El último de los programas de humor político que resistió a la Seguridad Democrática fue la Banda Francotiradores. En el 2005, después de seis años de estar al aire, RCN, en versiones encontradas, anunció el fin del programa. Algunos hablaron de censura. Uno de los personajes que más y mejor imitaban era el del entonces todopoderoso presidente Uribe. Con su acento deliberadamente montañero, el del Corazón Grande podía ser interpretado como un obispo o un culebrero. Nunca me gustó ni creí que eran muy subversivos Santiago Rodríguez, Mary Méndez y César Escola, requisito que deben tener los verdaderos espacios de humor político. Pero a Uribe –según dicen- le molestaba y de qué manera la sátira de La Banda. El expresidente solo acepta que lo imite Vargas Vil, furibista rotundo y David Zuluaga, el hijo de Oscar Iván. De resto la crítica le parece subversión. A sus fieles también, por eso no pueden ver ni en pintura a Juanpis González y ahora a Lokillo quien, sin restricciones, también se ha puesto del lado del pueblo.
Yo no voy a meter entre los cultores del humor político a alguien tan propio del establecimiento como Daniel Samper Ospina, sobrino de expresidente quien, además, simpatizó por Duque abiertamente y en plena campaña presidencial del 2018. Samper Ospina no molesta a nadie y fue puesto en el lugar histórico al que pertenece por la líder de las Kpop colombianas. No, acá no caben tibios. En un país con un mártir como Jaime Garzón quien fue asesinado por orden de José Miguel Narváez tres años antes de ser nombrado por Uribe como director de inteligencia del DAS, no caben los humoristas tibios. Danny no solo es un mal escritor y lo único que me ha hecho reír de él son las fotos que se tomó haciendo de perrito de Claudia López y Angélica Lozano. No, vamos con los amenazados, con los que se están arriesgando el pellejo y el trabajo en las grandes cadenas, vamos con Alejandro Riaño que se la juega en cada video, rodeado por tantos valientes como Julián Román o Jaques Toukhmanian, quien es uno de los protagonistas de Labio de liebre, la obra de teatro más desgarradora que se ha hecho sobre la miseria moral de un paramilitar. La factura que están teniendo sus videos de diez minutos son magistrales y reflejan que, detrás de la protesta social, no solo hay vándalos sino grandes, inmensos artistas. El video de Lokillo, hecho sin presupuesto, revela un ingenio y una capacidad de denuncia que solo tienen los valientes.
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En un país con un mártir como Jaime Garzón, no caben los humoristas tibios
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Uno de los rasgos de inteligencia y de bondad que puede tener una persona es la capacidad de reírse de sí mismo. Por eso tal vez ni Uribe ni sus fanáticos lo tienen. Uribe vive cancelando gente, bloqueando. Esto es de un nivel de violencia inusitado. Son casi que asesinatos virtuales. Antes de cancelar insulta. Al último que le hizo esto fue a Fernando Vallejo, el escritor colombiano vivo más importante. Le cerró la puerta en la cara. Así a todos sus opositores, a todos los que se burlan de él olvidando que, en los países civilizados, como Inglaterra, el principal blanco de las burlas del país es Boris Johnson. Solo los dictadores y los patriarcas idiotas no aceptan burlas.
A los comediantes ya no se mandan a matar, igual que a los periodistas críticos del gobierno. Para eso existen las bodegas, las campañas sucias de redes, las calumnias hechas por boots. La ofensiva contra Riaño, ahora que el paro baje en su intensidad y la policía siga con su estatus de intocables, se tornará despiadada. No quisiera estar en su pellejo. Si salen victoriosos de esta crisis vendrán con todo y contra todos. La última esperanza es que recuerden esto el próximo año, cuando nos toque votar. Que recordemos como aplastaron la protesta pacífica, como mataron a más de cincuenta muchachos, como Molano y Duque se rieron del país. Ahí quedarán los videos de Riaño para que no se nos olvide la barbarie. Esos bellacos son así, Juanpis González es ellos mismos.
