Conozco una señora en Cúcuta que va a votar por Álvaro Acevedo, candidato a la Cámara por el Centro Democrático, porque lleva su mismo apellido. Otro joven en Pereira estaba indeciso hasta que se enteró que José Obdulio Gaviria era primo de su ídolo, Pablo Escobar Gaviria. Millones de personas lo harán por los mismos gamonales de siempre, los que se aparecen por los barrios cada cuatro años con arena, ladrillos, billetes de cincuenta, mercados de harina y arroz y botellas de aguardiente. Muchas botellas de aguardiente. En este pueblo de borrachines la chicha y aguardiente son las que han movido la política desde que la revolución del 9 de abril del 48, cuando los emboladores y loteros querían vengar a su ídolo sacando a patadas al conservador Mariano Ospina Pérez de la Casa de Nariño, acabaron matándose entre sí, ciegos de alcohol después del saqueo a chicherías y fuentes de soda por toda la Séptima. El pueblo colombiano ha salido siempre a votar borracho. Por eso es que llevamos décadas con un congreso del cual solo sentimos vergüenza, un congreso en donde los únicos que parecen trabajar han sido, en los últimos cuatro años Claudia López, Álvaro Uribe y su combo, Iván Cepeda, Alirio Uribe, Gustavo Petro y, el más respetado de todos, Jorge Enrique Robledo. El resto son vagos, aprovechados como Juan Manuel Corzo que las pocas veces que ha intervenido en el Congreso ha sido para que no les quiten el millonario subsidio para la gasolina.
El caso de mi ciudad, Cúcuta, es uno de los más patéticos. Los pocos empleos que genera la ciudad tienen que ver con cargos públicos. La burocracia es descomunal y Atalaya, la inmensa ciudadela que parece un estado independiente dentro de la ciudad, es la que pone los votos. De allí ha salido la votación para que se perpetúen en el Congreso personajes nefastos para la ciudad como Alejandro Carlos Chacón, uno de los hombres de confianza de Vargas Lleras y uno de los responsables de la manifestación de más de 20 000 personas en la Zona Franca de la ciudad. Un tipo que ya vive prácticamente en Bogotá y que vuelve a su ciudad solo a asegurar su atornillamiento en su silla dentro del Capitolio a donde llegó en el 2010 con la ayuda de los Cristo y de Ramiro Suárez, criminal que paga su pena por asesinato en La Picota. En el 2014, este camaleón se desmarca y llega a las toldas de Vargas Lleras, quien lo quiere como un hijo. Su nombre ha sonado en el escándalo de Odebrecht.
El otro que sale fijo es Manuel Guillermo Mora, el creador de ese monstruo llamado Ramiro Suárez. Mora casi no repite en el Senado hace cuatro años cuando ganó su curul por apenas 147 votos. Este año no quiere tener esos sobresaltos, por eso logro colocar a su aliado José Antonio Lizarazo como director del Sena Norte de Santander. Era tan claro su injerencia en esta elección que la Procuraduría mandó a investigar a Lizarazo por la creación de una nómina paralela con fines electorales. Manuel Guillermo Mora, como Chacón, no les importa la ciudad, al igual que mi querido amigo Juan Carlos García, gran tipo, muy buena persona, fue mi compañero en el colegio, pero es de una ineficiencia probada. El otro lastre, Corzo, solo sonó en las últimas semanas gracias al escándalo que el insoportablemente sobreactuado Pernía le montó en el aeropuerto de Cúcuta.
Mi candidato a la Cámara no va a quedar,
como no va a quedar Petro,
como no ganó el Sí en el Referendo
Ellos se reeligirán sin ningún problema. El grueso de los votantes de estos políticos no lee Las2orillas, creo que ni siquiera tienen internet y tampoco les interesa que proponen. Lo único que quieren es un tamal, un billetico de 50 y guaro. Yo, por primera vez en mis cuarenta años, voy a votar por alguien a la Cámara. Se llama Francisco Javier Cuadros. Es del Partido Verde. No lo conoce nadie, su campaña no tiene un peso, no tiene ninguna opción de ser elegido. Sin embargo, es un tipo honesto, de familia de profesores. Joven y culto. Pero a la gente en mi ciudad no les gusta la gente culta. Se aburren. Muchas veces creen que son maricas. Maricas porque no se roban un peso, dicen. Maricas porque no votan un tamal, repiten.
Mi voto va a ser inútil. Yo voto casi que por desparche. Pero no voto en blanco. No tengo la tibieza de Fajardo, yo tengo la sangre caliente y siempre tomo partido. Por eso creo que los grandes sabios de este país no me dejan ser periodista. Mi candidato a la Cámara no va a quedar, como no va a quedar Petro, como no ganó el Sí en el Referendo. Los poderosos no han sido tontos. Los poderosos han convertido la democracia en un puñal que el pobre colombiano siempre usa contra él mismo. La mayoría, en un país donde Popeye es un ídolo, no está capacitada intelectual y moralmente para elegir a nadie. Por eso es que detestamos el Congreso que tenemos.