresistas, incluidos aquellos que políticamente estaban en orillas distintas a las de Petro o eran considerados sus más duros contradictores de ultraderecha. El oficial era conocido en los niveles de mando y en las filas de su institución como “el canciller”, por su capacidad de relacionamiento en todas esferas públicas y sociales.
Las preocupaciones mutuas por la seguridad de Petro y personas de su entorno los mantuvieron en contacto. Cuando el general fue enviado a otros destinos, como el comando de la Región 4 de la Policía, le presentó a Petro a uno de sus oficiales de confianza y lo recomendó ampliamente para que se hiciera cargo de su esquema de protección. Se trataba del capitán Carlos Feria, quien más adelante como coronel y con Petro ya elegido presidente de la República, llegaría a la Casa de Nariño como su jefe de seguridad.
El mote de ‘Canciller’ estuvo reservado a Salamanca hasta cuando llegó al cargo de Inspector de Seguridad de la Policía y comenzó a pisar callos. Uno de los que sintió fuerte la presión de su tacón fue el general Óscar Atehortúa, director de la institución de 2018 a 2020. El Inspector conocía bien los expedientes y sabía que Atehortúa estaba seriamente comprometido en irregularidades en un proyecto de construcción de casas fiscales en el Tolima.
Atehortúa ocultó mal su intención de salir del incómodo Inspector y cuando vio que éste estaba dispuesto a sacarle los “cadáveres de su closet” y a enviar copias de las actuaciones a la Corte Suprema, decidió mandarlo forzosamente a vacaciones. Salamanca se mantuvo al tanto de sus movimientos y encontró que los rastros del caso comenzaron a ser borrados del sistema de información judicial de la policía.
El ’canciller’ que lo caracterizaba dejó de lado sus formas diplomáticas. Salamanca se declaró públicamente decepcionado de su director y pareció marcar su destino. Se iría al retiro y le daría un cambio a su rumbo a su vida.
Desde entonces su perfil se mantuvo bajo hasta cuando Petro decidió rescatarlo para su campaña decisiva a la presidencial. Por intermedio de un general retirado de las Fuerzas Militares, que pidió expresamente permanecer en el anonimato, el candidato hizo buscar a Salamanca para pedirle que oficiara como una especie de consultor suyo en materia de seguridad.
El general en retiro aceptó asistir a algunas reuniones de trabajo y formuló recomendaciones que quedarían plasmadas en las propuestas de Petro candidato. Lo representó también en algunas reuniones de campaña con empresarios, dirigentes y líderes sociales cuando los temas se relacionaban con defensa y seguridad.
En ninguna de esas actividades hubo medios de comunicación porque el entonces exinspector de la Policía prefería trabajar detrás de bambalinas. La situación dio un giro decisivo cuando Petro ganó la elección presidencial y comenzó la fase del empalme.
El presidente electo quería que en el empalme con el Ministerio de Defensa lo representara alguien que conociera por dentro las Fuerzas Armadas y sus necesidades. Inicialmente Salamanca fue incluido en la comisión como especialista en temáticas propias de la Policía, pero bien pronto Petro decidió que asumiera por completo el empalme en ese sensible campo. Lo hizo cargo de todas las reuniones con el saliente ministro de Defensa Diego Molano, con quien hablaría un lenguaje común cuando los temas eran técnicos. “No nos vamos a dejar meter los dedos en la boca”, era la consigna del mandatario electo.
El oficial creyó que su rol como asesor terminaría con la posesión y aceptó el cargo de cónsul general en Miami, porque allí estaría con su esposa y su pequeño hijo menor Samuel, de diez años. Aun así, ocasionalmente recibía mensajes de la Casa de Nariño por intermedio del canciller o llamadas para consultas específicas.
Por ejemplo, por esa vía se enteró de que el gobierno quería marcar un hito histórico y preparar el camino para que una mujer llegara por primera vez ala Dirección de la Policía. El recomendó un proceso gradual y ayudó en la selección de hojas de vida para que la que quería una fase de transición en la Policía quedará en cabeza del general Henry Armando Sanabria, con una segunda muy fuerte: la general Yackeline Navarro. Para llevarlos a la cúpula fue preciso enviar al retiro a 24 generales más antiguos que ellos.
Cando los resultados no se dieron como lo esperaban y el general Sanabria también pasó al retiro, el 11 de abril en cónsul recibió una llamada del canciller Álvaro Leyva. “Le hago una pregunta concreta para una respuesta concreta: El presidente quiere saber si usted desea ser director de la Policía”, le oyó decir a Leyva inmediatamente después del saludo. “Sí”, respondió Salamanca.
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