El escritor William Ospina siempre ha estado presente como mente crítica y analítica de la realidad nacional a través de sus columnas semanales en El Espectador o de ensayos como ¿Dónde está la Franja amarilla? o Pa’que se acabe la vaina, pero en las elecciones regionales de 2023, decidió pasar a la acción.
Tomó el riesgo de participar en la contienda regional como candidato a la gobernación del Tolima, su tierra, a la que ha estado vinculado desde niño y durante toda su vida. Recorrió el Departamento, conversó con los pobladores, identificó los problemas reales en el territorio y se propuso mostrar un camino distinto, sin gran financiación y solo con aportes voluntarios. Logró cerca de 15 mil votos.
Cerca de quince mil tolimenses apostaron por su propuesta sobre la que William Ospina, sin perturbarse por los resultados, entendió que se dio en una dinámica perversa, una suerte de mercado persa de candidatos mediado por millones de recursos, difícil de transformar.
En esta conversación con Juan Manuel Ospina, el escritor, reflexiona sobre su experiencia y comparte su visión de la democracia en un país como Colombia que definió el mapa del poder territorial para los próximos cuatro años en la jornada del pasado 29 de octubre. Logró, solo con apoyo de voluntarios cerca de 15 mil votos, pero su experiencia lo marcó, tal como cuenta en esta conversación con Juan Manuel Ospina.
Juan Manuel Ospina: William, qué gusto conversar nuevamente y más, después de una experiencia como la que acabas de vivir en carne propia, distinta a tu oficio de escritor porque te metiste a la política de frente.
William Ospina: Para mí, fue una experiencia muy grata, muy interesante y muy nueva. No me sentía entrando en terrenos desconocidos porque yo llevo opinando sobre política mucho tiempo desde cuando escribí mi ensayo ¿Dónde está la franja amarilla? hace ya casi 30 años o mi libro Pa’que se acabe la vaina hace 10 años. Siento un compromiso no solo con el Tolima sino con un montón de ideas y convicciones.
He sido un escéptico de la política. Sin embargo, hasta los que no creemos, en épocas de elecciones empezamos a tener fe en una democracia que ha incumplido tantas promesas. Es que tampoco tenemos muchas opciones, sino salir a votar.
Cuando uno es escritor y decide tomar la decisión de estar en la política, la gente le dice a uno: “¿para qué meterse en ese mundo tan horrible?” Esto es un coletazo que deja la corrupción y que ha enturbiado la política hasta hacer creer que no puede siquiera acercarse a ella, pero socialmente, la política es el camino.
La política lo ha demostrado a través de la historia, así que intentar devolverle a la política su dignidad no es una mala idea y hay que tomar riesgos que estoy dispuesto a correr. Es el momento de luchar por cosas en las que creo y por eso acepté. Creo que necesitaba intentarlo sin llegar a tener la ambición del poder. He visto personas que no tienen riqueza ni poder y han logrado cambios sociales importantes. Uno piensa: ¿qué tal que tuvieran capacidad de manejar recursos e influencia social? Por eso me lancé a la Gobernación del Tolima y me tracé unas tareas.
J. M. O.: Hay unos puntos en los que quiero insistir. Creo que podemos coincidir en la necesidad social de la política. Es equivocado que se puede tener una sociedad feliz sin política. La política hace parte del oxígeno de la sociedad, pero la política no puede quedar solo en manos de políticos, el olor a corrupción aleja a la gente que podría cambiar su destino.
W. O.: El papel que el Estado pueda jugar en el mejoramiento de la comunidad está en boga ahora. Por ejemplo, en las elecciones de Argentina. Creo que el Estado a veces es un problema, pero el Estado no puede desaparecer de la noche a la mañana. El Estado está ahí y si alguien viene a decirle a la gente que entre menos Estado exista, va a funcionar mejor la sociedad, está mintiendo. El Estado en América Latina puede tener la tarea de equilibrar un poco las cosas.
J. M. O.: Para que ese Estado cumpla las funciones, necesita una política sintonizada con esos propósitos. La mala política te permite tener un mal Estado.
W. O.: No sólo el Estado con su aparato burocrático, sino las maneras mismas de la democracia. La democracia como sistema ideal está llena de cosas bellas y posibles a pesar de que está en decadencia y esto desde que cayó en manos del dinero, pues cuando se tiene que gastar 50 mil millones para ser elegido Presidente, la cosa va mal. Acá el precepto de que todos tenemos derecho a elegir y ser elegidos se convierte en una mentira y si algo vale la pena recuperar en estos tiempos es la legitimidad de la democracia y el poder del lenguaje.
Cuando se usa tanta plata es porque no hay ideas. Cuando se invierten tantos recursos es porque no hay otra forma de hacerse elegir y las elecciones del año pasado en Colombia nos demostraron que esta sociedad es sensible al discurso, a la propuesta que hacía Petro de un cambio social y a la de Rodolfo Hernández con su lucha contra la corrupción del Estado.
No desaparecerlo como piensa Milei. En gastos de funcionamiento se va todo y no queda nada para la sociedad, ni vías, ni alimento, ni agua. Estos Estados paquidérmicos que exigen tanto a la sociedad y no dan nada, un Estado que exprime a los sectores productivos y no da a cambio lo que merecen, son los que deslegitiman la democracia y ese es el principal desafío de la sociedad colombiana.
J. M. O.: Cuando hablamos de esa pérdida del Estado y su objetivo para la sociedad, nos señala un foco de responsabilidad, una falla muy grande que tiene la sociedad que es la política. Es que el deterioro del Estado está relacionado con la política, ¿cómo reinventamos la política? ¿qué aprendiste de tu experiencia política?
W. O.: Echamos a andar unas ideas en el Tolima que algunas personas apoyaron. Siento que hoy no se pueden diseñar proyectos locales que no tengan un horizonte global y vicerversa. Si algo ha logrado la globalización, es hacerlos visibles y necesitamos soluciones locales. Las crisis planetarias se dan de manera local. Salvar cada manantial es de cada región y el poder de los grandes centros perderá influencia. Colombia necesita el florecer de las regiones. Lo que tiene para darnos la Amazonía no es lo mismo que tiene para darnos Nariño. Cada una de esas “naciones” tiene cosas que aportarle al mosaico del país.
J. M. O: Ese reverdecer desde las “naciones”, que lo entiendo y comparto como un reverdecer de las regiones no podría traer también un reverdecer de la política.
W. O.: El florecer de las regiones es fundamental, pero se necesitan grandes proyectos que permitan resolver el millón de problemas que parece tener. Parece que uno se ahoga en un mar de conflictos, pero llegué a la conclusión de que todo nace de una causa principal: la falta de una economía legal, formal, incluyente, generosa.
Aquí se permitió que los campesinos fueran despreciados, llegamos a tener una pequeña industria, ferrocarriles, se intentaron procesos de modernización que en las últimas décadas se desmontaron y nos dejaron a merced de los negocios ilegales. A mí no me deja de impresionar que el gobierno que prometió el futuro, acabó con los ferrocarriles, había instituciones bipartidistas como el Idema, el ICA en las que la gente confiaba, fue desmontado con un discurso quimérico a una incorporación del universo histórico que era falso.
No se puede construir una sociedad moderna sin un proyecto económico legal e incluyente. Necesitamos un proyecto serio de productividad agrícola y de gran magnitud, sin discurso disociativo de que los empresarios son enemigos de los otros.
Una sociedad debe convocar todas sus fuerzas vivas y unir a todas sus regiones en donde los dueños de la tierra aporten la tierra, los empresarios la infraestructura, la academia el estudio de mercado, que el Estado coordine porque si no creamos una economía formal, naufragaremos en el mar de las economías ilegales y necesitamos un gran proyecto de renovación urbana porque los centros de las grandes ciudades están vueltos verdaderas ratoneras como Cali, Bogotá.
Se necesitan rediseños urbanos, diseños que podrían ser hermosos y que permitan absorber una mano de obra urbana, valorizar esas tierras, un proceso donde todos ganarían. Para eso necesitamos una política.
J. M. O.: Una política capaz de meterse en nuestras diversidades regionales.
W. O.: Colombia tiene la experiencia de la economía cafetera, que se articuló con el mundo. La única bonanza democráticamente repartida fue la bonanza cafetera.
Aquí la conversación completa:
También le puede interesar: Cómo logró un bogotano meterse al Concejo a punta de denuncias contra Petro en Twitter