Hacemos un llamado a la comunidad nacional e internacional sobre la manera en la que las universidades públicas y privadas en Colombia establecen unos criterios de selección en los concursos docentes para los departamentos de filosofía que no interpretan las nuevas realidades de la comunidad filosófica del país y que además siguen considerando la filosofía como un saber hermético que no entra en diálogo con otras áreas del conocimiento.
Hacer filosofía en Colombia se ha vuelto una tarea casi imposible para las generaciones que estamos concluyendo nuestros estudios doctorales. Sabemos que las condiciones laborales de quienes se dedican a la docencia universitaria son difíciles en general, en parte por la crisis económica que afecta particularmente a las instituciones de educación superior, pero más estructuralmente por la desfinanciación estatal del sistema educativo y científico del país, y porque la educación se ha venido convirtiendo más en un negocio que en un asunto de interés público. Las convocatorias docentes son relativamente escasas, por lo que vemos que las exigencias para acceder a una plaza docente son cada vez mayores. Parece entonces que solamente un grupo de filósofos y filósofas puede dedicarse exclusivamente a este oficio, pues la gran mayoría de quienes lo atesoramos lo hacemos en condiciones laborales muy difíciles o, peor aún, en medio del desempleo y el olvido. Ahora no es suficiente con hacer un doctorado, sino que para poder competir en esta búsqueda de trabajo hay que tener en la hoja de vida un buen récord de investigaciones, publicaciones, y varios años de experiencia docente. Por eso mismo, para las nuevas generaciones de doctoras y doctores del país acceder a una plaza parece un reto imposible.
A esta desoladora situación, se suma otra preocupante realidad que toca a la filosofía en particular: nos encontramos con convocatorias en áreas de filosofía que no son consecuentes con la nueva realidad filosófica de nuestro medio. Entre otros, en los recientes concursos docentes para asignar plazas de filosofía en la Universidad de Antioquia[1] (2021), en la Universidad Industrial de Santander[2] (2021), en la Universidad del Valle[3](2021), el perfil académico de la convocatoria, en casi todos los casos, exige Filósofo, Profesional en Filosofía o Licenciatura en Filosofía y Letras con Doctorado en Filosofía. Además, exige investigaciones, publicaciones y experiencia en este campo del saber. Este perfil de entrada no permite afines en el campo de las ciencias sociales y humanas, no reconoce la importancia de la interdisciplinariedad y cierra la puerta a los profesionales en filosofía que deciden hacer un doctorado en otra área o a quienes tienen un pregrado en otras disciplinas (literatura, arte, derecho, ciencia política, otras licenciaturas, etc.). De esta manera, las convocatorias no responden al perfil de la gran mayoría de profesores que tienen un título en Filosofía (pregrado, maestría y doctorado) y que se han profesionalizado en distintas áreas del saber.
Una parte de quienes hicimos un doctorado en Filosofía no estudiamos filosofía en nuestra formación profesional, es decir, nuestras indagaciones filosóficas tuvieron lugar en medio de estudios de pregrado o posgrado en otras áreas. En un mundo en crisis las preguntas filosóficas emergen desde lugares diversos que ponen en cuestión incluso a la filosofía misma como disciplina. Pero tristemente el interés global por la interdisciplinariedad no coincide con esos prerrequisitos que encontramos en las convocatorias. Y, tal vez sin proponérselo, esto lleva a que la filosofía en el país se siga viendo como una disciplina de pocos individuos, cerrados en su propio mundo al que nadie entra y que nadie escucha, ni siente. Ella, encargada de pensar los problemas que aquejan al mundo y a lo humano en general, de abrir nuevos modos de interpretación en una realidad compleja, no parece querer que su voz se escuche en el caos de la realidad actual. Para eso se necesita una apertura al diálogo con problemas procedentes de áreas ajenas, de las ciencias sociales, humanas, de la naturaleza, del arte y de la literatura.
La invitación es, en el fondo, a que no hagamos de la filosofía una disciplina, a que la hagamos libre, creativa, imaginativa, menos hermética, a que volvamos a una filosofía que no habita en la altiplanicie de las ideas, sino que está en constante diálogo con su realidad. Esta filosofía abierta debe combatir permanentemente la desigualdad, la injusticia, el clasismo, el elitismo, el regionalismo, los sesgos de género, el ensimismamiento de grupos, departamentos, equipos…, enclaustrados en sí mismos, que amenazan la buena dinámica de nuestro oficio en Colombia. Hay que diversificar las convocatorias docentes: que allí apliquen profesoras y profesores con una carrera consolidada en distintos campos del saber, pero también las nuevas generaciones de doctores y doctoras, que importe el mérito y la profundidad del pensamiento e importe poco la procedencia, la universidad, la clase social, el género o el apellido. Solo mediante esta apertura le daremos nueva vida a la filosofía en Colombia; lo contrario a esto es que permanezca en su propio monólogo.
Pero el llamado se dirige también a las otras áreas del saber. La filosofía les habla, las interpela, las sacude y quizás las saca del automatismo en el que pueden llegar a vivir. También allí las convocatorias parecen requerir profesionales con formación exclusivamente disciplinar o por lo menos demandar alguna formación disciplinar, con lo cual se pierde de vista que en filosofía hay investigadoras e investigadores en teoría política, teoría social, teoría del derecho, teoría de la historia, teoría de la psicología, antropología, estética, por nombrar solo algunas modalidades, que muy bien pueden alentar y dar un nuevo aire a estas disciplinas. En suma, que quienes hacemos filosofía no tengamos un título disciplinar en tal o cual área, no significa que desde nuestro oficio no hayamos ganado las habilidades conceptuales para ser competentes en estas regiones de la realidad. La experiencia enseña lo dicho, pues como sabemos una parte importante del pensamiento clásico en otras áreas del saber se fermentó y surgió en la filosofía.
[1] https://appvicedoce.udea.edu.co/concursoprofesoral/
[2]https://www.uis.edu.co/webUIS/es/concursoDocente/concursoDocente2021/documentos/perfiles/Perfiles_Filosofia_2021-1era.pdf
[3] http://viceacademica.univalle.edu.co/onepage-convocatorias?fbclid=IwAR1SgPuv-53wlDwYnXd4pHb_9ncNhehfHdr2t8bhi-TowGDuncqWSNrrk8c