La fecha establecida por resolución indica que deben desaparecer el próximo 31 de diciembre. Aunque ya en otras muchas oportunidades se había hablado de fechas límites, hasta el momento no había sido posible acabar con este sistema que al decir de las autoridades es contaminante y caótico, pero que paradójicamente nunca necesitó de subsidios ni de enormes esfuerzos financieros para atender la demanda de pasajeros en la ciudad.
Además, goza, según recientes encuestas, de una mayor aceptación entre los ciudadanos por sus frecuencias regulares, su baja accidentalidad, su flexibilidad tarifaria, pero sobre todo porque es menos probable que te atraquen, te roben, te abusen y te maten como sí está sucediendo en los buses azules del SITP y en una menor proporción con los rojos troncales.
Bogotá es la ciudad en el mundo, a excepción de alguna de la China, que posee más autobuses eléctricos (1485): 406 de ellos van a ser operados por la multinacional francesa Transdev, a través de su socio estratégico Fanalca, en un negociazo por la friolera de 874 millones de euros con TransMilenio S.A.; recursos que a la postre deberán ser pagados por los contribuyentes y que se constituyen en una nueva entrega de un bien esencial y estratégico de la ciudad al capital financiero internacional (como ya se ha hecho con el agua, la recolección de basuras y la electricidad).
Por otro lado, los nuevos buses cero emisiones puede que contribuyan a mejorar la calidad del aire, pero su tipología y peso van a acabar con la poca malla vial en buen estado que tiene la periferia, y van a aumentar la informalidad pues su tamaño de 9 y 12 metros no es apto para transportar a los miles de usuarios que habitan en las goteras de la ciudad por la topología de cuestas empinadas, curvas pronunciadas y calles estrechas que los hacen muy difíciles de maniobrar.
Para la operación, estacionamiento y carga de estos autobuses eléctricos, Transdev y Fanalca construirán un patio de más 40.000 m², el más grande de Sudamérica, en la localidad de Fontibón, confirmando una vez más lo pronosticado por muchos expertos: que la ciudad no va a ser nunca capaz de superar la adicción a los buses que nos dejó el funesto legado de Peñalosa.
Otro aspecto negativo es que cuando la ciudad negocia y otorga esos jugosos contratos a las transnacionales no se aprovecha para garantizar al menos que se respeten los derechos laborales de los operadores. A nadie parece importarle que estos monopolios internacionales sí acatan las normas en sus respectivas casas matrices, pero las violentan en los casi 20 países del mundo donde operan.
Hoy Transdev, el más grande de todos los Molts (Multinationals Operators for Local Transport Services) en el mundo, emplea indirectamente a través de Fanalca para TransMilenio una plantilla de 2750 personas, operando 660 buses troncales y 163 cabinas del TransMiCable. Ahora bien, para finales del 2021, cuando el sistema provisional no exista, operará 1.067 autobuses entre zonales y troncales y su nómina superará con creces los 5.000 empleados.
Es ahí cuando los trabajadores del transporte nos preguntamos qué será del Estatuto Nacional del Transporte (Ley 336/96) y su postulado de prohibir el monopolio y aquello de que: “En todo caso, al usuario se le garantizarán formas alternativas de transporte para su movilización”. Desde la alcaldía mayor se está enviando un mensaje de continuidad y profundización de la entrega del transporte de la ciudad a los monopolios privados que importan buses cuando la tendencia mundial dice lo contrario: remunicipalizar, volverlo de propiedad pública, entre otros beneficio, porque así haciendo se evita en gran medida la corrupción debido a la exigibilidad de la rendición de cuentas.
Finalmente, solo nos queda rezar un réquiem por la desaparición del sistema provisional. Fallece una industria que fue muy próspera y dio mucho dinero a mucha gente que, en su momento, venía huyendo de la violencia en el altiplano cundiboyacense y que fue retratada magistralmente en la antigua serie televisiva Romeo y Buseta.
Con sus casi sesenta años de existencia desaparece como desaparecen miles de pequeñas industrias y emprendimientos, por causa de la pandemia, pero también por la mediocridad de quienes lo lideraban. Cegados por la ambición y la avaricia no supieron conservar un negocio que tenía una taza de retorno mensual cercana al 7%; que se daba el lujo de cobrar por adelantado y en efectivo; y que sostenía con su economía de goteo a cientos de miles de personas que sobrevivían a diario con las monedas que repartía a diestra y siniestra.
Seremos muchos los que lloremos su desaparición: propietarios, conductores, toca-llantas, dulceros, despachadores, mecánicos, latoneros y filipichines de todo pelaje. Es una verdad de a puño que lo obsoleto debe desaparecer para dar paso a la modernidad, pero en este caso no estamos muy seguros que lo que viene sea mejor. Nos parece que se acabará con lo regular para dar paso a lo peor, solo el tiempo lo dirá.
¡El provisional ha muerto! ¡Brille para él la luz perpetua!
* Trabajador activo del SITP en Bogotá, directivo del SNTT de Colombia y miembro del Comité Director de Transporte Urbano de la Federación Internacional de trabajadores del transporte (ITF).