Confieso que nunca he tenido dificultades económicas, soy médica psiquiatra egresada de la Universidad Javeriana, siempre he tenido trabajo bien remunerado, he viajado, no sé lo que es el hambre, la pobreza, el desempleo, la miseria y la ausencia de oportunidades. No soy oligarca ni empresaria, pero pertenezco a la clase media alta, a esa élite que ha tenido oportunidades en Colombia. A la minoría.
Sin embargo, gracias a mi amor a la lectura, a mi camino espiritual budista y a mi padre, que perteneció a la Anapo, siempre he sido sensible a la desgracia de mi país, a la ausencia de oportunidades de educación y de trabajo, a la ausencia de leyes laborales y de un Estado que garantice un mínimo de calidad de vida para sus ciudadanos, que garantice la justicia y la paz.
Desde hace algunos años he estudiado la historia de Colombia. Me he dado cuenta que desde hace más de 500 años, desde la colonia, el poder ha permanecido en las mismas manos. Hemos sido dirigidos por personas que no han tenido ni la menor intención de gobernar para todos los colombianos, solo han utilizado el poder para explotar el país, dar garantías y disminuir impuestos a los grandes empresarios, a los grandes terratenientes. Mientras los pudientes han vendido los recursos extensos de la tierra al extranjero solo para lucro individual y han dejado a los colombianos sin derecho a la educación, a la salud, a la vivienda, al trabajo, a la paz; el resto, la clase media, nos hemos venido empobreciendo, sin olvidar que los campesinos han entrado en la miseria.
Durante demasiados años nos han utilizado como carne de cañón en sus guerras, han sacrificado a nuestros soldados, a nuestros campesinos, a nuestros jóvenes, en empresas que solo tenían como fin único desviar la atención del despojo sistemático del país. Nos han querido dejar en la miseria y en la ignorancia, y lo han logrado... hasta ahora.
Hoy surge Gustavo Petro, un hombre inteligente, digno, intelectual, fuerte, brillante. Un hombre, hijo de docentes, que desde su juventud ha luchado por el país. Un hombre que siempre supo que era necesaria una oposición basada en promover la educación, el arte, la cultura, las energías renovables, la paz, la educación y la salud para los colombianos. Un hombre que representa la esperanza, la única esperanza de que por fin el país salga de las manos de los corruptos que nos han despojado y gobernado durante los últimos 500 años.
Mataron a Gaitán, mataron a Galán, mataron a Álvaro Gómez, acabaron con la UP, están acabando con todos nuestros líderes sociales comunitarios. Colombia permanece en manos de matarifes sin escrúpulos que mantienen el país sumido en el pavor, en la pobreza y en la guerra.
Yo apuesto por el cambio. Quiero ser parte de la transformación, de esa esperanza para mi Colombia, de su salida del infierno de la corrupción, la guerra, la pobreza, la ignorancia y la cobardía en la que nos han tenido inmersos. No va a ser fácil, pero espero, con toda mi alma, que por lo menos lo intentemos.
Como dijo Gabo: “Ante esta realidad sobrecogedora, los inventores de fábulas que todo lo creemos, nos sentimos con el derecho de creer que todavía no es demasiado tarde para emprender la creación de la utopía contraria. Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra”.
Me llamo Juliana Villate Quevedo y quiero que Gustavo Petro sea mi presidente.