¡Porque es un negro decente!

¡Porque es un negro decente!

Cuando Valdecañas, un médico negro, llegó al pueblo, José Ángel, a pesar de su racismo, lo acogió; cosa que generó muchas especulaciones entre sus coterráneos. Relato

Por: RICARDO MEZAMELL
marzo 04, 2021
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¡Porque es un negro decente!

En los años cincuenta, a las personas de piel negra se les estigmatizaba en dos grupos: el de negros decentes, al que pertenecían los graduados de alguna universidad, y de quienes se presumía que eran cultos, de buenas costumbres y modales; y el de negros, sin adjetivos, y de quienes se presumía que adolecían de esos “atributos”, pero les incluían el de delincuentes.

A principios de esa década, llegó a realizar su año rural en nuestro pueblo el médico de apellido Valdecañas, oriundo del corregimiento de Pasacaballos, perteneciente a la jurisdicción de Cartagena. Era un hombre alto y delgado, con los rasgos característicos de una persona de raza negra. No obstante ser don José Ángel Meza, acaudalado comerciante y ganadero, considerado un racista, lo acogió no solo como su galeno de cabecera y de su familia, sino que se convirtió en su mecenas.

Una vez cumplido el año rural el doctor Valdecañas, su bienhechor le prodigó todo el apoyo económico que necesitó para establecerse en la localidad. En el barrio Córdoba, contigua a la casa cural de la Iglesia San Pío X, le facilitó una amplia casa en la cual le montó el consultorio y una farmacia. Allí el médico comenzó a ejercer su profesión, con la habilidad de que una vez escrita la fórmula, se la entregaba directamente a su secretaria, quien a la vez atendía la farmacia, para que le vendiera al paciente los medicamentos recetados.

Don José Ángel financiaba todos los años la fiesta de San Judas Tadeo, de quien era un ferviente devoto, para lo cual se aseguraba de invitar a sus amigos ganaderos de la región. En una de esas celebraciones, acudieron de Sincé (Sucre) una prestigiosa familia cuyos miembros eran de piel blanca y ojos claros. El médico quedó prendado por una hermosa dama de ese linaje y don José Ángel, contrariando el querer de los padres —racistas hasta los tuétanos— de la agraciada mujer, colaboró para que esa relación se diera y consolidara. Los novios contrajeron nupcias a escondidas en Cartagena, con el solo acompañamiento de don Pedro Nel y Ligia, la pareja que fungió como padrinos y testigos del matrimonio.

Don Pedro, comerciante y ganadero como su hermano don José Ángel, también acogió al médico en su familia, y de nada valió que su esposa —la niña Chica—, racista por igual, se opusiera para que pusiera al médico y su hermosa mujer, como padrinos de bautizo y, además de confirmación, de uno de sus hijos.

Como gratitud por la ayuda recibida para establecerse y empoderarse económicamente, el galeno atendía a la madre de don José Ángel sin cobrarle por la atención médica, ni por los medicamentos recetados. Una vez su benefactor se quitó la vida de un balazo que se propinó en la sien derecha del cráneo, cuando se encontraba acostado en una hamaca en su finca San Judas, ubicada en el corregimiento de Henequén, aquellas muestras de agradecimiento del médico para su progenitora cesaron completamente.

Para esa época costumbre era que los padrinos dieran el 24 o 25 de diciembre “aguinaldo” a los ahijados, el cual consistía, por lo general, en juguetes. Como su padrino médico no lo hacía voluntariamente, entonces el ahijado se lo reclamaba a voz en cuello: ¡padrinooo!, ¡mi aguinaldo!, cada vez que lo veía pasar como pasajero en el Jeep Willys de Figueroa, ya fuere de ida o de regreso para la Clínica Magdalena.

El galeno, quien vestía camisa manga larga y corbata, con el saco siempre al hombro, por el insistente pedido de su ahijado, finalmente declinaba y el 28 o 30 de ese mes le llevaba, envuelto con papel de colores, una pelota de caucho con letras, o un camión plástico de esos que tenían como cargavacas o canastas de gaseosas del mismo material.

El penúltimo aguinaldo, el que más emoción le causó al niño, al punto que este relator aún lo recuerda, fue el de un tractor grande plástico, de color amarillo con llantas negras, con su zorro de ese mismo material, también de color negro.

Aunque tenía solo ocho años, con el último regalo, por el contrario, quedó desilusionado, porque al tratarse de una copa de plata, presagió que sería su último aguinaldo, pues un objeto tan valioso como ese no era para jugar, sino para cuidarlo con esmero, como efectivamente se lo sentenció la niña Chica. El mensaje fue claro, ya no estaba para juguetes, había llegado el momento de asumir la responsabilidad propia del muchacho en que se había convertido.

Con su madrina —la esposa del médico— el muchacho no tuvo relación alguna; por eso siempre le preocupó la llegada de la Semana Santa. Como en ese lapso el diablo andaba suelto —según la tradición oral— tenía que observar su mejor buen comportamiento y evitar a toda costa realizar la más insignificante pilatuna, ya que de portarse mal no contaba con la madrina para rescatarlo del tridente de satanás, no tanto por la distancia espacial sino por el abismo afectivo que de aquella lo separaba.

En su ejercicio profesional, el galeno era muy reconocido como obstetra. Los partos siempre los atendía por cesárea, lo cual justificaba diciéndole a la parturienta que era más seguro para ella y su bebé, por cuanto en los naturales o vaginales eran muy probables los desenlaces fatales. La gente, en cambio, le atribuía otras ocultas razones: para no trasnocharse en trabajo de parto y, además, porque cobraba más plata por la cirugía.

Y aunque en su trayectoria como médico dio cuchilla sin parar, cuentan que murió por físico miedo a morirse en sala de cirugía. No se dejó dar bisturí para extirparle la vesícula cargada de cálculos, que a la postre se le convirtió en el cáncer que desencadenó su muerte.

Por haber sido un galeno muy exitoso, aunado a la vida austera que siempre llevó, logró acumular una cuantiosa fortuna, la cual se esfumó en manos de sus herederos.

En una ocasión, cuando la niña Dora, hermana ultrarracista de la niña Chica, le preguntó por qué había permitido que el doctor Valdecañas fuera el padrino de uno de sus hijos, esta no dudó en responder: ¡Porque es un negro decente!

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