A un mes de las elecciones presidenciales, la encrucijada de la paz está planteada para los sectores democráticos y progresistas de este país. No valen subterfugios y rodeos para tratar de tapar el sol con las manos. Lo que se avecina es la definición de todo un proyecto político, económico y social que marcará el rumbo de las nuevas generaciones en el futuro de este país.
En efecto, lo que está en cuestión es el modelo depredador de acumulación capitalista neoliberal o el rumbo democrático que tenga en cuenta las mayorías populares y de las capas medias para un desarrollo económico estable y duradero en armonía con el respeto a la naturaleza.
A estas alturas del paseo ya se pueden perfilar con claridad los objetivos de las dos propuestas que están en juego. Por un lado está la "confianza inversionista", con el estímulo de exenciones tributarias para los grandes capitales, con la "cohesión social" para la acción emprendedora del individualismo salvaje, en competencia desaforada en un mercado dominado por las multinacionales, con la disciplina fiscal que pone a pagar impuestos a las mayorías pobres y a los estratos medios de la población para financiar la crisis del aparato estatal, y con el tratamiento militar para resolver los problemas sociales de los sectores populares. Por el otro lado está la conformación de un proyecto de país y de sociedad que tenga en cuenta las posibilidades reales de superar la crisis profunda en la que se debate la sociedad colombiana.
Como se puede ver son dos modelos contrapuestos de desarrollo, por lo que se puede asegurar que solo con un programa de profundas reformas económicas, políticas, sociales, ambientales, territoriales y culturales, que tenga en cuenta a las mayorías, la sociedad colombiana podrá estar preparada para enfrentar los grandes desafíos éticos, científicos y tecnológicos que representa la globalización del siglo XXI.
Por eso hay que ubicar con precisión el enemigo fundamental para poder avanzar con paso firme en la lucha por la paz y la democracia, tratando de evitar por todos los medios las causas del retroceso en cayeron los proyectos políticos-programáticos de gobiernos progresistas de América Latina.
Estos enemigos no son otros que el modelo de acumulación del capitalismo neoliberal y depredador, las nuevas formas del colonialismo europeo y norteamericano, y el patriarcado machista en todas sus manifestaciones, que mediante sus instituciones ejerce el poder en el Estado, la familia, la escuela, la iglesia, la religión y los medios de comunicación; además de los propios errores de corrupción, falta de unidad, el manejo de las alianzas para la gobernabilidad, el modelo de desarrollo extractivista, la falta de organización del movimiento popular y la hegemonía política y cultural en el manejo de los medios de comunicación.
Con estos elementos entramos en la batalla de ideas para asumir la responsabilidad que le corresponde al movimiento popular y revolucionario en la lucha por la paz, la democracia y la justicia social en este país.
Lo primero que tenemos que considerar en la etapa que se avecina es la unidad en torno a un programa democrático y a un candidato presidencial que se la juegue con valor, claridad y proyección histórica de jefe de Estado por unir a todos los sectores democráticos de la sociedad colombiana en torno a una nueva utopía viable, posible, y realizable. Un candidato que tenga abierta la hoja de vida de su pasado, donde no aparezca ninguna duda de su compromiso con la defensa de los intereses populares.
En las elecciones de marzo esta unidad no fue posible para la conformación de una sola lista al Congreso de la República, ni tampoco se pudo para lograr un solo candidato presidencial mediante una consulta interpartidista entre todos los sectores defensores de los acuerdos de paz.
Solo en la batalla de las ideas se ha venido abriendo paso, poco a poco, en amplios sectores de la sociedad, la necesidad de los cambios profundos que hacen falta para salir de la crisis que se ha venido profundizando sin solución, a pesar del miedo, la mentira y la manipulación de la verdad por parte muchos de los medios de comunicación.
No obstante las dificultades que se han venido presentando en el camino, el proyecto de una paz democrática va abriéndose paso por encima de todos los obstáculos que se le han presentado y que seguramente seguirán apareciendo en la implementación y desarrollo de los acuerdos de paz.
La vida que es terca e irreverente se encargará de irle abriendo paso al programa de la revolución democrática, que para la correlación de fuerzas del momento se puede resumir en los siguientes elementos programáticos fundamentales:
1- Implementación y desarrollo de los acuerdos de paz. Solución política con el ELN y con el EPL para una verdadera paz integral.
2- Derecho a la vida para todos los colombianos, en especial para los integrantes de los nuevos partidos surgidos de los acuerdos de paz, para los defensores de los derechos humanos y para los activistas políticos de izquierda y de la oposición.
3- Desmantelamiento de los grupos paramilitares y de sus relaciones con agentes del estado.
4- Apertura democrática con una profunda reforma electoral, estatuto de la oposición, democratización de los medios de comunicación y ley de ordenamiento territorial.
5 - Reforma rural integral, soberanía alimentaria, defensa de la tierra y del territorio, del agua y del medio ambiente, respeto a los territorios indígenas, afrodescendientes y campesinos. Sustitución de cultivos de uso ilícito mediante programas alternativos rentables para las comunidades del campo. Zonas de reserva campesina. Catastro multipropósito y formalización de la propiedad rural.
6- Derechos laborales y eliminación de los TLC lesivos a los intereses nacionales.
7- Defensa de la salud y de la educación, públicas.
8- Vivienda y desarrollo urbano para las mayorías.
9- Verdad, justicia, reparación y no repetición para las víctimas.
10 - Supresión de la doctrina de seguridad nacional y desmilitarización de las regiones agrarias.
11- Integración de América Latina y rechazo a la intervención en los asuntos internos de cualquier país.
12- Mecanismos eficientes contra la corrupción.
13- Arte y cultura para la paz democrática.
14- Financiación para la ciencia y la investigación, innovación y tecnología para un desarrollo integral y humanista.
Como se puede observar a simple vista no se trata de ningún proyecto socialista, ni mucho menos de una revolución comunista, como tratan de hacerlo aparecer los pregoneros de la guerra que no tienen otra herramienta distinta al miedo y a la tergiversación para cautivar la simpatía de sus votantes.
A un mes corto de las elecciones presidenciales la última encuesta de intención de voto sigue dando como favoritos para la segunda vuelta a "Uribe-Duque" y a Gustavo Petro, con un 41 y 31 % respectivamente, muy lejos de Fajardo en el tercer lugar con un 13%, lo que se está convirtiendo este proceso electoral en un final palpitante para los destinos de este país.
Veremos en el mes de mayo qué puede ocurrir, qué nuevas sorpresas nos traerá la vida, pero de lo que sí estamos profundamente convencidos es de que el programa mínimo de reformas para una paz democrática seguirá adelante con la conformación de un gran movimiento ciudadano por la paz con justicia social, que en las próximas elecciones crecerá "como crecen las sombras cuando el sol declina", porque sencillamente este país no tiene otra alternativa para poder salir de la crisis a la que nos condujeron los gobiernos de la clase dominante.