¿Por qué votar es para boludos?

¿Por qué votar es para boludos?

"¿Acaso ir a las urnas no es entrar en las dinámicas y reglas de un juego en el que ya es muy difícil creer?"

Por: PabloEnrique Triana Ballesteros
septiembre 17, 2019
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
¿Por qué votar es para boludos?
Foto: Leonel Cordero / Las2orillas

Del 17 al 26 de este mes, en el marco de septiembre literario, llega el Primer Festival Poesía Rock 2019, un espacio para disfrutar de lecturas de poetas a viva voz al son de bandas de rock interpretando grandes clásicos. 

Ahora que se aproximan las elecciones y que el tema de moda en cada café tinterillo parece ser ese, vale la pena considerar y formularse la pregunta que da título a esta nota. 

Charles Bukowski escribió en un poema suyo que en un paseo por la playa vio, mientras pasaba por el lado de un viejo cañón oxidado, a unos ancianos jugando dominó o cualquier otro juego de esos con los que la gente promedio suele pasar el tiempo y mirar a otro lado para distraerse y no enfrentar el hecho, no de que van a morir, sino de que ya están muriendo.

En un poema titulado Señales de tránsito, Bukowski expresa:

me repugna

la forma en que esperan la muerte

con la misma pasión

que una señal de tránsito.

 

es el tipo de gente que cree en los comerciales

es el tipo de gente que compra dentaduras postizas

a crédito

es el tipo de gente que celebra los días festivos

es el tipo de gente que tiene nietos

es el tipo de gente que vota

es el tipo de gente a quien le hacen funerales.

 

son como la muerte

el esmog

el aire hediondo

la lepra.

 

finalmente.

así es la mayoría de la gente.

 

las gaviotas son mejores

las algas marinas son mejores

la arena sucia es mejor

 

si pudiera dirigir ese viejo cañón

hacia ellos

y hacerlo estallar

lo haría.

Ahora bien, puede parecer un pensamiento fascista o extremista decir que si pudiera, haría estallar ese cañón contra ellos, pero eso es precisamente lo bello de la poesía y del arte en general, que hace en la catarsis del papel y las ideas, lo que a los uribistas y a la “gente de bien” las neuronas no les dan para hacer por medio de la creatividad y la imaginación, sino solo en la materialidad de su brutalidad y barbarie.

Cuando leí este poema, me llamó poderosamente la atención el verso que dice "es el tipo de gente que vota".

Facundo Cabral decía (antes de que algún boludo lo acribillara a la salida de un concierto en Centroamérica) que había que tenerle miedo a los boludos porque son muchos y eligen al presidente.

Y cuando hacemos un rápido paneo a la realidad actual de Colombia, quién se atrevería a negar semejante premisa, a parte de los boludos, claro. 

En un poco más de un año Iván Duque, el títere innegable de Álvaro Uribe Vélez, no solo hizo trizas un proceso de paz que tantos años y sangre le había costado a Colombia, sino que además fue incapaz de cumplir las promesas que él mismo, desde el núcleo de su partido, propuso; la dichosa economía naranja resultó más ficticia que los procesos de resocialización de la Naranja mecánica de Stanley Kubrick, la intención de no subir los impuestos duró lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks (como dice Sabina), no pasaron ni seis meses desde su posesión como presidente (poseído) y ya se nos anunciaba IVA para la canasta familiar, redes de más de 8.000 civiles "colaboradores" de manera paralela a las FF.MM., con proyectos de ley que se pasaban en paralelo para legalizar el porte de armas...

Luego, como si fuera poco, el incremento de asesinatos de líderes sociales se dispara "casualmente" hasta las nubes. Pero claro, seguramente nada tuvo que ver con su defensa de los derechos humanos, o sus luchas por la reivindicación de sus derechos ciudadanos y los de sus comunidades (pisoteados por tantas décadas), como la restitución de tierras o tantos otros asuntos de ese tipo que le interesan tan poco a humildes terratenientes como Uribe y a sus amigos de Agro Ingreso Seguro, sino que seguramente, no estaban recogiendo café, y esos asesinatos, nada tuvieron que ver con razones políticas, sino que seguramente fueron atracos, rencillas conyugales, o todas esas cosas de mal gusto por las que suele matarse toda esa chusma maloliente del campo y las veredas.

"Es el tipo de gente que vota"... Ese verso de Bukowski no deja de taladrarme la cabeza, pues hasta hace muy poco yo era de esos que votaba y hasta instaba a mis estudiantes a votar. ¿Pero qué significa votar?

¿Acaso votar no es entrar en las dinámicas y reglas de un juego en el que ya es muy difícil creer?

Émile Durkheim, uno de los cuatro padres de la sociología, describió la anomia como ese estado en el que el sujeto comprende la farsa que es el sistema de reglas y normas en el que ha sido levantado y que, a lo mejor, tan solo él o ella ha estado jugando como niño bueno bajo esos parámetros o preceptos, mientras el resto del sistema, literalmente se caga encima suyo como lo representa Pink Floyd en su ópera rock del 79, The Wall, cuando un juez, simbolizado por un culo gigante, suelta toda su mierda sobre un sujeto enajenado y confortablemente nublado que ya no puede moverse ni reaccionar en absoluto.

¿Alguien se ha sentido así en Colombia? Te dicen no robes porque robar es malo, y cumples las reglas y no lo haces, en cambio te pones a trabajar porque trabajar es bueno, sales a vender a las 5:00 a.m. con mucho esfuerzo las empanadas que te mataste haciendo toda la noche anterior, en un horno que ni siquiera es tuyo porque aún se lo debes al gobierno que te prestó el dinero para fomentar el emprendimiento, mientras los intereses suben como los del Icetex, pero bueno... No pensemos en eso, más bien pongámosle una cara amable a la tragedia, como recomienda Peñalosa par resolver las problemáticas estructurales de la miseria en Bogotá, y salgamos a vender bien tempranito las empanaditas, porque como todo el mundo sabe, al que madruga...

Sales a vender las empanadas y oh sorpresa, no solo no te dan una recompensa por tu emprendimiento y ganas de salir adelante, sino que la policía, esas fuerzas del orden, la ley y la justicia, que tanto te enseñaron a respetar desde chiquito con valores familiares e industrias culturales como el cine y la televisión donde los héroes castigan a los malévolos ladrones de bancos como los de Sarmiento Ángulo y amiguis; esa misma policía que tanto respetas y admiras te decomisa tus empanadas, el fruto de tu arduo trabajo, el sustento de tu familia, y, a parte, te pone una multa (más platica para el pobre Estado. Sí, ese al que ya le debes esta vida y la otra en impuestos que nunca se ven, o en el préstamo de emprendimiento, o en el Icetex, o el predial o lo que sea). Te resistes a que te quiten tus empanaditas y, claro, recibes tu buena dosis de bolillo y cachazos por castrochavista y narcoterrorista (así seas una persona en silla de ruedas). No lo sabes bien, pero en este punto, esos agentes del orden y la ley, se sienten mucho como si fueran esos ladrones que supuestamente persiguen junto a Batman, Superman, Robin y todas esas ideas bonitas que aún flotan en tu linda cabecita ensangrentada. 

Pero luego ves en Noticias Uno (ese noticiero que, casualmente, ahora también quieren sacar del aire), nunca en RCN o Caracol, que a los Nule, que se robaron miles de miles de millones de tus impuestos y del resto de tus compatriotas, no solo les dan apenas 7 años de cárcel, con rebajas de penas que se convierten en 3 años nada más, sino que adicionalmente, se deprimen y entonces un juez los manda a descansar a la humilde casita privada de lujos y privilegios, que compraron con esa platica que, además, nunca devolvieron.

Y entonces, paralizado y sin poder funcionar, como describe John Lennon en Working class hero, repleto de miedos, traumas y bolillazos, te preguntas para quién funcionan en realidad esas reglas, esas normas. 

Te das cuenta de que todas esas leyes no funcionan para garantizar tus derechos, que fácilmente puedes morirte en la puerta de un hospital y de que a nadie, a parte de tu familia, le importa un comino, pero en cambio sí funcionan muy bien para caerte con todo su peso y castigarte, si por tan solo un instante osas desafiarlas y salirte de su canón. 

Así que quedas paralizado, catatónico como un vegetal, preguntándote entonces cuál es el sentido de todo, viendo las grietas en el sistema, la farsa de las promesas, el ocaso de los discursos, de todos esos relatos con los que te criaron como si fuera bienestarina. La anomia se ha apoderado de ti. 

Pero de repente suena la agónica voz de Kurt Cobain y te recuerda que, desde tu adolescencia, ya lo sabías, el mundo, su moral y todas las buenas costumbres, no son más que una farsa, una mentira que le conviene a unos cuantos, a los que mueven los hilos de ese mundo que desprecias, y te desprecia, pero aún así te quiere hacer trabajar para él. Que desperdicies el tiempo de tu vida, lo único que eres y tienes,  en un trabajo que detestas, en un horario que aborreces, con un jefe que no soportas, para que, aún así, un domingo cualquiera te sientas en la obligación de salir a votar por algún títere de esos que ponen los banqueros y la farsa se mantenga incólume.   

Y entonces reconoces que ese tal Michel Foucault que te nombraban en una de esas universidades públicas que siempre han querido privatizar porque reconocen una gran amenaza en sus entrañas, tenía razón y no tiene sentido pelear por encajar en el modelo, sino que más bien hay que derogar el modelo, romper el molde, salirse de él y crear tu propio modelo. ¿Cómo? Simple, dándote cuenta de que como dijo Lacan, el deseo es el deseo del Otro, que si quieres una casa, carro y beca, a lo mejor no sea porque ese es tu verdadero deseo subjetivo, sino el que un dios llamado cultura te impuso desde la cuna hasta tu tumba…  En definitiva, dejando de jugar con sus reglas y buscando las tuyas. 

Matar a dios, como bien dijo Nietzsche, recordar que no vas a morir algún día, sino que ya estás muriendo, que eres materia orgánica en descomposición no en la imposibilidad de las posibilidades de lo posible, ¡sino ya! ¡ahora! en este preciso momento te estás muriendo, el tiempo corre y no da tregua, se gasta, se diluye, se evapora, memento mori, ¿Qué vas a hacer con él?

¿Ir a votar? ¿Perpetuar la farsa?

No lo creo. Mejor apoya el talento nacional, sumérgete en la magia de la poesía y el rock de todos los tiempos y ve al Primer Festival de Poesía Rock 2019 con entrada libre en Canterbury Café a las 6:30 p.m. del 17 al 26 de septiembre. Para escuchar más de esto y  conversatorios como el que se dará el martes 24 en torno a la vida y obra de Charles Bukowski, alternando con la lectura de algunos de sus poemas y de otros poetas colombianos, mientras una banda interpreta canciones de Nirvana en vivo.

Y quién sabe, tal vez con esto no halles el sentido de la existencia en un contexto heideggeriano, pero a lo mejor descubras, que como cantaba la banda de Cobain, a lo mejor todos digan que eres tonto, pero quizás simplemente seas feliz. Y de pronto, hasta más que votando.  

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