Decidir por quién votar no es una tarea fácil: hay casi 2.500 candidatos aspirando al Congreso; algunos con propuestas claras, la mayor parte con propuestas confusas o sin propuestas —muchos solo enarbolan un eslogan vacío—.
Una estrategia razonable para informarse adecuadamente sería más o menos la siguiente:
1. Obtener la lista de candidatos al Senado.
2. Obtener la lista de candidatos a la Cámara de Representantes de la región en la que uno vive.
3. Decidir si hay algún partido político o movimiento por el cual uno no votaría, y descartar a sus candidatos del análisis.
4. Decidir si hay algún partido político o movimiento por el cual uno sí querría votar, y verificar si sus listas de candidatos son abiertas o cerradas (si las listas son abiertas — también llamadas listas con voto preferente— hay que votar por un candidato específico y este obtiene ese voto; si las listas son cerradas toda la lista obtiene el voto y los puestos que obtengan en el Congreso se asignan de acuerdo al orden en que sus candidatos aparecen en la lista).
5. Examinar las trayectorias y las propuestas de cada candidato que a uno le llame la atención, para determinar quiénes representan las ideas y la visión de país que uno está dispuesto a apoyar y defender como ciudadano.
Para efectuar ese último paso sugiero consultar las siguientes fuentes, digitando el nombre de cada candidato en sus motores de búsqueda: Google, Las 2 Orillas, Congreso Visible, La Silla Vacía, Verdad Abierta, y los periódicos y semanarios nacionales, regionales y locales que a uno le generen mayor credibilidad.
Este método choca contra dos grandes obstáculos.
Primero, es dispendioso, requiere recursos como tiempo, atención, habilidades de lectura y conexión a Internet. Desafortunadamente, la mayor parte de nuestros ciudadanos carecen de estos recursos.
Segundo, los partidos y movimientos políticos colombianos dejan mucho que desear en cuanto al ideal de que sean agrupaciones estables de políticos profesionales expertos en temas específicos y alineados con un conjunto coherente de ideas que guían sus propuestas legislativas y de política pública.
Por eso, los ciudadanos que tenemos el privilegio de contar con los recursos requeridos para indagar y analizar las propuestas y las trayectorias de los candidatos que aspiran regir el destino de nuestra nación tenemos la inmensa responsabilidad de hacer la tarea.
Y no solo de hacer la tarea para nosotros, sino también para los demás; debemos contribuir a que el voto sea una decisión informada e inteligente para la mayor parte de nuestros familiares, amigos, colegas, compañeros de estudios y allegados.
En este sentido, es fundamental que tengamos claridad y ayudemos a que haya muchísima claridad sobre por quiénes no votar:
1. Candidatos herederos de políticos que hayan sido condenados por corrupción o vínculos con grupos al margen de la ley.
2. Candidatos relacionados con políticos que hayan sido condenados por corrupción o vínculos con grupos al margen de la ley.
3. Candidatos relacionados con personas condenadas por corrupción o vínculos con grupos al margen de la ley.
4. Candidatos a nombre de quien alguien, no importa quien, ofrezca dinero, puestos o dádivas a cambio del voto.
Estas cuatro condiciones son mínimas, pero en buena medida suficientes para decidir —y contribuir a que los demás decidan— por quiénes no votar, y para que, de esa manera, podamos tener más tiempo y más oportunidades para conversar entre todos, muy intensa y respetuosamente, por quiénes creemos que sí vale la pena votar.