Para muchos de los que votamos por Sergio Fajardo la única opción decente y coherente es votar en blanco en esta segunda vuelta. Esa será la única manera de honrar nuestra palabra, expresada en uno de los más repetidos cánticos de la campaña: ni Duque ni Petro. Por esa razón hemos puesto a rodar en las redes sociales la etiqueta #VotoenBlancoen2aVuelta.
Sin embargo, tanto petristas como duquistas ahora necesitan los votos de los tibios y desde ayer mismo han estado mandando mensajes pretendiendo creer que porque nos declaramos de centro debemos ser afines a los unos o a los otros.
El universo de votantes por Fajardo se conformó con gentes de la más variopinta procedencia: seguidores originarios de Fajardo en Compromiso Ciudadano, los disciplinados miembros de la Alianza Verde y del Polo Democrático, y también de una gran cantidad de personas que, sin pertenecer a ninguna de esas colectividades, nos fuimos identificando con el profe y con su propuesta de centro, y nos dejamos contagiar por la fuerza de la esperanza.
Muchos de estos últimos fueron jóvenes que estrenaron su cédula; otros, simpatizantes de izquierda que no se identificaron con Gustavo Petro; algunos, liberales que prefirieron alejarse de la corrupta cúpula de su partido, a pesar del magnífico candidato que fue Humberto de la Calle; unos más, uribistas arrepentidos o que simplemente no les convenció Iván Duque; y un largo etcétera de ciudadanos no inscritos en ningún partido o que hace tiempo renunciamos a la posibilidad de pertenecer a alguno.
Por ello, es un absoluto despropósito pretender que ahora para la segunda vuelta quienes seguíamos a Fajardo vayamos todos a votar en masa por Petro o por Duque.
Los duquistas, como creen que están sobrados y no necesitan nuestros votos, nos han dejado un poco en paz. Pero los petristas sí que han estado a la caza de nuestros apoyos y ya no nos tratan de tibios despreciables, sino que, zalameros, ahora nos llaman sus aliados naturales y pretenden que lo lógico es votar por Petro, toda vez que nosotros también queremos el cambio.
Pero ahora, cuando muchos de nosotros, soberanamente y en ejercicio de nuestro derecho ciudadano a disentir, anunciamos que votaremos en blanco en la segunda vuelta, se nos han venido lanza en ristre acusándonos de traidores a la causa alternativa y de asegurar el triunfo de Duque por nuestra culpa. Algunos, no pocos, incluso han llegado al colmo máximo de la ofensa —por lo menos para mí— llamándonos calumniosamente “uribistas”.
Entonces, ¿por qué decidí votar en blanco? Pues ahora expondré mis razones, con las cuales, creo, se identifican muchos de los votantes de Fajardo que harán lo mismo.
Lo que está en juego en este momento histórico es mucho. Y porque no es poco, votaré en blanco.
A pesar de algunas buenas propuestas, otras no tanto, estoy convencido de que una posible administración de Petro será un fiasco total. Se temperamento dictatorial, su mesianismo, su incapacidad para construir consensos, los cuales necesitará muchísimo para lograr gobernar si tenemos en cuenta la muy pobre representación con que cuenta en el Congreso, más el hecho de que —como pasó en Bogotá— el establecimiento lo bloqueará, serán circunstancias que harán que la mayor parte de su programa de gobierno termine siendo pura letra muerta —como pasó en Bogotá—.
Su fracaso hará que dentro de cuatro años los electores rechacen cualquier propuesta alternativa y así la derecha se reencauchará facilísimo —como pasó en Bogotá—, retrasando por muchos años más las transformaciones sociales, ambientales, económicas y políticas que el país necesita.
Los petristas están pensando en su líder y en estas elecciones. Nosotros estamos pensando en las próximas generaciones.
Por el contrario, del uribismo ya sabemos qué esperar. Dentro de cuatro años, después del nefasto gobierno de Duque, todos los sectores alternativos estaremos unidos respaldando una propuesta seria, liderada por alguien que sí sea capaz de sacarla adelante y tendremos pronto una segunda oportunidad sobre la tierra.
En consecuencia, en este momento lo más coherente para muchos de quienes apoyamos a Fajardo es el voto en blanco, que mandará un mensaje claro de rechazo a las dos opciones. Ni Petro ni Duque me representan y los considero igual de nocivos para el país. No puedo votar por algo con lo que no me identifico con el pretexto de escoger, como se ha hecho muchas veces, al menos malo.
Los petristas nos acusan a quienes proponemos el voto en blanco para el próximo 17 de junio de votar indirectamente por Duque. Pues no. No es así. El voto en blanco es perfectamente válido y constituye una opción de expresión democrática, tal como lo reconoce la Corte Constitucional. El voto en blanco solo se suma al voto en blanco. Es la más clara manifestación de rechazo a las dos candidaturas que pasaron a segunda vuelta. Es la forma certera de decirles que ninguno nos representa. Que ninguno nos convence. Que rechazamos los extremos. Que no estamos por la opción guerrerista y regresiva del uribismo, pero tampoco por la opción que promueve el odio de clases y la debacle.
Los colombianos somos un pueblo que pedimos a gritos un cambio profundo; pero al mismo tiempo somos un pueblo que le tiene un miedo profundo al cambio. Paradojas esquizofrénicas de nuestra historia. Un posible gobierno de Petro sería un salto al vacío, y nosotros no queremos dar semejante salto, y menos sin cuerda de seguridad.
Muchas fueron las voces que advirtieron que una segunda vuelta entre Petro y Duque sería un triunfo seguro para este último. Por tanto, los únicos responsables de que Duque vaya a ganar son los petristas, que prefirieron votar por su líder a sabiendas de que el único que podría haber ganado en segunda vuelta contra Duque era Fajardo.
Entonces, respeten nuestro voto en blanco y asuman para la historia su tremendo error.
#Votoenblancoen2avuelta.