Para todos comienza a ser evidente el fenómeno de que a los colombianos se nos está cayendo la venda de los ojos. La verdad, no es a todos los colombianos. La mayoría siempre supimos que la salida no estaba en Petro y que sería un grave error elegirlo. No obstante, lo que ocurre hoy es que aquellos que votaron por él comienzan a caer en la cuenta del error que cometieron. Cada día está más claro que Petro no representa ningún cambio sino que su verdadera estrategia consiste en la destrucción de la democracia, de la economía y de la institucionalidad que hemos construido.
Si alguna duda quedaba sobre las intenciones de destrucción de Petro, ellas han quedado resueltas con su política de promoción y proliferación de milicias que todos los días amplían su control territorial en extensas zonas rurales y urbanas del país. Todos los días tenemos que sufrir las noticias de unidades militares y de policía que son paralizadas y rendidas por una extraña combinación de ataques criminales con órdenes presidenciales de paralización de las FFAA constitucionales. La historia de Los Pozos en Caquetá se repite cada vez más. Ver a los soldados desarmados del Batallón No. 5 de desminado en Baraya, Huila, clamando por solidaridad y protección al gobierno es una afrenta a la dignidad de Colombia y a la Constitución que nos une como pacto social fundamental.
En medio de la amenaza que nos acecha, los colombianos no podemos caer en la ingenuidad de que esos partidos y esos políticos que se venden en cada curul y en cada contrato nos puedan llegar a salvar. No esperemos a que vengan caudillos y mesías con discursos del ayer. Si no lo hacemos nosotros, los ciudadanos directamente, apegados a la decisión cívica de hacerlo y a los instrumentos que nos ofrece la Constitución, estaremos perdidos.
Todos debemos poner a un lado las diferencias, priorizando la necesidad de unirnos en la causa de la defensa de la Constitución, la democracia, la economía y la integridad territorial
Debemos insistir en hacer una claridad imprescindible para la compresión social de lo cívico: a lo cívico no lo unen los partidos sino las causas. Este es el momento de unirnos frente a una amenaza que atenta contra la democracia. Este no es el momento de jugar a la democracia sino de defenderla. Todos debemos ponernos al servicio de lo mismo y poner a un lado las diferencias, priorizando la necesidad de unirnos en la causa de la defensa de la Constitución, la democracia, la economía y la integridad territorial. La defensa de la democracia es la defensa de nuestra libertad personal, la defensa de la Constitución es la defensa de nuestra libertad de empresa, la defensa de nuestra economía es la defensa de nuestra libertad de opinión, la defensa de nuestra integridad territorial es la defensa de la libertad que tenemos los colombianos de movernos por todos los rincones de nuestro país.
En este orden de propósitos existen iniciativas cívicas que es preciso destacarlas y exponerlas como ejemplos para que, ojalá, se multipliquen en todos los territorios. Está lo que ha hecho la Mesa de la Productividad y el Empleo, que como bien lo dice su nombre, es una mesa redonda, sin cabecera, que busca construir un fin común en medio de los aportes de las distintas visiones y experiencias que existen, obviamente, entre distintos sectores tales como los trabajadores, los empresarios, los sindicatos y la academia. En la Mesa de la Productividad y el Empleo se congregan más de 25 agremiaciones y organizaciones, que representan a más de 2.5 millones de trabajadores directos.
Esta semana que pasó, la Mesa de la Productividad y el Empleo logró adelantar su campaña cívica para oponerse a la destructiva reforma laboral de Petro y logró, a su vez, sembrar una conciencia efectiva en la sociedad sobre su peligrosidad. Con el aporte y el espíritu constructivo, adicionales, de no sólo oponerse a la reforma Petro sino de proponer una reforma laboral alternativa que sí contribuya al progreso de los trabajadores, a la generación de empleo y a la formalización del trabajo, haciendo con ello más competitivos a los sectores económicos del país. Esta iniciativa cívica no se cansa de repetir que no basta con reducir la pobreza sin una clara determinación por la generación de riqueza y la promoción del espíritu emprendedor y empresarial de Colombia. Hay que democratizar el derecho efectivo de emprender y progresar.
Nuestro país se encuentra hoy frente a un enorme desafío: o ganan los milicianos y destruyen la democracia o ganamos los ciudadanos y salvamos a Colombia.
Con un gran movimiento cívico, vamos a ganar.