Nunca he entendido esa manía de estar despolitizando todo en nuestro país: “que no politicen el paro”, “que no es un asunto ni de izquierda ni de derecha”. Todas las manifestaciones sociales son políticas, buscan cambios que solamente se pueden volver realidad a través de la política, sencillo; y sí es una cuestión de izquierdas y derechas, hay que dejar de evitar el poder hablar de esa histórica pugna ideológica y más en un país como Colombia donde durante toda nuestra historia hemos estado gobernados por la derecha.
Las personas se están manifestando en contra del actual gobierno y todo lo que ello representa, una política que comenzó en el 2002 y que no se separa políticamente en nada de lo que antecedió a ese año para Colombia; todos los justos reclamos que se hicieron evidentes el 21 de noviembre y que se han prolongado en un paro indefinido, son un inequívoco desprecio y repudio por el modelo neoliberal, es así, de manera consciente o inconsciente pero es así, no le busquen más peros y trancas. ¿Qué espectro político representa esa estructura en Colombia y en el mundo?
Sí, claro, las manifestaciones en Colombia no le pertenecen a un espectro político en particular porque en una sociedad como la nuestra, despolitizada sin ninguna pena y orgullosa de semejante contradicción, está hecha realmente de un sancocho ideológico del cual varios ni siquiera son conscientes, pero cuyos reclamos y causas generadoras de esta indignación sí tienen una raíz, una fuente, una respuesta que varios se niegan a reconocer: la derecha colombiana, que actualmente se encuentra representada en el poder por el uribismo.
Los mismos artistas que participaron en Un canto por Colombia también han colaborado con este mensaje, auspiciando esa manía de atemorizarse a la hora de tomar una postura política, atizando el miedo y la apatía hacia la política. Si hay algo que también ha hecho de Colombia el malestar que es hoy es ese mensaje constante que ronda por cada pasillo, cuadra, esquina o camino del territorio nacional, esa directiva de estigmatizar todo lo que tenga que ver con política; es una gran contradicción que como país tenemos que superar porque la única manera de cambiar a Colombia es por medio de la política. Sí, con elementos como la cultura (que no empieza ni termina en la famosa patente del intocable Antanas Mockus), pero que tendrán que pasar sí o sí por el engranaje político. Como dicen por ahí ¨aunque tú no te metas en la política, la política se mete contigo”.
Necesitamos una ciudadanía que no solo hable de política por hablar, sino que se exprese teniendo claridad de su postura política, que sepa cuál es el mundo en el que espera militar, que tenga clara su visión sobre la forma en la que quiere que el Estado actúe y qué tipo de políticas sociales y económicas requiere ese Estado; porque ya estamos repletos de simbolismos sin sentido, de eslóganes y lugares comunes, vacíos que le han enseñado a repetir a la gente rutinariamente y que al final solo perpetúan el discurso hegemónico de la derecha.
La gran pregunta de Jaime Garzón, que volvió a revivir la revista Cerosetenta, sobre si es posible que la solución venga de las personas que han provocado el problema, nos transporta inevitablemente a este punto del camino equivocado de una sociedad despolitizada que lo que hace es perpetuar las políticas de aquella vertiente de derecha que siempre ha gobernado esta nación; y como respondía Laura Quintana a dicho interrogante: “el cambio no puede venir de las lógicas que han prevalecido en las élites del país sino a través de una acción ciudadana que logre poner en cuestión esas lógicas”. Dichas lógicas, amigos y amigas artistas, están representadas en la derecha colombiana, entonces lo que pasa en este país sí es una cuestión de izquierda y derecha.