“El que siembra vientos cosecha tempestades”
Sembrar semillas para luego cultivar las plantas y al final recoger los frutos del trabajo significó un gran avance en la evolución de los seres humanos. La agricultura es una muestra más de la inteligencia humana.
Las culturas antiguas eran recolectoras y cazadoras, se beneficiaban de la oferta ambiental hasta que el entorno soportaba, luego emigraban a otros territorios y repetían lo mismo; sólo con la agricultura, los primeros seres humanos se volvieron sedentarios y construyeron ciudades, donde floreció la cultura, la política, la economía y la guerra.
El paso de recolector a sembrador, cultivador no solo de plantas sino de especies pequeñas, debió darle al ser humano otra visión del mundo en el que vivía y de sí mismo.
Yo no tengo origen de agricultor pero siento un gran amor por los árboles y las plantas y, en general, por la agricultura. En ocasiones me detengo a observar cómo crecen en el patio de mi casa el árbol de manga, los de cacao y los de guanábana y me sorprende su capacidad de resistencia y persistencia. En ocasiones los he talado para aclarar el camino o para evitar que dañen los cables de la electricidad, o simplemente porque no daban fruto, pero vuelven a crecer, se curan a sí mismos y producen bondadosamente frutos de los que nos alimentamos en mi familia. Y en otras ocasiones miró al piso y veo un grupo de plantas con la misma persistencia, unas que compiten con otras por el pedacito de tierra donde crecen y del rayito de sol que las alimenta, otras oportunistas se trepan a los árboles y allí perduran, algunas las dejo crecer. Me digo, “Todo lo que nace tiene derecho a crecer y reproducirse”. Pero en otros casos tengo que arrancar o cortar alguna, pero siempre me pregunto ¿esta para que servirá?, ¿no será que estoy dañando un posible alimento, un remedio?
De repente pienso en la tragedia humana: los hombres mientras más nos urbanizamos y modernizamos, igual perdemos el contacto con la naturaleza, nuestro conocimiento de ella. En la escuela urbana –moderna no nos enseñan a valorar esto, los datos de los libros son información sin raíces en el bosque. Un niño campesino desescolarizado sabe más de su monte, de los árboles, de las plantas y de los animales que lo habitan que uno escolarizado y urbanizado. Y ese niño urbanizado crece temiendo al bosque y a los animales que viven en él, no sabe de dónde vienen las verduras y frutas que lo alimentan, seguramente de un gran supermercado, pensará. Pero este es de los niños que ya de hombre prefieren tumbar bosque para construir fábricas, carreteras y monocultivos de palma, caña y coca porque el mercado internacional lo pide y porque son más rentable que tener bosques.
El Pintor austriaco Van Gogh pintó en varias ocasiones al sembrador, quizás porque la figura del sembrador es emblemática del ser humano que construye su vida sembrando, siembra semillas de comunidad, sembrado ya sea su comida, ya sean relaciones con otros. Al contrario del viejo refrán: el que siembra vientos recogerá tempestades. Por eso es mejor sembrar paz, cariño, respeto, solidaridad, amistad, todo eso traerá compañía, amor, convivencia, fraternidad, bienestar.
Desafortunadamente entre nosotros hay quienes siembran guerra y muerte, la cocaína es un cultivo de muerte, pero también los otros monocultivos lo son. Y hay quienes siembran guerras desde sus gobiernos, sus medios de comunicación, sus políticas injustas y sus actos de bandidaje con los impuestos de los ciudadanos.
Por todo esto hay que recordar a sembradores humanos como el reverendo Martín Luther King en Estados Unidos enseñando a sembrar paz y convivencia entre blancos y afroamericanos, a Gandhi en la India enseñando que con semillas de paz se podía liberar un país como el suyo de la colonia Inglesa, a Mandela con su ejemplo de vida sembrando paz para transformar el régimen racista del Apartheid en Sudáfrica y otros tanto que nos han enseñado a ser mejores, que como ser humanos no debemos acostumbrarnos a la bajeza de la injusticia y corrupción de unos pocos sino que con acciones de paz podemos construir pueblos y naciones sembrados de vida justas y pacíficas.
JRD. Pacífico colombiano, 2021