Lo peor que nos pasó a nosotros fue el 5-0. No sólo fue el desencadenante de emociones tan extremas que terminaron, después de la decepción de USA 94, en el asesinato de Andrés Escobar. Fue el habernos creído el cuento de que éramos mejores que Argentina. Nosotros no tenemos nada, absolutamente nada que hacer al lado de este país. A lo sumo podríamos ser imitadores de los argentinos, al menos sus hijos bobos futbolísticamente hablando. Somos lo poco que tenemos gracias a Oswaldo Juan Zubeldía, el entrenador, campeón de la Libertadores con Estudiantes de la Plata, que llegó al Atlético Nacional a imponer conceptos que después atesoró Francisco Maturana como la zona. Y Bilardo, y Falcioni, y Gareca. Toda esa plata narco del Cartel de Cali se fue en convertir al América, un humilde equipo de barrio, en campeón de América. Llegaron a cuatro finales gracias a los argentinos pero perdían a última hora porque tenían el chip colombiano.
Colombia es sólo un mal recuerdo para los argentinos. Acá se murió Zubeldía en un estadio y Gardel en un aeropuerto en Medellín por culpa de un tio abuelo del imbécil de Daniel Samper Ospina que, borracho, por desafiar a otro piloto, terminó estrellando su avión en plena pista, mató al más grande de los artistas de Latinoamerica. Nosotros sólo traemos muerte. Recuerden que fue, después de una fiesta con Julio Correal, que colapsó Cerati. Bien nos definió otro mito argentino, Charly García, esto es Cocalombia.
Es patético, mezquino, ver cómo los cocalombianos nos volvimos hinchas de cualquier equipo que enfrente a la Escaloneta sólo por verlos llorar, por regocijarnos con el mal ajeno. Y así nos fue. Otra vez quedamos eliminados, Argentina aplastó a los nazis croatas. Veníamos de escandalizarnos por el “bochornoso” espectáculo que protagonizaron los argentos cuando le gritaron en la cara el triunfo a los holandeses. Con mentalidad de sirvientas, de esclavos, creemos que los europeos son mas civilizados que nosotros. Por eso permitimos que los ingleses nos gritaran en la cara la eliminación en octavos en el mundial del 2018 pero nos echamos cruces cuando los de Messi, cansados de la continua provocación de Van Gal y sus muchachos, se desahogaron dando aullidos de victoria.
Argentina siempre vuelve y no sólo en fútbol. En 1986 era un país destruido, infestado de toda la lepra que les dejaron los militares, golpeados por una guerra perdida contra los ingleses, pero vino un fiscal que metió a Videla y sus perros de guerra a la cárcel y un Dios que se vengó de la Tatcher robándoles la billetera con la mano en pleno estadios Azteca. Han soportado a los Kirchner, han sido más grandes que las desgracias de sus hombres y hoy, a punta de pundonor, de amor propio, eso que no tenemos nosotros, están listos para ganarle a Francia su tercera copa del mundo.
La amargura en Colombia, país que ha clasificado seis veces al mundial, las mismas veces que Argentina ha llegado a una final y sin embargo acá hay gente como el joven Adolfo Pérez que dice que Colombia vs Argentina es un clásico. Ojalá al menos tuviéramos la grandeza de Brasil para odiarlos. Nosotros ni siquiera tenemos derecho a admirarlos.
No existimos. No somos nada.