El escenario de duda planteado por algunos medios de información con respecto a la cancelación de las próximas elecciones de juventud en marzo del 2021 —además de la posibilidad de que se abra todo un debate y discusión frente a la pertinencia y costos de realización de las mismas— me hace reflexionar sobre la importancia de estos comicios, su impacto en la democracia participativa, las necesidades de mi generación y de las siguientes, y, sobre todo, si como jóvenes somos escuchados y si lo que decimos tiene algún impacto en nuestra sociedad.
Saber que las CMJ volverían a ser una ventana de participación, una oportunidad de incidir y de construir por mi sociedad y país, llenó de esperanzas mis deseos de ser parte de este proceso electoral. Sin embargo, se aproxima una discusión que pone en duda la realización de estas elecciones. Un debate totalmente válido y posible dado el contexto atípico que vivimos como país y sociedad. Nos encontramos de cara a una emergencia sanitaria y económica producto de una pandemia, donde la escasez de recursos para atenderla nos hace pensar que se debe priorizar la solidaridad para lograr superar la crisis.
Los cerca de 120.000 millones de pesos que necesitaría la Registraduría Nacional para llevar a cabo estas elecciones nos hacen revisar si es necesario incurrir en estos costos y nos ponen a buscar otras alternativas para que se puedan llevar a cabo estos comicios, sin afectar los recursos del Estado y sin perjudicar la democracia participativa de los jóvenes, que ven en este espacio una oportunidad de ser escuchados.
Pues bien, en mi reflexión, encuentro que hoy existen múltiples herramientas tecnológicas que integran organizaciones, comunidades y sociedades. ¿Por qué no proponer bajo un escenario lleno de innovación, ideas y energía, como lo es el de la juventud, una solución tecnológica o virtual que nos permita llevar a cabo estas elecciones?
Esta coyuntura de cuarentena y pandemia nos ha obligado a la virtualidad, un salto que socialmente generaba resistencias y que se daba como una inmersión lenta y sectorial. No obstante, hoy probamos que es necesario y aceptado.
En consecuencia, hablar hoy de unas elecciones virtuales no es una locura, es una clara alternativa frente a los recursos limitados y a las restricciones logísticas. La elección de Consejos de Juventud puede hacerse virtual, con verificación de identidad y habilitando las sedes de la Registraduría para que los jóvenes sin acceso a internet puedan votar. Así reducen costos y los comicios se hacen para que la juventud tenga su justa representación.
Por eso y mucho más los jóvenes reclamamos unas elecciones virtuales que sean ejemplo para un país donde la democracia no se detiene y propone que la participación no tenga límites.