Si alguno tenía dudas del racismo, clasismo y carácter patriarcal de la sociedad colombiana, pues basta que aprecie el sinnúmero de improperios de los que ha sido víctima la candidata vicepresidencial Francia Márquez desde el minuto después que fue designada en esa posición por Gustavo Petro. Las redes sociales, algunos personajes púbicos afines al establecimiento, y los medios de comunicación hablados y escritos se enfilaron para destilar su odio exacerbado ante una posibilidad real de ascenso al poder político de una mujer afrocolombiana.
Aunque la mitad de las formulas vicepresidenciales son afrodescendientes, sólo Francia Márquez ha sido blanco de las agresiones racistas por estos días. La razón es sencilla. Las otras tres personas representan la continuidad de las élites, que posan de incluyentes instrumentalizando su condición racial. Ni Sandra Torres, ni Ceferino Mosquera, ni Luis Gilberto Murillo encarnan la más mínima posibilidad de trasgredir el statu quo, y ahí radica su falsa aceptación mediática y social: ellos no ponen en riesgo, como sí lo hace Francia, los discursos y practicas hegemónicas excluyentes enquistadas desde siempre en el poder político en Colombia.
La incomodidad que ha generado Francia Márquez en la élite colombiana es evidente. Y todos los intentos por pisotearla o generar mantos de duda sobre su imagen son infructuosos. Ella, a diferencia de la gran mayoría de políticos y personajes públicos es genuina. La originalidad de su discurso y sus acciones radica en que en ellos recoge décadas de lucha y construcción colectiva comunitaria. Francia no tiene que esforzarse para ser lo que es.
A los políticos tradicionales les cuesta mucho parecerse al pueblo que quieren representar. Algunos van a almorzar a plazas de pueblo, o caminan calles de suburbios mostrando empatía con sus habitantes, o se montan en sistemas de transporte público. Pero, en todas esas actividades se ven artificiales y falsificados solamente posando para la foto o el video. En cambio, Francia Márquez se parece naturalmente al pueblo de a pie, a los que ella llama los y las “nadies”. Su vida es el retrato del de la mayoría de colombianos que luchan y batallan para lograr sus ideales, y que no heredan apellidos de alta alcurnia que les garantizan anticipadamente gozar de las mieles del poder.
Eso tiene incomoda a la élite. Hasta la periodística, que, en palabras de Daniel Samper Pizano, columnista del portal “Los Danieles” y eterno benefactor de ostentar su apellido, cuestiona la capacidad de Francia Márquez para ejercer eventualmente el cargo de vicepresidenta. Lo curioso, es que nunca este personaje planteó la notable y protuberante incapacidad en todos los ámbitos de los últimos vicepresidentes. Porque en lo único en que la actual vicepresidenta supera a Francia 20 a 0, es en las múltiples causas judiciales de ella y su familia y en los escándalos de corrupción de ella y su conyugue.
Sería larguísimo enunciar el listado de ataques racistas a Francia Márquez. Ante ellos, uno quisiera ver a la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP) pronunciarse, en casos como la aberrante agresión clasista y racista de Paola Ochoa, “periodista” de Blu Radio. Y también ver a la Fiscalía General de la Nación ante las denuncias ya interpuestas por discriminación racial con base en la ley 1482 de 2011, como en el caso de la “cantante” Marbelle, que llamó King Kong a Francia Márquez.
Todo esto es producto del desespero de las élites. Y así seguirán. Sin propuestas en los debates, sólo ataques personales. Sin ideas para transformar el país, sólo improperios personales. Lo único cierto, es que precisamente esa actitud miserable con la que han dirigido el país por décadas colmó la tolerancia de la nación. Y lo que se avecina, es la más estruendosa derrota electoral que jamás hayan tenido. Ya tuvieron la cuota inicial el pasado 13 de marzo.
*Retomado de Diaspora.com.co