¿Por qué un misil contra Rusia es algo heroico, pero uno palestino contra Israel es terrorista?

¿Por qué un misil contra Rusia es algo heroico, pero uno palestino contra Israel es terrorista?

Quizá, si los intereses globales de las superpotencias no giraran en torno a lo que el conflicto palestino-israelí significa, hace mucho hubiese cesado la violencia

Por: Mauricio Javier Díaz Beltrán
octubre 23, 2023
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¿Por qué un misil contra Rusia es algo heroico, pero uno palestino contra Israel es terrorista?

La historia de la humanidad es la lucha renuente de los débiles y pequeños contra el poder avasallador de los fuertes y grandes. La Biblia, el libro de los arquetipos, ya lo describe: un joven hebreo llamado David, haciendo uso de una rudimentaria honda, dispara una roca y asesta un golpe certero y definitivo al gigante, acorazado, y hasta ese momento invencible, Goliat, el soldado más feroz de los ejércitos filisteos. Miles de años después, en el mismo lugar árido del planeta en el que tuvo lugar aquella épica victoria, los filisteos, o bien sean palestinos, y los hebreos, ahora israelitas, siguen matándose por la supremacía de la Tierra Prometida. Se trata de uno de los conflictos más antiguos y complejos de la historia; en él han participado desde los babilonios y los romanos hasta los británicos y los yanquis.

Claro, como es bien sabido, a la historia le gusta dar giros cargados de ironía. Hoy los israelitas no son los pastores tribales armados con dagas y hondas que eran en el tiempo de David, en su lugar son un Estado moderno y próspero que posee un alto poderío militar, cosa que se debe al apoyo que recibe por parte de Occidente a cambio de ser un aliado incondicional en la región. Y los palestinos, el pueblo de Goliat el gigante, quienes vencieron y sometieron a los israelitas de su tiempo, son un empobrecido Estado con reconocimiento limitado cuyo territorio se encuentra dividido y a cuya gente, precisamente los israelitas, le vulneran impunemente los derechos. Sin embargo, pese a la larga humillación, no han sido derrotados: resisten.

Los niños y jóvenes palestinos se enfrentan a monstruos muchos más letales y pesados que Goliat, se enfrentan a tanques de guerra. Les lanzan piedras. Las mujeres usan el burka a su manera y siguen yendo a la mezquita. Aunque en la calle la policía israelí las insulte y maltrate.

Por su parte, Hamás, el grupo miliciano palestino (son un país que ni siquiera tiene Ejército regular, no se les permitiría), ha lanzado una sorpresiva ofensiva contra Israel. Secuestrando y asesinando civiles, es cierto, pero no es menos cierto que tal hecho es tan solo una consecuencia de la asfixia y la humillación a la que Israel ha sometido a Gaza: un pueblo sin esperanzas elegirá las armas y la violencia, y con ello su destrucción. O con ello alcanzará su libertad. Así fue como Alemania, destrozada por la Gran Guerra, eligió a los nazis, y fue destruida; así fue como China, colonizada, feudal y analfabeta, eligió la Revolución, y así se hizo liberta. Donde está el poder, está la resistencia.

Así, el que el resultado de las acciones violentas de la resistencia sea la autodestrucción o sea la libertad dependerá de la relación de fuerzas. Cosa que Palestina tiene totalmente en contra: Hamás, en su desespero (o en su ingenuidad) le ha dado la excusa perfecta a Israel para destruir (u ocupar) Gaza.

Quizá, si los intereses globales de las superpotencias no giraran en torno a lo que el conflicto palestino-israelí significa, hace mucho hubiese cesado la violencia. Mezquitas y sinagogas, la Torá y el Corán, habrían aprendido a cohabitar la tierra por la que pelean. Occidente necesita un Estado satélite en el corazón de Oriente Próximo que le asegure control y, digamos, gobernabilidad transnacional (además de sacar barato, fácil y rápido el petróleo saudí vía la costa mediterránea). Y Teherán, aparte de no abandonar a sus hermanos pueblo musulmán (lo mismo hacen los libaneses del Hezbollah), no puede permitir que la soga estadounidense conformada por Arabia Saudita, Israel y Turquía (los aliados de Occidente en la región) se estreche sobre su cuello, lo que Moscú ve con buenos ojos.

Es una guerra desigual (o bien un genocidio) sostenida por los sentimientos nacionales y religiosos de los primeros implicados, palestinos e israelíes, y azuzada por los poderes globales. Así es la geopolítica. La retórica soporta al fuego: mientras un misil Javelin ucraniano es un proyectil heroico lanzado contra el malvado invasor ruso, un cohete palestino es un arma terrorista que atenta contra el legítimo Estado israelí.

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