Sin una actitud positiva de libertad y cambio no es posible reclamar replanteamientos de los conceptos y de las acciones del problema educativo, sobre todo mientras este permanezca ajeno al contexto del avance de la tecnología.
Si el mundo circundante del atraso quiere sobrevivir tiene que ser capaz de dar respuesta adecuada a los desafíos de su condición, comenzando por valorar su propia educación como derecho humano básico y como una necesidad fundamental de la vida del hombre, equiparable al alimento y al vestido, y sin la cual no es posible una existencia digna y justa; acorde con el merecimiento de la persona humana, en un medio en el cual los sectores hegemónicos y marginales, internos y externos, alargan y ensanchan desmesuradamente la enorme brecha digital resultante de la confrontación entre el mundo con el nuevo conocimiento tecnológico y el mundo atrasado.
Siendo la educación una necesidad y un derecho del hombre que camina a nuevos conocimiento no tradicionales tiene que llevarlo antes de que caiga en un letargo intelectual y moral, para defender por encima de otra prioridad, el bien moral por excelencia, la máxima aspiración de las personas y las colectividades: el derecho a la vida y la educación, sin la vida no es posible educar con libertad para el desarrollo sin dependencia, sin el derecho a la vida y la educación no podríamos invocar un nuevo orden social y cultural, sin el derecho a la vida y la educación no podríamos pensar en una posible educación aplicada a los avances y herramientas pedagógicas de tecnología de un mundo cambiante, sin el derecho a la vida y la educación no se puede entender que el problema de no ser competentes no es un simple fenómeno de atraso frente a los países más avanzados en lo político económico y en lo social.
Siendo la educación una necesidad y un derecho del hombre tiene que enrutarlo hacia una independencia, tiene que llevarlo a comprender, en la debida oportunidad, que el desarrollo político, económico y social debe ir acompañado de un proceso de liberación en el buen sentido de la palabra Para tal circunstancia se hace necesario la formulación de una política, teoría y práctica educativa para un desarrollo sin dependencia, no más modelos educativos importados, más creatividad, más innovación, más emprendimiento esto se llama liberación para el desarrollo y tendrá que complementarse con la propia elaboración de un nuevo conocimiento a la teoría económica, política social acorde con las necesidades de la realidad circundante de cada espacio de la sociedad.
Una educación liberadora como derecho fundamental y como necesidad básica del hombre tiene que ser un servicio público tiene que cumplir una función social, solidaría y democrática. Además tiene que apropiarse con principios éticos, alejados de cualquier fanatismo, que le hagan factible el disfrute de unas regulaciones morales de civilidad en las cuales tiene que predominar el respeto por la vida y los derechos humanos, es decir, donde la educación como herramienta de liberación, como derecho y necesidad básica del ser humano, propicie a los integrantes de la sociedad el acatamiento y la comprensión de la lucha de manos y mentes laboriosas y libres en pro de una sociedad más justa, más amable y más humana, y en la cual podamos compartir la alegría de habernos despojado, gracias a la educación liberadora de la mentalidad limitada para toma de decisiones. Este es el desafío de nuestros tiempos y este reto es para la nueva generación.