Ni la historia ni nadie tendrá por qué hablar de nosotros, por el contrario, se tendrá que hablar de aquellos jóvenes que tomaron en sus manos la construcción de un nuevo futuro, de niños que inocentemente comenzaban a imaginarlo, de adultos y personas mayores que comprendían aquella noche del 05 de octubre del 2016, que nunca se es tan viejo ni tan grande como para dejar de luchar por el futuro de un país. Tendrán que referirse entonces a una multitud rebelde y solidaria, a una sociedad que dejó a un lado sus diferencias para consumarse en un conmovedor silencio, a una sociedad que hizo arder la casi ahogada llama de la dignidad y la esperanza.
Hoy, no recordamos una fecha, acción, o grupo determinado de personas, recordamos un pensamiento, una condición para alcanzar la paz en Colombia; esta es, como dice Bauman: que nosotros, fuerzas individuales, débiles e impotentes logremos condensarnos en una fuerza organizada y colectiva. Así, como dice el citado autor, podamos quizá lograr lo que un hombre o mujer, nunca lograrían por sí solo. Por esto, un año después comprendemos el valor de nuestro Manifiesto Por la Paz, y que lo menos que podemos hacer es serle coherente y leal.
Tal vez hoy seamos menos de los que iniciamos; unos han decidido tomar caminos distintos, otros han dejado que su entusiasmo, como ya anticipaba Gramsci, se ahogue en la bola de plomo de la indiferencia, pero también y en favor de todos quienes han conformado este espacio, hoy somos lo que de facto siempre hemos querido ser: una colectividad marchando a un paso distinto, a un paso que prefiere pisar el suelo de la incertidumbre, al pegajoso suelo de las certezas. Una colectividad que como unidad no ve reflejado su ideal en políticos (ni en Santos, ni en Uribe) ni tampoco en una coalición por Colombia. No por eso nos privarnos de dialogar con ellos, de escucharlos; no por eso nos negamos a definir el rumbo político de nuestra Nación.
Por el contrario, nuestro ideal está representado en una ciudadanía activa, solidaria, digna y respetuosa de las diferencias. Sobre nuestro escenario de acción y transformación preferimos las calles a los escritorios de oficina de los políticos. Seguimos sin tener en mente la próxima campaña presidencial, nos tiene sin cuidado fortalecernos políticamente. Puesto que no tenemos otra bandera que la nación ni otro partido que el de la reconciliación.
Por todo lo anterior y en medio de las grandes dificultades a las que se aboca el país y la implementación de los acuerdos de paz, hoy nuevamente hacemos un llamado de unidad. Un llamado a que como fuerzas individuales nos dejemos sumar en una causa común.