Amanecí consternado el jueves 20 de marzo. Con una noticia viral sobre las ciudades que están tumbando sus autopistas, para convertirlas en parques, me atragantaba de la impotencia. ¿Cómo es posible que haya gente tan bruta en este mundo, como para tumbar las autopistas, cuando aquí todavía ni siquiera hemos sido capaces de construirlas?
Le dediqué un par de horas a investigar, pero la gastritis se me alborotó. La cosa parece ser en serio, porque no solo está a punto de infectar a un gran pueblo en mi estado gringo favorito (me refiero a Dallas, en el progresista estado de Texas), sino que el virus también parece estar extendiéndose por ciudades icónicas de todos los continentes: Rio de Janeiro, Seúl, San Francisco y Madrid. ¿Qué pasa mundo? ¿Acaso se nos olvidó que el progreso urbano se mide fundamentalmente por el número de autopistas, carros y gasolineras?
Afortunadamente mi desespero se ahogó al medio día, cuando todavía sin apetito, sin probar bocado alguno, llegó a mis manos el aventajado artículo del senador Juan Carlos Vélez Uribe. ¡Eso si es un verdadero experto en sostenibilidad urbana! ¡Que felicidad recordar ese momento de mi voto por vos, mi senador, hace cuatro años y un mes! El senador Vélez pudo haberse pifiado con los 37 muertos de la marihuana —todos nos equivocamos— pero ¡jamás falla cuando opina sobre movilidad urbana!
En su artículo titulado magistralmente “Sigo con el tema de la movilidad…”, dicta cátedra a todos esos hippies ambientalistas que insisten —desde San Francisco hasta Seúl, y ahora cada vez más enquistados en Macondo— con eso de parar las locomotoras vehiculares del progreso. Resalto dos perlas. Nos enseña el senador: “[este barrio] necesita opciones viales de gran envergadura y no pañitos de agua tibia con la construcción de algunos intercambios viales”.
Más claro no canta un gallo: llamen a los japoneses de la Jica, liberen a los Nule, necesitamos decorar con dobles calzadas, puentes y autopistas de doble nivel el paisaje de Ibagué, Villavicencio y Barranquilla. ¿O acaso le van a creer el cuento a los académicos esos que insisten en bajarle el ‘carresterol’ a las ciudades? ¿A los que insisten con el transporte colectivo, y la bicicleta como la alternativa? A mí la verdad me tiene sin cuidado que esos ‘nerds’ tengan doctorados en Suecia e Inglaterra; yo le creo es a mi senador.
Es que realmente más que expertos, lo que necesitamos es puro sentido común. Otra lección que nos regala mi senador: “[hay que terminar] las paralelas a la quebrada La Presidenta, suprimidas por la construcción de un bello parque que le obstruyó la salida al barrio Patio Bonito”. De acuerdo; la verdadera encuesta es en la calle, y yo he hecho mi encuesta. Le he preguntado a mis amigos del Country Club, y todos me dicen lo mismo: hay que aprovechar esas quebradas que están ahí, y construir vías sobre ellas para conectar las avenidas. Con eso, ya queda solucionada la movilidad. Bueno, puede que sea solo por un par de meses, mientras que entran más carros en los edificios nuevos, pero igual: ¿a quién se le ocurre construir parques donde deberían ir calles?
Estamos en una carrera contrarreloj. Si dejamos que los ciudadanos se enteren de esa tendencia clara en el mundo, hacia el desmonte de las autopistas urbanas, no me extrañaría que aquí salgan algunos inescrupulosos a bloquear la construcción de las autopistas que nos merecemos. Ya por ahí me llegan chismes de que en Medellín le van a quitar un carril a la Avenida San Juan, en todo el centro de la ciudad, para regalárselo a los ciclistas que van hacia el centro de exposiciones Plaza Mayor. ¡Que catástrofe sería eso! Donde los chicos de EnCicla, le ganen el pulso al secretario de Movilidad, póngale la firma que ese tramo de vía se convertirá en un desfile de candidatos. Desde Marta Lucía montada en su “pazicleta” hasta el presidente-candidato Santos estrenando su nueva bicicleta con rueditas.