Que vivan los profesores, que merecen ser lo más respetable

Porque fueron (y merecen ser) lo más respetable de nuestra sociedad: ¡que vivan los profesores!

Mientras el sistema te necesita ciego y conforme, los profesores son la columna vertebral del real funcionamiento de una sociedad que se supone equitativa y justa

Por: Germán Peña Córdoba
junio 07, 2024
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Porque fueron (y merecen ser) lo más respetable de nuestra sociedad: ¡que vivan los profesores!

OTRORA, EN NUESTRA SOCIEDAD, NADA ERA MÁS RESPETABLE que un juez de la República, un policía, un médico, el sacerdote y un profesor. Cada uno se desempeñaba en el oficio que la vida le había asignado, por cuenta de su vocación: el juez en su deber de interpretar e impartir el más genuino concepto de justicia o sea, dar a cada quien lo que le corresponde, el policía que trabaja incansable por la seguridad ciudadana, el médico que lucha por la salud de sus pacientes, el sacerdote que acompaña  a sus fieles en su proceso de crecimiento espiritual y finalmente el profesor en su misión formativa y educativa.

El maestro de primaria, el profesor de bachillerato o el profesor universitario, son escalas del saber que conviven de manera simbiótica para un resultado final que es la formación del individuo que sale a interactuar en sociedad. Los profesores son profesionales muy valiosos y columna vertebral del idóneo funcionamiento de una sociedad que se supone equitativa y justa.

Hoy día se ha pretendido anular a los profesores y convertirlos en simples convidados de piedra; encasillarlos y confinarlos, siendo que su misión va más allá de la simple trasmisión del conocimiento académico. El compromiso del profesor, adicional a la formación académica, reside en la construcción de un pensamiento crítico y de enseñar a pensar a sus educandos.

La magnífica educación pública que muchos de nosotros recibimos en gratuidad, hoy es criminalizada, por el régimen que la considera su enemiga, la etiqueta y califica a los profesores de adoctrinadores, los estigmatiza. Se rotula a los afiliados del sindicato FECODE como redomados delincuentes, propiciadores del vandalismo y del terrorismo. Con espurios argumentos, aunados a sus cajas de resonancia mediática, precarizan deliberadamente la educación pública y pretenden acabarla a toda Costa.

Existen fuertes motivos para considerar lo anterior como algo cierto: La educación como acción liberadora les resulta incómoda y peligrosa; se busca que la educación se privatice, para que, sea igual a realizar una compra en un almacén de cadena; así las cosas, se le otorga tratamiento de mercancía para que unos pocos tengan el privilegio de adquirirla. Como la han convertido en mercancía, el alumno es un cliente, al cual no se le podrá exigir mucho, por aquello de la ley del mercado que dice "el cliente siempre tiene la razón".

La abolición de la cátedra de historia hace casi 30 años no fue una mera casualidad; fue un acto deliberado. Conocer la historia te hace más consciente, te subleva ante las injusticias y una persona instruida en historia, seguro buscará cambiar el estado de cosas inconstitucionales que encuentra y que constituye la columna vertebral del estado de injusticias y desigualdad.

El régimen te necesita obcecado, ciego, conforme y obsecuente. El régimen te necesita que desconozcas el contexto histórico; dicen que los pueblos son más felices cuando desconocen su propia historia. Así, con esta planificada estrategia, se hacen a una base social de pobres, que se ponen del lado de su tradicional opresor.

¡Quien dijo miedo!

Allí es cuando entran los profesores en el radar de la persecución. Cuando los profesores enseñan la historia de Colombia, como la enseñaba el profesor Germán Colmenares, la historia universal como la enseñaba Roberto Avendaño, las ciencias sociales, la literatura, la geografía, la constitución, la cívica, el Cooperativismo que eran materias en nuestro tiempo, se les convierte en algo insoslayable no establecer y emerger de ellos y sus alumnos una postura crítica.

La derecha colombiana ha disparado por estos días en dos direcciones. A través de su tradicional personaje siniestro, pretende sublevar la tropa y sus jerarquías militares en contra del jefe máximo de las fuerzas armadas, que es el presidente de la república. La proterva tarea que se han propuesto la veo tardía e imposible, porque los mismos que los metieron en el desprestigio que hoy viven los miembros de las fuerzas armadas, posan de salvadores.

Ante la opinión pública, el caso de los 6402 jóvenes asesinados en los mal llamados "Falsos Positivos", el desprestigio que causa las declaraciones de los militares ante la JEP, ante la justicia ordinaria y ante organismos internacionales, hoy estos mismos, pretenden sublevarlos y aparecer como la solución.

Hoy, igualmente, tratan de seducir a los profesores, les coquetean después de que han hecho hasta lo imposible por señalarlos.

¡Ojalá no caigan en la trampa!

La hirsuta derecha aspira con delirio y aprovechando la actual tesitura, poner a los profesores en contra del gobierno: es su infinito deseo, que fracase el cambio de modelo de salud para los profesores. El anhelado colapso sería la conquista mayor; al poner los 800 mil maestros que apoyan el cambio en su contra. ¿Cuándo se había visto en la historia de este país, a la extrema derecha preocupada por la salud del magisterio Colombiano? ¡Nunca! Ahora resulta sospechoso.

Sabemos que hay sabotajes para que el nuevo sistema de salud no prospere, el modelo es acertado, pero existen en el, fallas que se pueden ir corrigiendo a medida que el proceso va avanzando, hasta lograr eficacia y eficiencia en su implementación. El nuevo modelo, como todo lo nuevo, en principio, genera confusión y aparecen falencias que deben ser rápidamente superadas. Urge corregir y atender oportunamente las eventuales quejas de este importante gremio.

¡Que vivan los profesores!

Admiro la labor de los docentes; recuerdo sus nombres y apellidos de todos aquellos que pasaron por mi vida y, de vez en cuando tengo largas charlas con los que aún viven, conservó un profundo respeto por ellos, tanto así, que, no empleo el diminutivo "Profe" para dirigirme a ellos, ya que el idioma está sufriendo una terrible y notoria reducción en sus palabras y no deseo contribuir a su evidente  deterioro; tenemos que reivindicar la labor del profesor, célula central de nuestra sociedad.

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